Jesús Sánchez Adalid: “Santa Teresa luchó contra el hecho de ser mujer”

Jesús Sánchez Adalid, escritor

El escritor publica ‘Y de repente, Teresa’

Jesús Sánchez Adalid, escritor

Entrevista con Jesús Sánchez Adalid [extracto]

JOSÉ BELTRÁN | “No soy investigador, pero he perdido la vista con esta novela”. Literalmente. Jesús Sánchez Adalid (Villanueva de la Serena, Badajoz, 1962) no utilizaba gafas antes de iniciar la fase de documentación de Y de repente, Teresa (Ediciones B), la novela oficial del V Centenario del Nacimiento de Santa Teresa de Jesús. Ahora echa mano de ellas. El peaje ha merecido la pena.

“Dediqué un año al estudio, gracias a que Enrique Llamas puso todo el trabajo de su vida en mis manos, y un año para escribir la obra”. Ahora, con el libro entre las manos, está enfrascado en la dirección de unos documentales sobre la santa de Ávila producidos por Canal Historia y que, de alguna manera, beben del espíritu de este relato.

PREGUNTA.- A la vista está que Y de repente, Teresa le ha pasado factura. ¿Ha sido el libro más complejo que ha escrito?

RESPUESTA.- El más difícil, sin duda. Sobre santa Teresa hay mucho escrito y era muy complicado encontrar algo que no estuviera tratado, por lo que había que tomar la determinación de elegir un camino que pudiera acompasar bien una novela histórica en sentido puro para que resultara entretenida e interesante. De repente me encontré con una historia que, por supuesto, conocen sus biógrafos, pero que no es tan popular para el público. A menudo, las biografías de los santos se transforman en hagiografías que hacen que desaparezca todo aquello que pueda deslucir de alguna manera su trayectoria. En el caso de Teresa de Jesús, este episodio es el haber sido seriamente sospechosa para la Inquisición.Y de repente, Teresa, novela de Jesús Sánchez Adalid, Ediciones B

P.- ¿A la Santa le preocupó estar en el punto de mira?

R.- Hay unas declaraciones del padre Gracián en las que ella aparece con bastante ánimo frente al problema, pero sabemos a ciencia cierta que le preocupó mucho la Inquisición, no solo por lo que conllevaba frenar su obra reformadora, sino porque sus libros pudieran desaparecer de la vida de los lectores, porque pudiera acabar en la cárcel. Le daba miedo pensar que había sido una persona errónea en sus planteamientos y que estaba sembrando errores en los demás. Entre las palabras que dijo antes de fallecer se encuentra ese “muero hija de la Iglesia”, que refleja cómo le preocupó quedar en entredicho o que sus textos fueran proscritos.

P.- Al ahondar en su figura alejándose de la hagiografía, ¿se le ha caído algún mito o ha descubierto otra Teresa?

R.- La he redescubierto como una persona más realista, como una mujer de su tiempo, implicada en las corrientes ideológicas y espirituales. Santa Teresa pertenece a la Contrarreforma, ese gran movimiento místico y espiritual que se llevó por delante a personajes como el arzobispo Carranza, a fray Luis de León, a fray Luis de Granada, a Juan de Ávila… No hay que olvidar que estuvieron incluso en entredicho los Ejercicios Espirituales de san Ignacio de Loyola. Santa Teresa es una figura complicada porque también pertenece a este tiempo.

P.- Y sin embargo, sale airosa de toda acusación…

R.- De estas dificultades y de muchas otras. La obra que emprendió exigía una salud fuerte que ella no tenía, pero supo salir adelante.

Un viaje mágico

P.- Habrá quien se vea desconcertado porque Teresa no aparece en la página uno del libro. Tampoco en la dos o en la tres…

R.- Desde el inicio tuve claro que no debía ser una biografía, sino una novela en la que el lector debía conocer a santa Teresa como si el propio lector fuera una persona del siglo XVI. Por eso la invitación pasa por mirarla con los ojos de sus mayores críticos, que fueron los inquisidores, los que desconfiaron de ella y de su obra. La propuesta es acercarse al Libro de la Vida de una manera completamente diferente. El Libro de la Vida es la primera autobiografía de la historia de la literatura en la que el propio autor se implica para mostrar sus experiencias, sus interioridades. Es lógico que resultara sospechoso entonces. Si lo contemplamos con los ojos de un hombre del siglo XXI, la perspectiva cambia. La novela histórica tiene la virtud de regalarnos un viaje mágico al pasado, como una cámara panorámica, como si estuviéramos allí.

P.- Pero generar la sensación de “estar allí” le obliga a un esfuerzo literario de adaptarse al lenguaje, al ritmo narrativo…

R.- Requiere tener una estructura lógica, huir constantemente del pastiche, de la falsedad… Exige que te impliques como escritor, y eso es algo que me generó un gran sufrimiento y tensión. Tenía la tentación de presentar un escrito más fácil por respeto y devoción, porque me resultaba duro juzgar a santa Teresa y su obra. Pero lo cierto es que si hubiera renunciado a ello, hubiera incumplido una premisa básica de la novela histórica: la verosimilitud.

