El huracán Francisco acaricia Filipinas

Gyzelle Palomar niña víctima de explotación que el papa Francisco abrazó en Filipinas enero 2015

papa Francisco en Filipinas

ANTONIO PELAYO, enviado especial a MANILA | Cinco intensos días de visita papal, tras el primer paso por Sri Lanka, acabaron con la mayor concentración humana de la Historia: entre seis y siete millones de personas en la misa de clausura en Manila. Pero ha sido un fenómeno que ha ido más allá de las cifras. Realmente, la revolución Francisco ha animado al pueblo filipino, sacudido hace un año por el tifón Haiyan.

Desde el primero de Pablo VI a Tierra Santa, hace medio siglo, hasta hoy, los papas han realizado 144 viajes internacionales; todos importantes, pero muy diferentes entre sí. Cada país les ha recibido desde una historia, una cultura, unos problemas y unas esperanzas irrepetibles. El que acaba de finalizar en Filipinas, precedido del de Sri Lanka, no escapa a esta regla y, para interpretarlo, hay que respetar su unicidad. Es lo que intentaremos hacer en esta crónica.

Si las cifras hablan por sí solas, se impone la conclusión de que la visita de Francisco a Filipinas ha batido todos los récords imaginables; no solo por lo que se refiere a los viajes pontificios (hasta ahora, los cinco millones de personas que siguieron la misa de Juan Pablo II en Manila en 1995 ocupaba el primer puesto), sino también por las ceremonias presididas por los papas en Roma.

El portavoz vaticano, Federico Lombardi, estimó de entre seis y siete millones la multitud que se reunió en torno al altar del Parque Rizal en la misa de clausura de esta visita de Francisco. Puede que la del domingo 18 haya sido la mayor concentración de la Historia…

Pero no se trata solo de megacifras; lo más impresionante era contemplar la dignidad y la concentración religiosa de los asistentes. No se registró un solo incidente, y ni siquiera hubo movimientos de competencia por ocupar una mejor posición. Los filipinos estaban allí para rezar con el Papa, recibir su bendición y aclamarle con entusiasmo indescriptible.

El éxito del viaje a Sri Lanka y a Filipinas confirma lo que el Papa confió al simpático y dinámico cardenal de Manila, Luis Antonio Tagle: el futuro de la Iglesia está en Asia. Soy consciente de que esto puede parecer a algunos un exceso de optimismo, pero hay una coincidencia de datos de crecimiento, no solo en esos países y en Corea, sino también en Vietnam e incluso en Myanmar, que convierten en verosímil esa esperanza. Queda abierta, naturalmente, la incógnita china y algunas incertidumbres en India, pero, en todo caso, Bergoglio parece decidido a considerarla una de sus prioridades.

papa Francisco en Filipinas recibido por el presidente Benigno Aquino III

El Papa recibido por el presidente Benigno Aquino III

Del propio Papa salta a la vista su increíble resistencia física, sostenida sin duda por un inquebrantable sentido de responsabilidad, que le ha llevado incluso hasta a desafiar a los elementos. Al mismo tiempo, hemos asistido a algunas de sus más conmovedoras improvisaciones, que no son fruto de la casualidad, sino de una interiorización precedente que, cuando surge la ocasión, aflora casi espontáneamente. El Papa fue más Francisco que nunca.

La espera

Nada más llegar a Manila (días antes de que lo hiciera el Papa), los periodistas nos topamos con la imagen de Francisco por todas las partes: pósters gigantes de bienvenida en las fachadas de muchos edificios, primeras páginas en todos los periódicos, banderolas y gallardetes en las principales avenidas de la capital, su imagen a tamaño natural saludándonos en muchas tiendas y oficinas públicas, un surtido inacabable de camisetas con su efigie y palabras de saludo… En fin, Bergoglio por todas las partes.

