‘Siempre Alice’: el arte de perder

Siempre Alice, película

Siempre Alice, película

J. L. CELADA | Perdemos la inocencia, no pocos trenes con destino incierto, más de un trabajo, también a nuestros seres queridos… Y, aunque apenados o escarmentados, vamos haciendo frente a cuanto nos sale al paso con la mayor lucidez y entereza posibles. Pero, ¿qué ocurre si lo que perdemos es la memoria? ¿Cómo contener el goteo de recuerdos hacia el sumidero del olvido?

La medicina lo ha bautizado como mal de Alzheimer, y su simple mención desata en el enfermo y sus familiares más cercanos una angustia solo comparable a la que acompaña al propio paciente cuando todavía es consciente de su progresivo deterioro.

No es la primera vez –ni será la última– que el cine nos muestra los dramas asociados a esta cruel demencia. Un puñado de títulos como El hijo de la novia (2001), Iris (2001), El diario de Noa (2004), ¿Y tú quién eres? (2007), La caja de Pandora (2008) o el documental Bicicleta, cuchara, manzana (2010) dan fe de las batallas contra el tiempo libradas por padres, hijos y abuelos en su afán de sobrevivir a la irrupción del inesperado visitante.

Siempre Alice viene a sumarse a esta larga –y desigual– lista, y no cabe duda de que la mejora, fundamentalmente por tres motivos: se trata de un caso de alzhéimer precoz y hereditario, quien sufre tan rara discapacidad cognitiva es una lingüista brillante, y la actriz que da vida a esta mujer (Julianne Moore en una memorable exhibición interpretativa) tiene todas las papeletas para alzarse con el Oscar tras cuatro intentos fallidos.Siempre Alice, película

La novela homónima de la neuróloga Lisa Genova presta a Richard Glatzer y Wash Westmoreland un poderoso material narrativo para que nos cuenten, sin estridencias ni paños calientes, la cuesta abajo de una cincuentona que ve súbitamente alterada su envidiable vida familiar y profesional.

Su rostro –inequívoco espejo del desconcierto, el pánico o las ganas de luchar que siente, según el momento– nos descubre a la esposa y madre compartiendo la noticia con los suyos, inquieta por los primeros despistes ante sus alumnos, asustada al verse perdida mientras todo aparece “desenfocado” a su alrededor, recibiendo la confirmación del fatal diagnóstico…

Sin embargo, lejos de sus síntomas (¡ay esa sensación de ver las palabras colgando delante y no lograr alcanzarlas!) o de las reacciones que despierta entre allegados y extraños, la protagonista de Siempre Alice nos brinda una hermosa lección sobre “el arte de perder” a diario.

“No sé quién soy ni qué será lo siguiente que pierda”, se repite a sí misma, mientras nota cómo su mente se muere poco a poco, cómo neuronas y sustantivos firman su definitivo divorcio. Pese a ello, se empeña en “seguir en contacto” con quien fue en otro tiempo. Quizá porque, como su hija pequeña, sabe que “nada se pierde para siempre”.

Que ciertos subrayados musicales, innecesarios a todas luces, no deprecien el verdadero valor de esta emotiva película.

FICHA TÉCNICA

Título original: Still Alice.

Dirección: Richard Glatzer y Wash Westmoreland.

Guión: Richard Glatzer y Wash Westmoreland, sobre la novela homónima de Lisa Genova.

Fotografía: Denis Lenoir.

Música: Ilan Eshkeri.

Producción: James Brown, Pamela Koffler, Lex Lutzus.

Intérpretres: Julianne Moore, Alec Baldwin, Kristen Stewart, Kate Bosworth, Shane McRae, Stephen Kunken, Hunter Parrish, Erin Darke.

En el nº 2.927 de Vida Nueva

Compartir