¿El fin de los exorcismos?

La denuncia de una menor puede disuadir a los obispos de autorizar esta práctica

iesp6

RUBÉN CRUZ | Adiós a los exorcismos. La denuncia de una menor burgalesa y sus seis tíos maternos contra sus padres por someterla a trece sesiones de exorcismo podría acabar con esta práctica en toda Europa, según José Antonio Fortea, teólogo especializado en demonología. “Llevo muchos años diciendo que el día que haya una condena judicial, que llegará tarde o temprano, los obispos se van a pensar mucho otorgar permisos a los exorcistas”, señala Fortea a Vida Nueva. Y es que el sacerdote tiene muy claro que estamos ante el fin de los exorcismos, porque, “aunque esta sentencia no sea negativa, habrá otra que sí lo será, ya que la Justicia no tiene en cuenta que por esta única denuncia hay mil casos de personas agradecidas”. 

En el mismo sentido se expresó Juan José Gallego, el único párroco dedicado en exclusiva a estas tareas en Cataluña: “Quizá no es el fin, pero será mucho más complicado que los sacerdotes y obispos acepten este ministerio”, ya que las condenas judiciales supondrían cuantiosas indemnizaciones económicas. En la actualidad, la Iglesia en España tiene reconocidos a 15 sacerdotes que se dedican a practicar exorcismos.

Los padres de María –nombre ficticio– decidieron llevar a su hija a Valladolid para someterla a un exorcismo a manos del sacerdote Jesús Hernández Sahagún, “nombrado legítimamente” exorcista por su obispo. La Archidiócesis de Burgos no cuenta aún con un exorcista, aunque hay un sacerdote preparándose para ello, por lo que algunos catequistas y religiosos le recomendaron que contactara con Sahagún. La menor padecía “anorexia acompañada de problemas nerviosos de ansiedad” desde 2012 y había dejado de comer “por hacer penitencia”. Por este motivo, María ha estado ingresada en el Hospital Clínico de Valladolid y en el de Burgos de forma continuada. En septiembre de 2013, la joven intentó quitarse la vida tirándose desde un tercer piso, lo que le provocó graves problemas en la columna vertebral. No obstante, este no fue el único intento, ya que ella misma declaró a la Policía que había intentado cortarse las venas. Este fue el desencadenante que llevó a sus padres a llevarla a un exorcista al interpretar los ataques de ansiedad como “una posesión demoníaca”, ya que la terapia psiquiátrica no estaba surtiendo el efecto deseado, según sus progenitores.

Tres meses después de comenzar con esta terapia, Sahagún consideró que ya le había liberado del demonio, por lo que dejó de tratarla. “Los padres se la llevaron en verano a Benidorm y pasaron ese tiempo sin rastro de ningún problema del pasado”, comentó Máximo Barbero, vicario de pastoral de la Archidiócesis de Burgos, quien ha mantenido contacto con los padres. Sin embargo, “en agosto estuvieron en el pueblo con el resto de la familia y los tíos decidieron denunciar a los padres, junto con la joven, al enterarse de lo sucedido”. Así, la denuncia se formalizó a finales de agosto, fecha desde la que María permanece en un centro de menores. A sus padres, que tendrán que declarar en enero ante el Juzgado de Instrucción número 2 de Burgos, se les imputan los delitos de violencia de género, lesiones y maltrato familiar. Según ha sabido esta revista, los progenitores de María, que este mismo mes cumplió la mayoría de edad, se encuentran “consternados por esta situación, ya que llevan casi cuatro meses sin ver a su hija y no entienden por qué les acusa”.

Un derecho de los fieles

José Antonio Fortea también trató un caso de anorexia hace años: “La chica llegó a estar en los huesos, no podía tragar, se forzaba en comer, pero lo vomitaba, aunque no quería perder peso”. La joven se liberó gracias a que un sacerdote enviado por Fortea rezó por ella mientras duró su estancia en un hospital andaluz. “Los exorcismos son una práctica religiosa que ha sido siempre un derecho de todos los fieles”, argumenta el teólogo, que ha realizado cientos de exorcismos en España desde 1999 hasta 2009, cuando partió a Roma para acabar su tesis sobre demonología. “Atendía cada día a unos diez fieles”, explica.

Por su parte, Máximo Barbero considera que “lo único que se está intentando es dañar a la Iglesia. Un exorcismo no es más que rezar por una persona, es una práctica de ayuda que siempre ha estado presente en la Iglesia, pero la gente cree que es tan llamativo como en el cine”. Del mismo modo, Fortea asevera: “Una persona grita y un sacerdote reza con un libro. A veces hay que sujetarle y se muestra agresiva, pero ni vomita ni levita. El que crea que es como en las películas, se llevaría un gran chasco”.

En el nº 2.921 de Vida Nueva

Compartir