Sin embargo, la suya es la cuarta visita papal a Filipinas; el primero en llegar a este remoto punto del planeta fue Pablo VI en 1970, y aquí sufrió un atentado que pudo costarle la vida. Diez años más tarde, en 1981, san Juan Pablo II lo incluyó en un itinerario que comprendía Pakistán, Japón y los Estados Unidos. En 1995, Wojtyla repitió su visita. Pero Francisco les ha aventajado a los dos en rapidez, ya que le ha reservado a este bastión del catolicismo en Asia uno de sus primeros viajes, dedicándole además cuatro días enteros.

La entrada triunfal

De la acogida que los filipinos iban a dispensar al papa Francisco durante su estancia en el archipiélago, del 15 al 19 de enero, tuvimos una primera prueba apenas llegado a Manila. Finalizada la ceremonia oficial de acogida en el aeropuerto, donde fue saludado por el presidente de la República, Benigno Aquino III (cariñosamente apodado “Ninoy”), miembros de su Gobierno y una representación del Episcopado, el Santo Padre se subió al papamóvil en compañía del cardenal Tagle.

A lo largo de los nueve kilómetros que separan la base aérea de Villamor de la nunciatura, se había agolpado una multitud de tales proporciones que Lombardi no se atrevió a aventurar cifra alguna. Miles de personas de todas las edades aclamaron el paso de la caravana mientras agitaban banderines y pancartas. Un nutridísimo despliegue policial (se habla de 40.000 unidades) evitaron cualquier desbordamiento. Como ya había caído la noche, a causa del retraso acumulado entre el vuelo y la lentitud de la llegada del avión al área del recibimiento, el cuasi infinito crepitar de los flashes daba a la escena una espectacularidad inigualable.

Bergoglio, sonriente y siempre de pie, saludaba a derecha e izquierda con amplios gestos, suscitando así el entusiasmo de la multitud, que le había esperado durante largas horas para verle pasar apenas unos segundos. En torno a las siete de la tarde hizo su entrada en la nunciatura, donde ya le esperaban el nuncio, Giuseppe Pinto, y el séquito que le acompaña desde Roma: su secretario de Estado, el cardenal Pietro Parolin; el prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, el cardenal Fernando Filoni; el sustituto, Angelo Becciu; el cardenal Robert Sarah, hasta hace poco presidente del Pontificio Consejo Cor Unum, y otros prelados.

Segunda jornada

La segunda jornada de Francisco en Filipinas fue maratoniana y comenzó con una visita al presidente de la República. Aquino le recibió con todos los honores en el Palacio de Malacañán, donde el Papa llegó después de recorrer cinco kilómetros entre apoteósicos entusiasmos de la multitud.

Salvas de cañón, himnos, desfile de la guardia de honor y presentaciones se sucedieron antes de entrar en la residencia presidencial, firmar en el libro de oro y mantener un encuentro de un cuarto de hora con el hijo de Ninoy y Corazón Aquino, figuras señeras en la oposición al dictador Fernando Marcos y a su esposa, la tristemente famosa Imelda.

viaje del papa Francisco a Filipinas misa en la catedral de Manila 16 enero 2015

Misa en la catedral de Manila el día 16, con todo el clero local

En la Rizal Ceremonial Hall tuvo lugar el intercambio de discursos. El Papa no se anduvo con rodeos y recordó que, “en vuestro país, es ahora más necesario que nunca que los líderes políticos se distingan por su honestidad, integridad y compromiso con el bien común”.

“Para el logro de los objetivos nacionales –insistió– es esencial el imperativo moral de garantizar la justicia social y el respeto de la dignidad humana. La gran tradición bíblica prescribe a todos los pueblos el deber de escuchar la voz de los pobres y romper las cadenas de la injusticia y la opresión, que dan lugar a flagrantes e incluso escandalosas desigualdades sociales”.

Por si no había quedado claro, pidió que la “profética proclamación por parte de los obispos de 2015 como Año de los Pobres, haga que, en todos los ámbitos de la sociedad, se rechace cualquier forma de corrupción que sustrae recursos de los pobres”.