P.- Conociendo al personaje histórico y ahondado ahora en la persona, ¿considera que la ha bajado lo suficiente de la peana?

R.- A santa Teresa le ha pasado como a otros santos: se les mitifica, y el mito tiene más poder que la personalidad. Y mira que la personalidad de Teresa es fuerte… Por eso es necesario hacer un esfuerzo para quitar lo manido, lo cursi, los lugares comunes. Este esfuerzo purificador te ayuda a entender lo que todo fiel tiene que comprender de la vida de un santo: que la gracia supera a la natura. Al final puede más lo verdaderamente espiritual que lo que nosotros podamos inventar. Jesús Sánchez Adalid, escritor

P.- Hace unos días escuchaba que santa Teresa sin Dios sería una pobre mujer, con Dios hubiese logrado ser alguien relevante, pero sus mecenas son quienes la llevaron a ser una potencia…

R.- También tuvo sus detractores. Sus enemigos eran poderosísimos. Ahí está la princesa de Éboli, cercana a Felipe II, que entregó su libro a la Inquisición. La traicionó, habló mal de ella, leyó de forma jocosa el Libro de la Vida para que los demás se burlaran de él e hizo ver que no tenía valor intelectual alguno. Estuvo enfrentada también a Rodrigo de Castro Osorio, obispo de Zamora, uno de los personajes más eminentísimos de su tiempo, que la investigó, poniéndole a gente que seguía sus pasos a todas horas. En este sentido, hay una coincidencia muy interesante: el cardenal Espinosa estaba prácticamente decidido a meter en la cárcel a santa Teresa cuando nombran inquisidor a Diego de Quiroga, afín a su obra y protector, que entregó su libro al padre Báñez, el teólogo más eminente de la época, y elaboró el informe favorable en el momento más peligroso para ella.

P.- ¿Hoy se puede decir que existe la Inquisición en la Iglesia?

R.- En todas las religiones hay mecanismos internos de purificación. Claro que hay Inquisición. Pero si bien es cierto que entonces hizo cosas malas, hay que entenderla en las circunstancias en las que se dio.

P.- Mujer y emprendedora. Le echó lo suyo para salir adelante…

R.- Desde una visión del siglo XXI, nos puede parecer natural, pero en pleno siglo XVI su empuje resulta titánico. Tenía que luchar contra el hecho de ser mujer. Lo que menos se podía consentir es que una mujer hablara, y menos todavía sobre cosas espirituales, que estaban reservadas a letrados varones. Lo que hace santa Teresa resulta inaudito en cualquier tiempo y cualquier época.

Agradecido a la Santa

P.- Ahora que conoce tan de cerca a la Santa: si la tuviera enfrente, ¿qué le diría?

R.- Siempre he sido muy devoto suyo y ha formado parte de mi vida en los orígenes, en mi conversión, en mi vocación… Me encomendé particularmente a ella cuando inicié mi carrera literaria, y cuando los carmelitas me pidieron que les echara una mano con la novela del V Centenario, no les podía decir que no. Si la tuviera delante, le agradecería todas sus fatigas, sus desvelos, su autenticidad y su generosidad. Nada de todo lo que hizo fue para ella, no se quedó con nada y trabajó hasta el último instante.

P.- ¿Y si le tocara recensionar la obra de la Santa?

R.- Es una tarea casi imposible. Imagínate, por ejemplo, abordar Las Moradas. Es un tratado de psicoanálisis cuando todavía quedaban varios siglos por delante hasta que llegara Freud. Y, sin embargo, ella nos plantea tesis muy interesantes, como el poder y el peligro de la imaginación, “la loca de la casa”, que trastoca todo, enturbia los enamoramientos, nos hace ver lo que está arriba, abajo y viceversa… Esta intuición de santa Teresa demuestra no solo que poseía una inteligencia privilegiada, sino que era una mujer providencial.

P.- ¿Qué sería de Sánchez Adalid sin esa imaginación?

R.- Literariamente, nada.

P.- ¿Francisco es carne de novela?

R.- Eso lo dirá el tiempo, hay que distanciarse bastante. Hoy te puedo decir que es un personaje muy necesario en nuestro tiempo. Hay que darle tiempo para no mitificarle. En el siglo XVI se cometía el error de considerar a alguien santo demasiado pronto. A Francisco le da naturalidad y libertad el hecho de que entendamos que es necesario.

P.- ¿La opinión pública ha convertido a la persona en personaje?

R.- Sí, pero en una sociedad mediática, que esto no ocurra es imposible. Un papa, dada su trascendencia, es imposible que viva ajeno a esa etiqueta, y más un papa como él, que es atípico y, en tanto que atípico, mediático.

En el nº 2.925 de Vida Nueva

 

LEA TAMBIÉN:

Compartir