La Vida Consagrada está ahí

El análisis

aquilino1

AQUILINO BOCOS MERINO, CMF | La Vida Consagrada está ahí, permanentemente expuesta. Sus comunidades, personas, presencias y servicios están al alcance de cuantos quieran interesarse por ella. Está ahí, ofreciéndose como “confesión de la Trinidad”, “signo de fraternidad” y “servicio de caridad” (VC). A los consagrados y consagradas se les encuentra en todo el mundo; en los lugares más inverosímiles. Proceden de muy distintas naciones, hablan las más extrañas lenguas y habitan en contextos sociales muy diferentes. En unas partes son mayores y en otras son jóvenes. Hacen propias las urgentes necesidades de sus contemporáneos, sobre todo el sentido de la vida, la familia, el hambre, la pobreza, la emigración, la injusticia, la paz. La variedad de institutos forma un mosaico precioso. Doquier se hallen intentan seguir a Jesucristo y reproducir su modo de vida. También ellos quieren pasar por el mundo haciendo el bien. 

La Vida Consagrada está ahí [íntegro suscriptores]

Son frágiles y vulnerables. No ocultan sus carencias, errores, negligencias y pecados, pero también afirman con su vida la sobreabundancia de gracia recibida. Cada uno puede confesar con san Pablo: “Por la gracia de Dios soy lo que soy” (1 Cor 15, 10). Aun clamando “me encanta mi heredad”, mantienen su condición de buscadores. El Concilio Vaticano II les dio pautas para la renovación de sus vidas y de sus estructuras y no han dejado de empeñarse en aplicar sus orientaciones. Saben cuál es su puesto en la Iglesia y quiénes son sus compañeros de camino. Han aprendido a compartir la espiritualidad y la misión, sin perder su condición de consagrados.

aquilino2El papa Francisco ha declarado este año en la Iglesia como Año de la Vida Consagrada. Muchos hablarán de ella. Él mismo ha comenzado con su carta Testigos de la alegría, del pasado 21 de noviembre. Va dirigida a los consagrados y a cuantos laicos se relacionan con ellos, pero implica a la Iglesia entera. Invita al pueblo cristiano a agradecer el don que el Espíritu ha depositado en tantos consagrados y consagradas, herederos de grandes santos y santas que han fraguado la historia del cristianismo. ¡Qué buena coincidencia celebrar este Año, cuando toda la Iglesia se involucra en el anuncio del Evangelio de la alegría!

Esta celebración es una oportunidad para aclarar ideas, purificar actitudes y sumar esfuerzos. Interesa a todos que esta vocación eclesial vaya bien. Si ella va bien, la Iglesia va bien (J. Leflon). Y todos podemos colaborar a que viva sus exigencias evangélicas y siga siendo signo, símbolo, testimonio del poder del Resucitado allí donde nadie quiere estar, entre los pobres más olvidados, en las fronteras más cruciales para los hombres de hoy. La necesitamos como memoria para mantener viva la fe y ardiente la caridad para la transformación del mundo según el designio de Dios.

A menudo se escuchan preguntas por su presente y futuro. No falta quien la considera un producto del pasado, ya caducado. Hay quien pone el acento en cuestiones secundarias y quien extrapola los datos haciendo juicios incorrectos, movido por el pesimismo o el optimismo. Ha crecido la increencia en nuestro entorno y la inmensa mayoría de nuestros contemporáneos se desinteresa de la Vida Consagrada o apenas pasa el umbral de la mera curiosidad. Pensando en los lectores de Vida Nueva, analizo varias miradas que se dirigen hacia esta vocación y algunas vías de aproximación a ella.

Artículo íntegro para suscriptores en el nº 2.923 Especial Vida Consagrada de Vida Nueva

Compartir