Aquino no dejó de alabar el liderazgo del Pontífice y su lucha contra la pobreza y las desigualdades. También elogió la acción de la Iglesia filipina durante la dictadura de Marcos y su ley marcial, pero no se ahorró algunas críticas al comportamiento del clero: “En contraste con anteriores silencios, algunos clérigos creen que la forma de ser auténticos es encontrar algo que criticar. (…) Yo soy un hombre y sé que soy imperfecto, pero un obispo ha llegado a criticar mi forma de cortarme el pelo como si fuera un pecado mortal”.

A media mañana, el Papa ya estaba en la catedral de Manila para celebrar la misa con obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas y seminaristas. En su homilía, destacó que “la Iglesia está llamada a reconocer y combatir las causas de la desigualdad y la injusticia, profundamente arraigadas, que deforman el rostro de la sociedad filipina, contradiciendo claramente las enseñanzas de Cristo”.

En otro momento, Francisco recordó que, “solo si llegamos a ser pobres y eliminamos nuestras complacencias, seremos capaces de identificarnos con los últimos de nuestros hermanos. Veremos las cosas desde una perspectiva nueva y así responderemos con una honestidad e integridad al desafío de anunciar la radicalidad del Evangelio en una sociedad acostumbrada a la exclusión social, a la polarización y a la inequidad escandalosa”.

Tras la ceremonia, Bergoglio acudió a una vecina residencia, donde se habían congregado decenas de niños de la calle, muchos de ellos rescatados de las redes de la prostitución infantil. Era un encuentro sorpresa, pero los pocos que pudieron asistir subrayaron la emoción del Papa ante los cantos, los abrazos y los modestos regalos de estos seres abandonados por todos y de los que se ocupa una ONG católica fundada por un sacerdote francés.

papa Francisco en Filipinas con el cardenal Luis Antonio Tagle en el encuentro con las familias

Francisco y el cardenal Tagle realizan el gesto que signica ‘Te quiero’ en lengua de signos

Ya por la tarde, en el Palacio de los Deportes Asia Arena, tuvo lugar el encuentro con miles de familias de todas las condiciones sociales. El clima desde el inicio era tan “familiar” que Francisco no pudo evitar improvisar algunos pasajes de su discurso.

“A mí me gusta mucho soñar con la familia –les dijo–; no es posible la familia sin soñar. Les recomiendo que hagan examen de conciencia cada noche y se pregunten: ‘¿Hoy soñé con el futuro de mis hijos? ¿Soñé con el amor de mi esposa o de mi esposo?’. No pierdan nunca esa capacidad de soñar, porque soñar ayuda a recuperar el amor con la ilusión”.

Seguidamente, el Santo Padre les advirtió contra el “colonialismo ideológico” que pretende desvirtuar la realidad profunda de la familia y del matrimonio, y elogió la valentía de Pablo VI, que vio la amenaza de destrucción de la familia por el rechazo de los hijos y defendió la apertura a la vida.

Tercera jornada

Todos sabíamos que la del sábado 17 iba a ser una de las jornadas más emotivas de este viaje. Estaba previsto que el Papa visitase la ciudad de Tacloban, en la isla de Leyte, donde, el 8 de noviembre de 2013, Haiyan –el tifón más violento en la historia moderna de la metereología– provocó un apocalipsis, con millares de muertos y decenas de miles de casas destruidas.

Ya desde días antes, se supo que una tormenta tropical (Amang o Mekkahala, según la terminología internacional) amenazaba la zona. Esto no impidió que más de 200.000 personas, según las fuentes oficiales, se desplazasen, con muchas horas de antelación, hasta el aeropuerto Daniel Z. Romuáldez para asistir a la misa que el Papa iba a celebrar en una zona colindante. Como las noticias climáticas eran preocupantes, el avión papal, bastante zarandeado durante el viaje, aterrizó media hora antes.

