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Gestionar para educar


Un libro de Javier Cortés Soriano y Jesús Ángel Viguera Llorente (PPC, 2014). La recensión es de José Luis Corzo

Gestionar para educar, libro de Javier Cortés y Jesús Ángel Viguera, PPC

Título: Gestionar para educar. La función directiva de la Escuela Católica

Autores: Javier Cortés Soriano y Jesús Ángel Viguera Llorente

Editorial: PPC, 2014

Ciudad: Madrid

Páginas: 193

JOSÉ LUIS CORZO | Sin una palabra ni retórica de más, este libro quiere evitar con claridad meridiana, a tiempo todavía, el naufragio de la Escuela Católica (EC) propiedad de las órdenes y congregaciones religiosas, por falta de vocaciones y envejecimiento de sus titulares. En la hora de virar hacia una “misión compartida” con los seglares, los autores sortean la simple suplencia de religiosos y el puro control. Ofrecen una guía del liderazgo y buen gobierno –“función directiva”– de los colegios y redes que los sostienen, con un “giro humanista” –más que pragmático– de la llamada cultura corporativa.

En solo tres capítulos y breve conclusión final desgranan el peligro como una oportunidad –“un presente con futuro”– y dan una alternativa teórica –“gestionar para educar”– articulada en “las estructuras de la función directiva”. Lo malo no es solo la escasez de religiosas y religiosos educadores, sino su tendencia a improvisar ante los cambios; de ejemplo solo citan la coeducación asumida de la noche a la mañana y podrían añadir la gratuidad socialista del concierto… Hay amenazas externas, como el cambio cultural global y digital, o la implacable competitividad escolar, etc.

El libro asienta un supuesto diáfano: “Si la función directiva es la última responsable de la vida y desarrollo de las organizaciones…”, hay que asegurarla al servicio de la EC. ¿Y esta qué es en realidad? No aluden a la Teología de la Educación (tan urgente), pero ven lo educativo como una “plataforma de evangelización” en uno de los ámbitos de la presencia de la Iglesia (política, arte, empresas y, “cómo no, situaciones de cercanía absoluta con los más necesitados”). Sobre tal plataforma hacen una salvedad esencial “en línea con el Vaticano II”: la escuela es una realidad autónoma “que requiere asumir las claves de su propia autonomía”; no coincide, sin más, con una comunidad cristiana. “Confundir estos escenarios siempre produce distorsiones” que ahogan la eficacia evangelizadora.

Manos libres, pues, para diseñar en todos sus detalles, con gráficos y esquemas, una función directiva secular, basada en el servicio, la autoridad y el poder, con un liderazgo compartido y distribuido en todos los rangos y personas del colegio, visualizado en 25 aforismos como “si no te equivocas, es que estás haciendo algo mal” o “nadie sabe más que todos juntos”.

El segundo capítulo vincula la gestión al objetivo de educar y es un verdadero tratado de gestión empresarial, cuya evolución (por instrucciones, por objetivos y hoy ¡por valores!) remite a la Centessimus annus de Juan Pablo II: la empresa es “una comunidad de hombres que buscan la satisfacción de sus necesidades… al servicio de la sociedad entera”. Para no contaminar de obediencia religiosa el modelo empresarial, urge el liderazgo de una nueva cultura corporativa, que incluye la Psicología empresarial.

Tres dialécticas

El capítulo tercero ve la red de centros con identidad local dentro de identidades fundacionales. Hay tres dialécticas (“religiosos-laicos”, “enseñanza-pastoral” y “global-local”), más dificultades entre titularidad, consejo de dirección, equipo directivo, etc., pero hay poca alusión a los consejos escolares y a los padres de alumnos; tal vez la convicción de que la EC es más una oferta educativa en el mercado, que un servicio público (o de los pobres), los orilla. Lo especifico cristiano se confía más a un sector –académico, pastoral, extracurricular– del centro.

La conclusión resume el liderazgo: compartir un buen proyecto educativo, cuidar a las personas que lo forman, revisar la conexión con las aulas.

La bibliografía de 13 títulos sobre organización empresarial y solo tres o cuatro notas declaran las fuentes de esta oportuna y clarísima propuesta. La convicción de sus autores es tanta que el lector debe recordar que, al menos uno de ellos, ha dirigido con extraordinario éxito y durante muchos años una gran empresa católica, el Grupo editorial marianista SM. Puede que a eso se deba lo veraz y lo asequible de cuanto aquí se dice.

Como empresa escolar, este libro suscitará incluso la envidia de la escuela pública española, aquejada de otras graves amenazas, pero más abatibles si dispusiera de un proyecto educativo orgánico y halagüeño como este.

En un terreno que subyace al libro –a flor de su piel–, el lector debe considerar que los supuestos “rasgos identitarios” de la EC (aquí citados con las breves expresiones utópicas habituales y sin mención alguna al Evangelio, lo que es llamativo) están aún pendientes. Basta comprobarlo en los documentos del magisterio eclesial, incluida la declaración conciliar Gravissimum educationis, a punto de cumplir 50 años.

Casi nunca la EC nació como una propuesta ideal y genérica, sino como una respuesta concreta vinculada al entorno y a la urgente obra de misericordia de enseñar a quien carece del arma –social y personal– del saber. Hoy urge relacionar fe y cultura y la solución dualista que superpone pastoral y enseñanza –“plataforma evangelizadora”– no satisface en absoluto.

Inculturar la fe exige también afinar con la mirada del Evangelio las ópticas seculares –las asignaturas– que enseñan la historia y la crueldad de los hombres de ayer y de hoy, la geografía y la explotación del planeta, las ciencias que lo exprimen y no lo reparten, la narrativa y poesía que avizoran nuestra mirada… Nada parecido a hablar de Dios aprovechando el triángulo equilátero, sino en mitad de lo humano: donde Él se hace carne. Sin ello, tal vez resista una escuela de cristianos, pero no será católica, ni siquiera de inspiración cristiana. ¿Lo son hoy? ¿Y abiertas a evangelizar a todos en la visión del mundo?

En el nº 2.925 de Vida Nueva

Actualizado
16/01/2015 | 05:05
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