La Iglesia planta cara a los abusos

¿Qué pasos hay que dar cuando se producen estos casos?

APARECEN PINTADAS CON ACUSACIONES DE PEDOFILIA EN PARROQUIA DE CURA DETENIDO

BLANCA RUIZ ANTÓN | Los abusadores no tienen lugar en la comunidad cristiana. Lo han subrayado los últimos papas, legislando primero y actuando después para prevenir y erradicar esta lacra. Pero, ¿qué pasos hay que dar cuando se producen estos casos?

La Iglesia planta cara a los abusos [extracto]

“Al que escandalice a uno de estos pequeños que creen en mí, más le vale que le cuelguen al cuello una de esas piedras de molino que mueven los asnos y le hundan en lo profundo del mar”. Estas son las contundentes palabras que Jesús les dedica a quienes corrompen la inocencia de los más desprotegidos. A todos esos que, en otras palabras, abusan de ellos.

El papa Francisco, en la llamada telefónica al joven de Granada que ha denunciado haber sido objeto de abusos sexuales por parte de sacerdotes, le pidió perdón por el “grave pecado y el grave delito” que habían cometido contra él. La solución a estos problemas es complicada, pero

El jesuita Hans Zollner, en el centro, durante una vigilia penitencial  contra los abusos en el Vaticano

El jesuita Hans Zollner, en el centro, durante una vigilia penitencial contra los abusos en el Vaticano

sin duda pasa por la Comisión para la Tutela de Menores creada en el Vaticano, un primer y muy importante paso en la acción organizada para erradicar y, sobre todo, prevenir estos terribles delitos dentro de la Iglesia católica. El jesuita Hans Zollner es uno de sus miembros, y el encargado de las medidas de prevención y de la selección y formación de candidatos al sacerdocio.

Zollner, también psicólogo y vicerrector de la Pontificia Universidad Gregoriana, habla con claridad meridiana sobre los casos de abusos sexuales. Asegura que detectar un comportamiento pedófilo es muy difícil, pero que existen indicios comunes que pueden esconder una atracción hacia los niños. “Desde la psicología no se puede tener una certeza matemática de nada, porque no es una ciencia exacta. No tenemos un test que revele estos comportamientos, y si la persona miente, no lo sabremos nunca”, afirma a Vida Nueva. Pero matiza que hay comportamientos que pueden descubrirlos: “Tienen que ver con la dificultad de relación con coetáneos, un interés desmesurado de contacto con personas mucho más jóvenes, como adolescentes y niños o un comportamiento infantil”. “Hay que estar atentos a los comportamientos, pero nunca hay una seguridad absoluta para poder prevenir estos casos de manera total”, subraya.

De ahí la importancia de los grupos de trabajo que él preside en la citada comisión vaticana, porque dentro de la formación a sacerdotes y religiosos es muy importante que los aspirantes cumplan una serie de criterios de idoneidad. Según explica: “Cuando se admite a alguien al noviciado o al seminario, se tienen que cumplir unos criterios claros, y la Santa Sede ya los ha expuesto. En muchos países hay un experto en psicología que trata durante tiempo a los que quieren ingresar en el seminario para ver, entre otras cosas, su grado de madurez”. Y, por supuesto, también sus tendencias sexuales, añade.

PHILADELPHIA CLERGY LISTEN FIRSTHAND TO VICTIMS OF SEXUAL ABUSE“Esto no excluye el peligro de que entren personas que no son suficientemente maduras emocional y afectivamente. Por eso, durante todo el proceso formativo es necesario que se hable de sexualidad, afectividad, de relaciones sanas. La atención y la sensibilidad hacia estos temas por parte de los superiores ha crecido mucho ante todo lo sucedido”, explica. E insiste: “Tiene que explicarse el aspecto afectivo, la relación con el propio cuerpo, los propios deseos, la sexualidad y, sobre todo, con las relaciones con los demás, mostrar dónde están los límites de las relaciones sanas y las que no lo son”.

Para Zollner, “Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco coinciden explícitamente, y subrayan, que solo se puede admitir a personas que estén totalmente preparadas para vivir una vocación tan exigente como es la sacerdotal o religiosa”.

El encuentro que Francisco mantuvo el pasado junio en el Vaticano con un grupo de víctimas de abusos fue histórico y esencial. Juan Pablo II y Benedicto XVI se habían encontrado con víctimas durante sus viajes, pero Francisco las invitó al Vaticano y las escuchó personalmente durante toda una mañana.