A pesar de la lluvia incesante y de un viento impetuoso, Francisco no renunció a un breve recorrido entre la multitud, a la que se había distribuido un poncho de plástico amarillo para protegerse de la inclemencia.

Bergoglio subió al altar revestido de los paramentos litúrgicos, cubierto por un chubasquero idéntico al de todos los fieles. Lo mismo hicieron los cardenales y obispos concelebrantes. Una imagen inédita en los anales del ceremonial pontificio. En la homilía, el Santo Padre, emocionado, se lanzó a improvisar un mensaje en español, traducido al inglés. “Cuando, hace once meses, vi en el Vaticano las imágenes de la catástrofe –confesó–, sentí que tenía que estar aquí, y esos días decidí hacer este viaje. Quise venir para estar con vosotros; he llegado un poco tarde, pero estoy aquí”.

papa Francisco en Filipinas en Tacloban con el chubasquero

Una tormenta tropical obligó al Papa a cubrirse con un chubasquero

“Muchos de vosotros –continuó– habéis perdido todo: familias, casas, propiedades. Pero el Señor, que pasó antes por todas las calamidades que vosotros habéis pasado, es capaz de llorar con nosotros, de acompañarnos en los momentos más difíciles de la vida. Yo os acompaño con mi corazón en silencio. No tengo palabras. (…) Él nos dejó a su Madre; en los momentos en que queremos rebelarnos, tenemos que agarrar su mano maternal y decir como los niños cuando tienen miedo: ‘¡Mamá!’”.

Al final de la Eucaristía, dijo a los fieles (muchos con lágrimas en los ojos): “No estáis solos. También tenéis a muchos hermanos que, en los momentos de la catástrofe, vinieron a ayudaros. Perdonadme si no tengo otras palabras, pero tened la seguridad de que el Señor no nos defrauda nunca y de que la ternura de nuestra Madre no nos abandona nunca. ¡Sigamos adelante!”.

El programa sufrió cortes drásticos, suprimiéndose algunos actos como la inauguración de un centro de acogida para los pobres. Ya en la catedral de Palo, donde se habían reunido los obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas de las zonas siniestradas, Francisco anunció que se veía obligado a anticipar su regreso a Manila: “Siento una gran tristeza, pero los pilotos insisten en que es necesario volver a Manila antes de que la tormenta nos impida volar”. Ante la consternación que reflejaban los rostros de todos los presentes, quiso infundirles ánimos: “Pidan por mí y, por favor, estén tranquilos”.

A la una del mediodía, el avión despegó bajo fuertes ráfagas de viento y lluvia. Poco después, otro, con personalidades gubernamentales, se accidentó en la pista de despegue. Nadie sufrió daños importantes, pero Kristel Mae Padasas, una joven filipina de 27 años, sí murió al ser aplastada por una de las torretas de la megafonía del altar papal. En una rueda de prensa celebrada ya en la capital filipina, el cardenal Tagle, casi entre lágrimas, pidió oraciones por ella y aseguró que al Papa le había impresionado la noticia. De hecho, a las pocas horas se reuniría con su padre para mostrarle su pesar.

A las dos y media de la tarde, Francisco llegaba sano y salvo a Manila. A pesar del cambio de horario, las calles volvieron a verse abarrotadas por una multitud que saludaba el paso de la comitiva papal.

La apoteosis final

La gran jornada, la última, de Francisco en Filipinas, concluyó con la apoteosis de la misa en el Grandstand-Parque Rizal de Manila, a las tres y media de la tarde, hora local. Pero antes, a modo de especial “desayuno”, el Papa mantuvo un primer encuentro con los líderes de las diversas religiones del archipiélago (budismo, judaísmo, hinduismo, islam), así como con los de otras confesiones cristianas, como ortodoxos o evangélicos. Se desarrolló en una atmósfera cordial, porque las relaciones con el catolicismo mayoritario son buenas.

