España es el tercer país del mundo en aportaciones a la Infancia Misionera

Marlon joven Nicaragua y Alberto Cisneros sacerdote proyectos Infancia Misionera 2015

Marlon, joven nicaragüense: “Soy el fruto del trabajo de los misioneros”

Marlon joven Nicaragua y Alberto Cisneros sacerdote proyectos Infancia Misionera 2015

Marlon con Alberto, antes y después del encuentro que le cambió la vida

JOSÉ BELTRÁN | “Hoy puedo decir que soy uno de ellos, he crecido gracias a la ayuda de muchas personas”. Marlon tiene 23 años y estudia Ingeniería Informática en Nicaragua. Con gesto firme y agradecido, parafrasea el lema de la Jornada de la Infancia Misionera, que se celebra el próximo 25 de enero.

“Yo soy el fruto de este trabajo misionero. Cuando mi madre falleció de cáncer, me acogieron en la Fundación. Desde fuera lo ven como una ONG, una casa-hogar o una institución, pero para mí es mi familia y hoy me permite ir a la universidad. Mis hermanos y yo vivíamos separados y hoy somos inseparables. Ahora tengo a mis dos hermanos, pero también a otros 300”.

Alberto Cisneros le mira con atención. Sacerdote de la Diócesis de Osma-Soria, lleva cuatro años en Nicaragua, trabajando en la Fundación Casa Hogar Nuestros Pequeños Hermanos, dedicada a acompañar a niños y jóvenes huérfanos, abandonados, en riesgo de exclusión social o extrema pobreza. En los diferentes hogares atienden a más de 3.500 niños en situación de riesgo y exclusión. “Por nuestras casas han pasado más de 18.000 niños”, detalla el misionero.

Marlon y Alberto han viajado a España para dar a conocer la labor que Obras Misionales Pontificias realiza a través de esta campaña centrada en promover la ayuda recíproca entre los niños del mundo. “Mi misión es acercar a los chavales al amor de Dios desde la liturgia, las celebraciones… Pero, de alguna manera, te conviertes en padre de todos cuando compartes un partido de fútbol con ellos o cuando estás en la cocina. Mis hijos me dan la oportunidad de dar gracias por la vida. Han pasado mucho y uno se siente privilegiado de poder participar en esta obra”, reflexiona Alberto, sabedor de los vínculos afectivos que se generan: “Poder ser agente de misericordia entre los más pequeños me impulsa a seguir en la misión. Algunos ponen mi apellido y se autoadoptan o te dicen: ‘No tengo padre, tú eres mi padre’”.

Consciente del papel de la Infancia Misionera, este sacerdote de 43 años que descubrió su vocación en una experiencia con los combonianos en Ecuador y se sintió llamado a la misión tras el terremoto de Haití hace cinco años, sabe que “nosotros podemos trabajar allá porque otros desde lejos nos cuidan. Es la providencia la que nos sostiene desde hace 60 años, y es ahí donde descubres que es obra de Dios”.

Lo cierto es que, con cerca de 16 millones de euros llegados en 2013 al Fondo Universal de Solidaridad, en 2014, Infancia Misionera financió 2.868 proyectos educativos, de salud y evangelización en los cinco continentes. España es el tercer país que más contribuye, por detrás de los Estados Unidos y Australia, con más de dos millones de euros, apoyando así 347 proyectos, de los que se han beneficiado más de 218.000 menores de 40 países.

De ahí que el director de Obras Misionales Pontificias, Anastasio Gil, insista en la necesidad de dar las gracias a todos los chavales que contribuyen con su oración y sus aportaciones económicas, así como a los “misioneros que gastan su vida para que nunca se apaguen las sonrisas de los niños”.

Una “app” y un concurso de cuentos para evangelizar

Anastasio Gil considera que el lema de este año de la Infancia Misionera, Yo soy uno de ellos, es una clara invitación a mostrar a los niños que “todos somos hijos de Dios, sin distinción de raza. Evitamos el peligro próximo e inmediato de dividir al mundo y a la infancia entre los que ayudan y los que son ayudados: todos juntos construimos un mundo nuevo”.

En este empeño de dar un impulso a la animación misionera en las nuevas generaciones, Obras Misionales Pontificias ha puesto en marcha diversas iniciativas, amén de los habituales materiales audiovisuales. Entre ellas, la creación de un aplicación para tabletas –disponible en Android, Windows y Mac–, con un trivial, láminas para colorear, juegos de habilidades…

También se ha convocado un concurso de cuentos para niños de 6 a 12 años, que ha contado con el patrocinio de la editorial PPC y Vida Nueva. En esta primera edición, el jurado ha decidido premiar la creatividad mostrada por Carmelo Gálvez Alvariño, alumno de 1º de ESO del Seminario Menor Inmaculada de Orense. Carmelo ha planteado un relato autobiográfico en forma de rap.

En el nº 2.925 de Vida Nueva

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