Editorial

Vivir con pasión

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EDITORIAL VIDA NUEVA | Se cumplen 50 años de la Perfectae Caritatis, un aniversario de oro para retomar esa llamada a la renovación de la Vida Consagrada que se impulsó de la mano del Vaticano II y que se ha acogido hasta hoy con valentía en conventos, abadías y monasterios. Lejos de bajar el ritmo, es tiempo de afrontar con audacia el deseo manifiesto del papa Francisco para que 2015 sea un año de gracia en los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica.

La Iglesia se debe a los consagrados. Los consagrados se deben a la Iglesia. No podría ser de otra manera, y la experiencia nos dice que cuando este diálogo fraterno no se ha ejercido desde la comunión y el respeto a la diversidad, no solo se generan desafortunados e innecesarios desencuentros entre los pastores y la Vida Consagrada. Las consecuencias le pasan factura a la construcción del Reino en la Iglesia local, a un mundo que sigue necesitando de un anuncio real de la Buena Noticia que solo puede llegar desde el trabajo en equipo. De ahí que la Santa Sede haya querido ser la primera en dar un paso hacia adelante en este sentido con la revisión del documento Mutuae relationes, que aborda precisamente los cauces operativos entre obispos y consagrados.

Así, atendiendo a los signos de los tiempos, la Vida Religiosa está llamada más que nunca a respaldar cuantas iniciativas y reformas nacen del Santo Padre, aunque solo sea porque es el propio Francisco quien está demandando en primera persona, y de forma constante, este apoyo, que ha de ser explícito, frente a quienes se resisten al cambio. Y todo, sin temor a ser acusados de tener tortícolis por mirar a Roma. Porque, justamente, fijar la atención en Santa Marta implica hacerlo sobre las preocupaciones de un pontífice que mima la universalidad de la Iglesia, poniendo en un primer plano a quienes escuchan a los que están al otro lado de la valla, a quienes les reciben cuando llegan a Lampedusa, a los que sueñan en un futuro para los cartoneros de los suburbios de Buenos Aires, a los que acompañan a los exiliados cubanos y a los que son paños de lágrimas para los que sobreviven sin apenas recursos en la Isla. Ahora que toda la Iglesia se encamina para atender a las periferias, ¡los consagrados ya estaban allí de avanzadilla desde hace años!

Por eso Francisco necesita de los religiosos para acometer y apuntalar las reformas que ya están en marcha. No sacando músculo y vanagloriándose de conquistas, sino desde la oración y la acción. Desde la contemplación, que es fuente de energía para alumbrar lo que Dios quiere para sus hijos. También desde una vida cotidiana en verdadera comunidad. Pero, sobre todo, desde unas obras que sirvan a la sociedad como reflejo de las bienaventuranzas.

“La Vida Religiosa debe permitir el crecimiento de la Iglesia por el camino de la atracción”, planteó el Papa como desafío durante su encuentro con los superiores generales. Fue más allá: “Hoy Dios nos pide esto: salir del nido que nos contiene para ser enviados”. Pero, ¿cómo dejar la zona de confort para iniciar una aventura 2.0? ¿Cómo abrirse cuando se acumulan los años y faltan manos? ¿Cómo ser fecundos en la era de la obsolescencia programada?

Este número especial de Vida Nueva que ahora tiene en sus manos pretende ahondar en estas cuestiones, desde una radiografía de la Vida Consagrada que no busca ser autorreferencial, abordando los obstáculos que se le presentan, desde el invierno vocacional hasta el cierre de instituciones, desde las dificultades para el discernimiento vocacional al relevo y la inculturación en la misión, desde la intercongregacionalidad hasta la misión compartida de los laicos. Pinceladas para la reflexión, para el trabajo, para afrontar una llamada “apasionada y apasionante”, como apunta Luis Ángel de las Heras, presidente de CONFER.

Solo afrontando con madurez la realidad interna y la del entorno, los votos, las promesas o los compromisos se podrán convertir una vez más en voz profética, en verdadera radicalidad en el amor y en el servicio. No es una tarea sencilla apostar por esta fidelidad creativa, pues la propuesta de nuevas vías tiene mucho de entrega martirial, de incomprensión de unos, de sospecha de otros. Sin embargo, ha de acometerse sin miedo a la vejez, sin temor a la novedad que traen las sorpresas de Dios, siendo fieles a las raíces que van más allá de unos valiosos carismas, para buscar y encaminar al otro hacia el Jesús hermano, padre y amigo. Aquí y ahora.

En el nº 2.923 de Vida Nueva