El escenario fue la Pontificia y Real Universidad de Santo Tomás, con más de 400 años de historia, regida por los padres dominicos. En su campus ya se habían instalado (¡desde las seis de la mañana, y porque las puertas no se habían abierto antes!) miles de estudiantes ansiosos por aclamar al obispo de Roma. Le recibieron como solo los jóvenes saben hacerlo.

papa Francisco en Filipinas eucaristía en el Parque Rizal de Manila

Eucaristía en el Parque Rizal de Manila el domingo 19

Cuando el Papa llegó al podio y se hizo la calma, comenzó una celebración de la Palabra que concluyó con la lectura del pasaje del Evangelio que narra el encuentro de Jesús con el joven rico, al que dijo: “Vende todo lo que tienes y dáselo a los pobres; después, ven y sígueme”. Entre los testimonios que el Papa escuchó en su reunión con los jóvenes, el más impresionante fue el de Gyzelle Palomar, una muchacha de doce años rescatada de la calle, donde había sido obligada a ejercer la prostitución. La niña no pudo resistir la tensión, su voz se quebró y estalló en lágrimas que solo se calmaron cuando pudo abrazarse a Francisco, que la acarició paternalmente.

Francisco, en plena forma, consideró una vez más preferible improvisar y hacerlo en español. Arrancó con afirmaciones sorprendentes como estas: “¡Sean valientes, no tengan miedo a llorar!”; “no necesitamos jóvenes-museo (que saben todo como un ordenador), sino jóvenes sabios”; “la materia más importante que tienen que aprender en la universidad y en la vida es aprender a amar y a usar los tres lenguajes: el de la mente, el del corazón y el de las manos”; “lo que pensáis, lo sentís y lo realizáis”; “amar y dejarse amar: es más difícil dejarse amar que amar, por eso nos resulta difícil dejarnos amar por Dios. El amor de Dios es siempre una sorpresa”.

“San Francisco –concluyó– murió con las manos vacías, pero el corazón lleno. Hay que aprender a mendigar, a dejarnos enseñar por las personas a las que ayudamos, los pobres, los enfermos, y dejarnos evangelizar por ellos”.

Luego, el Pontífice volvió a la nunciatura apostólica para reposar un poco y prepararse para la misa, que superaría en presencias a la que san Juan Pablo II celebró en el mismo lugar hace veinte años. Hacía ya muchas horas que las calles de la capital filipina estaban invadidas por pacíficos batallones de peregrinos, de fieles alegres, de filipinos dispuestos a participar en un día que haría historia. Llovía, pero nadie se marchaba a casa: todos iban pertrechados con sus ponchos impermeables, paraguas y cualquier cosa que sirviese para protegerse de una lluvia tenaz.

De fenómeno difícilmente descriptible, así es como podemos catalogar la misa celebrada por el Santo Padre en el Parque Rizal, con la que se cerró el viaje. “El amor de los filipinos por el Papa es más fuerte que los tifones”, decía una pancarta. Solo así se explica que millones de personas desafiaran a un tiempo execrable, asumiendo no pocos riesgos y dosis incalculables de fatiga para estar presentes en la ceremonia conclusiva de esta visita que pasará a la Historia.

Sin temor a ser desmentidos, como afirmábamos al principio de esta crónica, uno se atreve a afirmar que nunca antes se había reunido en torno al Papa una multitud de tan enormes proporciones; tal vez, la mayor concentración de seres humanos de todos los tiempos. Las sesenta hectáreas del parque estaban llenas a rebosar, pero en kilómetros a la redonda habían acampado centenares de miles de personas que esperaban este acontecimiento desde muchas horas antes. Y es que estaríamos hablando de entre seis y siete millones de personas…

La Eucaristía se desarrolló, sin embargo, en un clima religioso y ordenado. Muchos de los presentes llevaban en sus manos estatuillas del Santo Niño, al que es muy devoto el pueblo filipino, ya que, como dijo Bergoglio, “esa imagen acompañó desde el principio la difusión del Evangelio en este país”. Los textos litúrgicos eran los propios del domingo del Santo Niño.

