Editorial

Nacer de nuevo en las periferias

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EDITORIAL VIDA NUEVA | La Navidad no es un cuento. Que se lo digan a José, emigrante en busca de posada. Marcados. Excluidos. Que se lo planteen a quienes prestan sus nombres al relato que José María Avendaño regala a los lectores de Vida Nueva al calor de un pesebre que se sitúa en una pedanía manchega. Aunque haya quien a estas alturas no quiera tomar nota de la realidad, cinco millones de personas viven en nuestro país en una situación de exclusión severa. El Informe FOESSA no habla de cifras, sino de jóvenes, ancianos y familias que ven cómo llegar a fin de mes se convierte en un imposible y cómo afrontar el fin de año les lleva a estar condenados a vivir en la periferia del Estado del Bienestar. 

La Navidad no es un relato corto. Lo saben los Magos de Oriente, que volvieron por otro camino, con todo lo que implica cambiar la hoja de ruta, aunque Mateo no se detenga a explicar cómo de distinto fue el retorno tras su encuentro con el Salvador. Este cambio se percibe en Marisa, esa mujer a la que conoce y reconoce Ángeles López en su artículo, que se ha encontrado con la esencia del ser después de vencer su propia periferia existencial, esa en las que se ve atrapada esa sociedad que parece tenerlo todo, que vive ajena a un Dios que nace en lo oculto, en lo pequeño, en lo sencillo.

La Navidad no es una novela. Es la intrahistoria que protagonizan también unos pastores, sin nombres ni apellidos nobles, que se acercan al portal atraídos por la Buena Noticia. Y salen de allí, dispuestos a propagar la Alegría del Evangelio, la que muestra Elías Alcalde en el Pliego. Del encuentro con todo un Dios hecho Niño, solo puede nacer una Iglesia universal que no tenga miedo a reencontrarse consigo misma en los suburbios. Que sepa reformular tradiciones para darles la frescura de las comunidades jóvenes, que se transforme en Curia eficaz desde la colegialidad, que sea fiel a quien lleva el timón y la brújula de la barca, rezando por él y remando en su misma dirección sin descanso.

La Navidad no es un ensayo. La Encarnación no es una teoría ni se fundamenta en una tesis teológica o filosófica de un doctorado cum laude. La vivió María en su seno, como recuerda el cardenal Amigo en su columna. Una revolución de la ternura, como la califica el obispo Taltavull. El “sí” valiente de aquella mujer es sugerencia permanente a los pastores españoles a mirar a los problemas reales de sus fieles y no tan fieles, a adelantarse como profetas en el desierto periférico, a resolverlos sin mirar para otro lado cuando se presentan, a pedir perdón y a no tener miedo alguno  a comunicar.

La Navidad no es un poema. Es la prosa de una realidad que se impone. Para eso ya estaba Herodes. Es el mundo secularizado que contempla Francisco Vázquez, donde el consumismo arrasa los valores, donde los fundamentalismos revientan la paz, lo mismo en Sidney que en Peshawar, lo mismo en la capital que en los lugares más alejados.

La Navidad es nacer. De nuevo. En la Carrera de San Jerónimo. En Santa Marta. En Añastro. En República Centroafricana. También en Vida Nueva. Y solo se nace de nuevo en las periferias. En Belén.

En el nº 2.922 de Vida Nueva

 

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