Un “padre nuestro” distinto

Al comenzar el año, mi tío, el padre Nicanor, acostumbra regalarme unas hojitas amarillentas, manuscritas con su letra temblorosa ya y de trazo fatigado, con algunas oraciones entresacadas de sus lecturas. Él dice que pueden servirme en algún momento de soledad.

-La primera, hijo, se llama “El ‘padre nuestro’ de Dios”. La escribió el sacerdote y periodista español José Luis Martín Descalzo, de grata recordación y lectura, bien conocido para muchos lectores de Vida Nueva y de la editorial PPC. Es la oración que te trascribo, tomada del libro Razones para creer -Cuaderno de apuntes IV, publicado después de su muerte, en 1996. Surge de la reflexión, más humana que teológica, a mi parecer, de que Dios no tiene a quien rezar el “padre nuestro”. Entonces el autor se inventa uno distinto, que no está mal recitarlo al empezar un año. Ahí va.

“Hijo mío, que estás en la tierra, preocupado, solitario, tentado, yo conozco perfectamente tu nombre y lo pronuncio como santificándolo, porque te amo. No, no estás solo, sino habitado por mí, y juntos construimos este reino del que tú vas a ser heredero. Me gusta que hagas mi voluntad porque mi voluntad es que tú seas feliz, ya que la gloria de Dios es el hombre viviente.

Cuenta siempre conmigo y tendrás el pan para hoy, no te preocupes, sólo te pido que sepas compartirlo con tus hermanos. Sabes que perdono todas tus ofensas antes, incluso, de que las cometas; por eso te pido que hagas lo mismo con los que a ti te ofenden. Para que nunca caigas en la tentación cógete fuerte de mi mano y yo te libraré del mal, pobre y querido hijo. Amén”.

Ernesto Ochoa

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