“A veces –afirmó el Papa durante la homilía–, cuando vemos las dificultades y las injusticias que nos rodean, sentimos la tentación de resignarnos. Parece como si las promesas del Evangelio no se fueran a cumplir, que fueran irreales. Pero la Biblia nos dice que la gran amenaza para el plan de Dios sobre nosotros es y siempre ha sido la mentira. El diablo es el padre de la mentira. A menudo esconde sus engaños bajo la apariencia de la sofisticación, la fascinación por ser ‘moderno’, ‘como todo el mundo’. Nos distrae con el señuelo de los placeres efímeros, de pasatiempos superficiales. Y así malgastamos los dones que Dios nos ha dado jugando con artilugios triviales; malgastamos nuestro dinero en el juego y la bebida; nos encerramos en nosotros mismos. Y no nos centramos en las cosas que realmente importan, en seguir siendo en el fondo hijos de Dios… Por eso el mensaje del Santo Niño es tan importante. Nos habla al corazón de cada uno de nosotros. Nos recuerda nuestra identidad más profunda, que estamos llamados a ser hijos de Dios”.

No dejó tampoco Francisco de advertir a todos que, “lamentablemente, en nuestros días la familia, con demasiada frecuencia, necesita ser protegida de los ataques y programas insidiosos, contrarios a todo lo que consideramos verdadero y sagrado, a lo más hermoso y noble de nuestra cultura”.

El momento de la comunión, gracias a una excelente preparación, no presentó problemas especiales en la zona acordonada del recinto. Con el Papa concelebraron 250 obispos y dos mil sacerdotes…

papa Francisco avión papal a Filipinas enero 2015

Intervención durante el vuelo que le llevaba a Filipinas

El Papa regresó el lunes 19 a Roma, donde llegó a media tarde, después de un agotador pero muy hermoso viaje a Sri Lanka y Filipinas.

El “puñetazo” y la libertad religiosa

Como la distancia entre Colombo (Sri Lanka) y Manila (Filipinas) exige más de seis horas de vuelo, Bergoglio no se privó de conceder a los periodistas que compartían con él avión un encuentro en el que aceptó responder a varias preguntas. De sus respuestas, la que más eco mediático despertó fue la que se refirió a los recientes atentados yihadistas de París.

Ante la polémica suscitada por el tono de sus afirmaciones (algunos han llegado a decir que el Papa venía a justificar los bárbaros asesinatos), lo mejor es reproducir la respuesta papal, a pregunta de Sebastian Maillard, de La Croix:

“Creo que los dos son derechos humanos fundamentales: la libertad de expresión y la libertad de religión… Usted es francés… Hablemos, pues, de lo de París. Hablemos claro. No puede esconderse una verdad: que cada uno tiene el derecho a practicar su propia religión, sin ofender, libremente. Así lo hacemos; queremos hacerlo todos. En segundo lugar, no se puede ofender, hacer la guerra, matar a un hombre en nombre de la propia religión, en nombre de Dios. A nosotros lo que está sucediendo ahora nos sorprende. Pero siempre pensamos en nuestra historia. ¿Cuántas guerras de religión hemos hecho? Piense usted en la noche de San Bartolomé. ¿Cómo se entiende eso? También nosotros hemos pecado. Pero no se puede matar en nombre de Dios. Eso es una aberración. Matar en nombre de Dios es una aberración. Creo que esto sea lo principal sobre la libertad religiosa: hay que hacerlo con libertad, sin ofender, pero sin imponer, sin matar”.

