Espiritualidad escolar para transformar la ciudad

Los Escenarios de paz del colegio Manuelita Sáenz

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Cerca de las tres de la tarde los convocados comienzan a llegar al auditorio del colegio distrital Manuelita Sáenz, ubicado en la localidad de San Cristóbal, al suroriente de Bogotá. Los estudiantes, en compañía de un grupo de padres de familia, no han sido citados a una presentación de informes académicos. La actividad que tendrá lugar en un rato ha sido denominada “Escenario de paz” y es uno de los proyectos más apreciados en la institución educativa por su aporte a la convivencia y al crecimiento de los alumnos.

Epidemia de violencia

La localidad de San Cristobal es uno de los sectores más violentos en la capital del país. Según un informe publicado por la Consultoría para los Derechos Humanos y el Desplazamiento (Codhes), en la zona “operan redes criminales y delictivas que van desde pequeñas asociaciones informales (responsables en su mayoría de los hurtos o atracos) hasta redes criminales altamente estructuradas que, entre otros crímenes, son las presuntas responsables de las privaciones arbitrarias a la vida llamadas ‘ajustes de cuentas’”. El Centro de Estudios y Análisis en Convivencia y Seguridad Ciudadana (CEACSC) señalaba recientemente que el índice de homicidios aumentó en la localidad de 38 a 71 en los últimos dos años (más de 27 víctimas por cada 100.000 habitantes).

De una población perteneciente a los estratos uno, dos y tres, la mayoría de los pobladores de San Cristóbal conforma el segundo grupo. Muchas familias están constituidas por personas que han debido abandonar su lugar de origen por cuenta del conflicto armado o de la pobreza. Lejos de ser un espacio de sana convivencia, en la localidad se presentan graves casos de violencia intrafamiliar, en especial, contra las mujeres. Aprovechándose de la condición de exclusión de muchos niños y jóvenes, los grupos armados los involucran en sus actividades ilegales. En consecuencia ha crecido el consumo de droga, sumándose a problemáticas como la trata y la extorsión.

Sanar desde el cuerpo

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Llegado el momento, inicia la actividad. Un video presenta el testimonio de una abuela mejicana, responsable de su nieto con parálisis cerebral. La proyección sirve para que los asistentes caigan en la cuenta de los lazos de cuidado que hacen posible la vida. La cámara registra el diario vivir de una familia en su esfuerzo por salir adelante, mientras todos en el auditorio permanecen atentos.

Marcelo Torres, coordinador de la red Teoartística de KaiRed, anima la experiencia, con ayuda de una colega. El segundo momento del encuentro está mediado por la música. Los participantes cierran los ojos mientras son invitados a respirar profundamente y hacer conciencia de su cuerpo. La meditación da pie a un espacio de reflexión sobre la propia vida. 

Más adelante, luego de un segundo video, se propone a los participantes formar dos círculos, uno dentro de otro. Cara a cara, hijos y padres expresan mutuamente sus sentimientos, motivados por el contenido de los videos proyectados y de la letra de una canción que suena de fondo. Lo hacen con sus manos, sin palabras; tocando el rostro de quien tienen al frente, abrazando. 

La mayor parte del tiempo, la actividad transcurre propiciando ejercicios corporales para ponerse en relación con el otro y abrirse a la mutua comunicación. En el momento culmen, cuando la atmósfera se carga de contenido emocional. Marcelo pide a los padres de familia que hablen al oído de sus hijos, que expresen con palabras lo que están viviendo. Después son los hijos quienes deben hablar con sus padres. En los talleres el cuerpo es el recurso principal para manifestar afectos y rescatar los vínculos que unen a las familias. La intuición es que recobrando los lazos familiares se puede trasformar lo que está pasando en la localidad. 

En siete años de historia, los escenarios de paz han influido positivamente en la comunidad educativa del colegio Manuelita Sáenz. Jóvenes que viven en un entorno marcado por la violencia han podido encontrar en estos espacios una espiritualidad que recupera el valor de la vida y de los sentimientos. El cuerpo ha dejado de ser sinónimo de abuso para convertirse en medio para una convivencia diferente dentro del colegio y la familia, dos escenarios de paz.

Texto y foto: VNC

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