Contemplar para vivir, actuar para convertir

Vida monástica

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MARÍA PÉREZ | En la localidad abulense de Sotillo de la Adrada, a 100 kilómetros de Madrid, se encuentra el monasterio de la Conversión de la Orden de San Agustín. Una nueva comunidad contemplativa fundada en el año 2000 con una vocación clara: volver al hombre del siglo XXI hacia Dios. Un modelo de vida coherente, que nace del sueño de siete hermanas que quisieron vivir una vida contemplativa, pero con acceso al hombre de hoy, sin una reja ni un cordón entre medias.

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sotillo3Recibe a Vida Nueva la hermana Carolina, una de las fundadoras. Aún es de noche cerrada, pero las hermanas ya han comenzado el día con el oficio de lecturas, una hora de oración personal y un rato de comentario del Evangelio. La superiora, la Madre Prado, apunta que ellas tienen una hora entera de oración, mientras que el resto de contemplativas tienen dos. Desde el momento en que entramos por su puerta, Vida Nueva forma parte de la comunidad. A las 8 en punto de la mañana, y mientras se cuelan los primeros rayos de luz por los cristales de la capilla, comienzan los Laudes. Sorprende el cuidado y la belleza que, salmo a salmo, se desprende de cada uno de los cantos.

Tras el desayuno en silencio, la comunidad disfruta de un rato de deporte. Acompañamos a la hermana Bego, jovencísima granadina de 26 años, durante su paseo por el monte que rodea el monasterio. “Yo nunca me habría visto aquí. Era mucho más misionera, viajé, experimenté… y, sin embargo, cuando estaba agotada en mi vida, esto vino a mí sin que yo lo buscara. La vida contemplativa me resultaba aburrida, pero a la vez, cuando empecé a venir aquí, comencé a sentir que todo tomaba orden; que toda mi personalidad, mis miedos, mis afectos, mi pasado, se encauzaban perfectamente en esta forma de vivir”.

Artículo íntegro para suscriptores en el nº 2.923 Especial Vida Consagrada de Vida Nueva

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