Dicho esto, prosiguió: “En cuanto a la libertad de expresión, cada uno tiene no solo la libertad, el derecho; tiene también la obligación de decir lo que piensa para ayudar al bien común. La obligación. Pensemos en un diputado o un senador; si no dicen lo que piensan que es el verdadero camino no colaboran con el bien común. Y no solo ellos, sino tantos otros. Tenemos la obligación de decir abiertamente, tener esa libertad, pero sin ofender. Porque es verdad que no se puede reaccionar violentamente, pero si Alberto Gasbarri [organizador de los viajes papales], gran amigo, dice una palabrota contra mi madre, le llega un puñetazo. ¡Es normal, es normal! No se puede provocar, no se puede insultar la fe de los otros, no se puede hacer burla de la fe”.

“El papa Benedicto, en un discurso –no recuerdo cuál–, ha hablado de esta mentalidad pospositivista, de la metafísica pospositivista que llevaba finalmente a creer que las religiones, las expresiones religiosas, son una especie de subculturas, que son toleradas pero que son poca cosa y no forman parte de la cultura ilustrada. Esto es una herencia de la Ilustración. Tanta gente habla mal de las religiones, las toma a broma, las ‘convierte en un juguete’, la religión de los otros; estos provocan y puede suceder lo que le sucede a Gasbarri si dice algo contra mi madre. Hay un límite. Todas las religiones tienen su dignidad; todas las religiones que respetan la vida humana, la persona humana. Yo no puedo tomarlo a broma. Esto es un límite. He escogido este ejemplo del límite para decir que en la libertad de expresión hay límites, como el de mi madre”.

Además de esta polémica cuestión, otro periodista le preguntó si se sentía en peligro después de las amenazas lanzadas contra él por grupos fanáticos musulmanes y si pensaba alterar su modo de actuar. En un tono casi humorístico, Francisco respondió negativamente: “Como ya he dicho otras veces, uno de mis defectos es una cierta dosis de inconsciencia.

A mí lo que me preocupa son los fieles y sobre esto he hablado con Domenico Gianni [jefe de la seguridad vaticana], que sigue este asunto con mucha atención. Yo solo pido que, en caso de atentado, no me duela, porque no soy valiente ante el dolor. De eso tengo mucho miedo; sé que estoy en las manos de Dios, pero también sé que hay que prestar mucha atención a la seguridad”.

Por último, el Papa anunció que, durante su ya anunciada visita a los Estados Unidos, en septiembre, canonizará a fray Junípero Serra. Este francisano español (nacido en Mallorca en 1713 y muerto en Monterrey, California, en 1784) ya fue beatificado por Juan Pablo II en 1988, en la ciudad de Los Ángeles.

Paternidad responsable entre “conejos”

MIGUEL ÁNGEL MALAVIA | Si las declaraciones de Francisco a los periodistas que le acompañaban en el avión que les conducía de Sri Lanka a Filipinas causaron una gran oleada mediática por su comentario sobre los atentados de París, no menos impacto ocasionó su charla en el avión de vuelta a Roma, el día 19. En ella, además de retomar el polémico asunto –“la libertad de expresión debe tomar en cuenta la realidad humana, y por esto debe ser prudente” y utilizar “una forma de decir que debe de ser educada”–, abordó otros muchos, aunque uno fue el que nuevamente se realzó por encima de los otros.

Fue en su defensa de la “paternidad responsable” –en Filipinas rememoró en varias ocasiones a Pablo VI y su Humanae vitae– cuando, de un modo intencionado y como suele hacer, utilizó una expresión que llamó la atención de todos: “La apertura a la vida es condición para el sacramento del matrimonio. (…) [Pablo VI] veía el neomalthusianismo universal que buscaba un control de los nacimientos por parte de las potencias: menos del uno por ciento de los nacimientos en Italia, lo mismo en España. Esto no significa que el cristiano deba tener hijos en serie. Regañé a una mujer que se encontraba en el octavo embarazo y había tenido siete cesáreas: ‘¿Quiere dejar huérfanos a sus hijos? No hay que tentar a Dios’. (…)”.

