“Walesa. La esperanza de un pueblo”: El valor de un líder

J. L. CELADA | Quienes le conocieron durante sus años de mayor actividad pública aseguran que es un tipo lleno de contradicciones, aunque difícilmente predecible; entrometido, incluso engreído, sobrado de agallas y con madera de líder. Al menos, así nos presenta el polaco Andrzej Wajda a su compatriota Lech Walesa (Popowo, 1943) en Walesa. La esperanza de un pueblo, un biopic centrado en dos décadas (1970-1990) que resultarían cruciales para él y los suyos, para su país y para el conjunto de Europa.

El último trabajo del veterano director arranca con la entrevista que el biografiado mantuvo con la periodista Oriana Fallaci en 1980, año en que se fundó Solidaridad, el sindicato independiente de raíces cristianas que llegaría a agrupar a diez millones de opositores al régimen. Sin embargo, la charla entre ambos (recurso del que se abusa innecesariamente como subrayado de una historia que se cuenta sola) nos remonta a 1970, cuando los trabajadores de los astilleros de Gdansk toman las calles. Su protesta contra las penurias económicas de entonces –subida de precios, escasez de alimentos básicos, colas en las tiendas…– y la sangrienta represión de la misma constituyen el caldo de cultivo del compromiso sociopolítico de alguien que se reconoce “lleno de odio interior, de ira acumulada”, desde su infancia, y dispuesto a usarla “con inteligencia para controlar el odio de los demás”.

Pero la cinta de Wajda nos descubre también el carisma de quien se siente “un hombre de fe”, plenamente consciente de que ha llegado su hora y cuyas dotes de mando ya se intuían en aquel niño de granja que soñaba con ser piloto. Porque nada explica mejor la trascendencia de su figura que ese liderazgo que ejercía sobre cuantos seguían sus consignas (“las masas sin líder no tienen futuro”, solía repetir). Y este Walesa. La esperanza de un pueblo da buena cuenta de ello.

WAŁĘSAImágenes de archivo de la época (la visita de su admirado Juan Pablo II a Polonia en 1979, las “huelgas solidarias” de los 80, la ley marcial, el fin del comunismo…) se cuelan en la ficción, confiriendo mayor dramatismo si cabe a un relato que tampoco es ajeno a la desatendida vida conyugal y familiar del protagonista. Claro que el futuro Nobel de la Paz (1983) y presidente polaco (1990) nunca abandonó su firme compromiso con la conquista de la libertad. Sin temor a las consecuencias. Incluida la cárcel, “un buen sitio para pensar”.

Frente a las detenciones injustas o los derechos mancillados de la clase obrera, el incansable electricista casi siempre aplicó idéntica fórmula: coraje y sensatez. No parece que Wajda siga del todo este consejo. Aunque mesura y oficio le sobran, uno tiene la impresión de que el cronista oficial de la Polonia contemporánea (Pan Tadeusz, Katyn…) ya no está por la labor de arriesgar. Una verdadera lástima, sin duda, porque tan interesante documento bien merecía una apuesta cinematográfica mucho más atrevida. Como mínimo, a la altura del personaje retratado.

FICHA TÉCNICA

TÍTULO ORIGINAL: Walesa. Czlowiek z nadziei.

DIRECCIÓN: Andrzej Wajda.

GUIÓN: Janusz Glowacki.

FOTOGRAFÍA: Pawel Edelman.

PRODUCCIÓN: Michal Kwiecinski.

INTÉRPRETES: Robert Wieckiewicz, Agnieszka Grochowska, Iwona Bielska, Zbigniew Zamachowski, María Rosaria Omaggio.

En el nº 2.924 de Vida Nueva

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