‘Camino de la cruz’

 

J. L. CELADA | Catorce largos planos secuencia de una rotundidad conmovedora revelan otras tantas estaciones del particular vía crucis que emprende y culmina una adolescente atrapada entre dos mundos: el de los intereses más comunes entre su generación y el de los dictados de una estricta educación religiosa. Así se nos presenta este Camino de la cruz dirigido por el alemán Dietrich Brüggemann, una historia sin concesiones, como la mirada de esa cámara inmóvil que atrapa los sentimientos encontrados de nuestra protagonista (una Lea van Acken de asombrosa madurez interpretativa).

camiEl calvario de la joven María arranca con la consabida condena a muerte (de Jesús) que rememora este piadoso ejercicio, si bien aquella escena nos remite ahora a una catequesis de Confirmación en la que un puñado de chavales se preparan para convertirse en “soldados de Cristo”, bajo la dirección de un sacerdote más pendiente de librar batallas contra las “muchas máscaras y banderas de Satanás” que de ayudarles a dar el salto hacia una fe adulta. Una tutoría creyente que, sobre todo, nos permite conocer la comunidad –inspirada en la Fraternidad San Pío X– a la que pertenecen: firme defensora de las tradiciones y enemiga declarada de las reformas (misas “modernas” con su música “demoníaca”, comunión en la mano…) que el Vaticano II introdujo en la Iglesia.

Un paseo por el campo, el encuentro con un compañero en la biblioteca o con toda la clase en el gimnasio del colegio, un trayecto en coche con su madre, la cena en familia, su cita con los sacramentos, una visita al médico… son algunas de las etapas que recorre este doloroso trayecto en dirección a la entrega postrera. Y, como sucediera con el Nazareno, también aquí hay cruces con las que cargar (la presunta vanidad que aleja de Dios), caídas (en la tentación de ser como cualquiera de su edad), Verónicas que enjugan lágrimas, la desnudez humillante de quien es blanco de las burlas ajenas, o los clavos de la soledad y el miedo traspasando su inocencia.

Y –como ya ocurriera en Camino (2008), de Javier Fesser–, junto a la cama del hospital, cuando “todo está cumplido”, se agolpan las preguntas: la enfermedad, ¿es una prueba?, ¿un castigo?… Y si se trata de un niño, ¿es una gracia divina, como sostienen algunos? Las ofrendas al Creador, las renuncias humanas, la búsqueda de la felicidad, los anhelos de santidad… Todo cabe en esta excelente película, pero, muy especialmente, la necesaria advertencia contra ciertos fundamentalismos religiosos que confunden sacrificio con autodestrucción, mientras no solo matan el cuerpo, sino el alma.

Con una realización propia del mismísimo Haneke y una estética deudora del mejor Bergman, Camino de la cruz se postula como una de las sorpresas del año que acaba. Si el azote de su atmósfera opresiva y la amenaza de una progenitora que roza la caricatura no nublan nuestra sensibilidad –o nos ahogan en llanto–, sepan que disfrutarán de un rato de gran cine.

 

FICHA TÉCNICA

TÍTULO ORIGINAL: Kreuzweg.

DIRECCIÓN:Dietrich Brüggemann.

GUIÓN:Dietrich Brüggemann y Anna Brüggemann.

FOTOGRAFÍA:Alexander Sass.

PRODUCCIÓN:Leif Alexis, Fabian Maubach.

INTÉRPRETES: Lea van Acken, Franziska Weisz, Florian Stetter, Lucie Aron, Moritz Knapp, Birge Schade, Klaus Michael Camp.

 

En el nº 2.922 de Vida Nueva

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