“Yo creo que el número de tres hijos por familia, según lo que dicen los técnicos, es el número importante para mantener a la población. La palabra clave para responder es la paternidad responsable, y cada persona, en el diálogo con su pastor, busca cómo llevar a cabo esa paternidad. Perdonen, pero hay algunos que creen que para ser buenos católicos debemos ser como conejos, ¿no? Paternidad responsable”. A buen seguro, la cita de los “conejos” del Papa va a conseguir su objetivo: en los próximos días se hablará, y mucho, de la paternidad responsable en el seno de las familias, las comunidades cristianas y buena parte de la sociedad.

Además, entre otros temas tratados, estuvieron sus próximos viajes –este año visitará, según confirmó, Uganda, República Centroafricana, EE.UU., Ecuador, Bolivia y Paraguay; no haciendo mención a otros destinos, como España, que se dan por seguros– y cómo ha calado el pueblo filipino en su corazón:

“Los gestos me conmovieron, no fueron protocolarios, sino sentidos: gestos del corazón. Casi hacen llorar. La fe, el amor, la familia, el futuro, en ese gesto de los papás cuando levantaban a los niños para que el Papa los bendijera. Levantaban a los niños, un gesto que en otras partes no se ve. Es como si dijeran: ‘Este es mi tesoro, mi futuro, por esto vale la pena trabajar y sufrir’. Un gesto original, brotado del corazón. La segunda cosa que me sorprendió mucho: un entusiasmo no falso. La alegría, la felicidad, la capacidad de hacer fiesta. Incluso bajo el agua…”.

Gyzelle Palomar niña víctima de explotación que el papa Francisco abrazó en Filipinas enero 2015

Gyzelle Palomar rompió a llorar cuando contó al Papa su drama como víctima de explotación sexual

A un metro del Papa

  • Cardenal Luis Antonio Tagle. El arzobispo de Manila y uno de los purpurados con los que el Papa mantiene más gestos de cercanía, ha sido la sombra de Francisco en la inmensa mayoría de actos protagonizados por él. Pero si uno fue especialmente entrañable fue el encuentro con las familias del viernes 16. Dirigiéndose directamente a un grupo de sordomudos, Tagle y Francisco les dijeron silenciosamente, con las manos, “te quiero a ti”. Al instante, la simpática imagen era reproducida ampliamente en las redes sociales.
  • Kristel Mae Padasas. Como él mismo contó, Francisco asumió hace un año como algo imprescindible el acompañar al pueblo filipino, sacudido brutalmente por el tifón Haiyan. Entonces, Tacloban fue una de las ciudades más afectadas, viéndose prácticamente reducida a escombros. Quiso el destino que, precisamente, tras la misa que el Papa presidió allí (amenazada por una tormenta que obligó a reducir la agenda prevista), esta joven filipina de 27 años, voluntaria de la organización, pereciera al caerle encima parte de la megafonía del altar, derribada por los fuertes vientos. A las pocas horas, el Pontífice argentino quiso reunirse personalmente con el padre de la joven para mostrare su pésame. Una vez más, ejerciendo de pastor en carne viva.
  • Gyzelle Palomar. Esta filipina de 12 años emocionó al Papa (y al mundo entero) cuando ofreció su testimonio en el encuentro con los jóvenes en la Universidad Santo Tomás. Víctima forzosa de la prostitución y de la vida en la calle, fue salvada por la asociación Tulay Kabataan, que Francisco también visitó. Sin poder contener las lágrimas, la niña lanzó estas directas preguntas: “¿Por qué Dios permite estas cosas, que no son culpa de los niños? ¿Por qué tan poca gente nos viene a ayudar?”. Bergoglio le respondió con un hondo abrazo y luego, en su intervención, retomó la cuestión con su particular valentía: “Ella hoy ha hecho la única pregunta que no tiene respuesta. No le alcanzaron las palabras y tuvo que decirlas con lágrimas. (…) Cuando nos hagan la pregunta de por qué sufren los niños, que nuestra respuesta sea o el silencio o las palabras que nacen de las lágrimas”.

En el nº 2.926 de Vida Nueva

 

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