El yihadismo impulsa la “cultura del descarte”… contra Dios

En su discurso al Cuerpo Diplomático, el Papa pide a los líderes musulmanes que lo condenen

EL PAPA RECIBE A LOS NUEVOS EMBAJADORES DE LA SANTA SEDE

El Papa saluda a uno de los diplomáticos musulmanes presente en el acto

El yihadismo impulsa la “cultura del descarte”… contra Dios [extracto]

DARÍO MENOR (ROMA) | Hay una fecha marcada en las agendas de los embajadores y diplomáticos acreditados ante la Santa Sede, la del día en que, cada inicio de año al acabar las fiestas de Navidad, se celebra la audiencia que el obispo de Roma les concede en la Sala Regia del Palacio Apostólico del Vaticano. Los pontífices realizan en estas ocasiones siempre discursos de peso, desgranando los puntos calientes geopolíticos y sociales que más le preocupan a la Iglesia católica en el mundo de hoy. Es lo que hizo Francisco el lunes 12 de enero ante los representantes de los 180 estados con los que mantiene relaciones diplomáticas la Santa Sede.

Cinco días después del atentado contra la redacción del semanario satírico francés Charlie Hebdo, que costó la vida a doce personas, Jorge Mario Bergoglio cogió por los cuernos la cuestión del islamismo radical. Fue más allá de la “firme” repulsa que había hecho la semana anterior por estos “horribles” ataques, al pedir el fin de la equidistancia que muestran algunos frente a este fenómeno: “Espero que los dirigentes religiosos, políticos e intelectuales, especialmente musulmanes, condenen cualquier interpretación fundamentalista y extremista de la religión que pretenda justificar tales actos de violencia”.

Francisco concibe el yihadismo como una representación más de la “cultura del descarte” de la que en tantas otras ocasiones se ha ocupado, denunciando sus víctimas en diversos campos. A su juicio, el fundamentalismo religioso, “antes incluso de descartar a seres humanos perpetrando horrendas masacres, rechaza a Dios”, pues lo relega a un “mero pretexto ideológico”. Entre quienes sufren esta utilización criminal de la fe, están los asesinados en París, víctimas de la “dimensión personal del rechazo”, de una forma de pensar que “destruye los vínculos más íntimos y auténticos, acaba por deshacer y disgregar toda la sociedad y genera violencia y muerte”. Hace del prójimo un “objeto” que ya no se ve como un ser humano “de la misma dignidad”. Otros damnificados por estas formas tergiversadas de concebir la religión de los que se acordó el Papa son los cristianos y otras minorías que viven en los países árabes, así como los más de cien niños que murieron en el atentado a una escuela en Pakistán el pasado diciembre (VN, nº 2.922).

“Un Oriente Medio sin cristianos sería un Oriente Medio desfigurado y mutilado”, dijo Francisco en su discurso, de más de media hora de duración, pidiendo a la comunidad internacional que “no sea indiferente” ante la rápida disminución en el número de seguidores de Jesús en su tierra. Dos de las naciones más castigadas de estas región son Siria e Irak, devastadas por conflictos “escalofriantes” y golpeadas por el terrorismo fundamentalista, que también afecta a otras minorías, como los yazidíes. Frente a esta devastación, pidió a la comunidad internacional que adopte “medidas concretas” en favor de la paz y para defender a quienes sufren las consecuencias de la guerra.

Cambio de actitud

Tanto quienes huyen de los conflictos bélicos como los que lo hacen de la persecución o de la miseria se merecen un “cambio de actitud” por parte de los países llamados a acogerles, para que se acabe pasando de “la indiferencia y del miedo” a una “sincera aceptación del otro”. Por eso, el Pontífice invitó a los estados y a las diversas organizaciones internacionales a que actúen de una forma decidida “para resolver estas graves situaciones humanitarias y prestar la ayuda necesaria a los países de origen de los inmigrantes”, de tal manera que se propicie el “desarrollo sociopolítico y la superación de los conflictos internos”.

Además de citar los conflictos de Ucrania, Nigeria, Libia y la República Centroafricana, teatro de operaciones de esa “auténtica guerra mundial combatida por partes” que, en su opinión, está dándose en la actualidad, el Papa denunció ese “otro horrible crimen” que llevan aparejadas las guerras: la violación. “Se trata de una ofensa gravísima a la dignidad de la mujer, que no solo es deshonrada en la intimidad de su cuerpo, sino también en su alma”, lamentó.
Francisco también tuvo palabras para las víctimas de la epidemia de ébola y dejó un espacio en su discurso para el optimismo, acordándose de los hitos positivos alcanzados en 2014. Entre ellos destacó el acuerdo entre los Estados Unidos y Cuba para “poner fin a un silencio recíproco que ha durado medio siglo”.

En el nº 2.925 de Vida Nueva

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