Pero, a pesar del esfuerzo de Francisco, la Comisión para la Tutela de Menores aún no está totalmente operativa. Por ahora está formada por seis expertos de Europa y dos de América, aunque faltan nombramientos de otros continentes que se harán próximamente.

Según explica Zollner, la víctima de Granada podría haber sido invitada de manera puntual al grupo de trabajo de escucha a los afectados, del que forma parte Marie Collins, una irlandesa de 67 años que fue víctima de abusos durante su infancia y que ahora es la voz ante el Vaticano de los supervivientes de ese horror.

En ese sentido, el vicerrector de la Gregoriana afirma que “es un tiempo especialmente propicio para trabajar estos temas. El movimiento que Francisco está realizando, que ya había comenzado Benedicto XVI, nos permite hablar abiertamente de los hechos, los problemas y las necesidades que vemos en este campo”.

Zollner insiste en la importancia de un plan de prevención en abusos sexuales. “Cada institución tiene que tener un protocolo especializado, que se explique un código de conducta y que haya personas de referencia a las que, quien lo necesite, sepa que pueda acudir”, afirma. Porque la prioridad es “garantizar la seguridad de cuerpo y de alma a todas las personas que entren en contacto con las instituciones relacionadas con la Iglesia, especialmente los más débiles”.

Medicación y terapia

San Viator

San Viator

La pedofilia está clasificada en el sistema internacional de enfermedades como “un trastorno de las preferencias sexuales”, y aunque no es curable, los impulsos que llevan a los actos sí pueden ser controlados mediante medicación y terapia. Eso es lo que ofrecen centros de rehabilitación como el Saint Luke de Manchester –con sedes también en Estados Unidos– y las casas de los Padres Venturini en Italia y Brasil o la Casa Emaús, en Coahuila, México.

“No queremos ninguna publicidad. Trabajamos para nuestros hermanos. Agradecemos su interés y su llamada, pero no concederemos ninguna entrevista”. Así, educada pero tajantemente, responden en la Casa General de la Congregación de Jesús Sacerdote, en Trento (Italia), más conocida por el nombre de su fundador, el P. Venturini. La intimidad de sus pacientes está por encima de todo y su vocación les lleva a “acoger a nuestros hermanos sacerdotes que atraviesan momentos de especial dificultad” para que vivan “a la altura de su dignidad”.

En estas casas se recibe a sacerdotes con problemas de muy diverso tipo: desde adicciones al juego o sustancias a etapas de depresión, desórdenes alimenticios o pedofilia. Todas coinciden en que no son clínicas para sacerdotes pedófilos, porque los problemas que tratan son muy variados.

El ingreso de los sacerdotes en estos centros puede ser aconsejado por el obispo o superior. Que sea voluntario es el primer paso para la recuperación, pero también puede ser parte de la pena canónica. En esos centros, los afectados pueden cumplir el arresto domiciliario, en caso de que sea parte de la sentencia civil.

Ninguno de los pacientes conoce qué trae a los demás a estar allí. La discreción es absoluta y nadie pregunta, porque no quieren ser preguntados. La acogida es el primer paso; después, sin duda, llega la terapia psicológica y, si fuera necesaria, también la psiquiátrica.

Davide Cito, colaborador externo de la Congregación para la Doctrina de la Fe (CDF), insiste en que en los casos de pedofilia se necesita “un tratamiento específico”. Y subraya que “las posibles penas canónicas no excluyen las penas civiles”.

Los tiempos de ingreso varían en función de las necesidades de los pacientes y de la capacidad del centro. Normalmente no suelen exceder los seis meses, pero en la Villa Iride, en Verbania (Italia), los padres Venturini acogen a los sacerdotes el tiempo que sea necesario hasta su recuperación, pudiendo llegar a pasar años.

En el momento en el que el tratamiento termina, Hans Zollner precisa que “tiene que haber una continuidad cuando vuelve a casa y ver la evolución del sacerdote. Hace falta una atención continuada tras recibir un tratamiento psíquico, psicoterapéutico y psiquiátrico”. Como es el caso de José Domingo Rey Godoy, de 61 años, que acaba de cumplir la condena de once años por abusos sexuales a seis niñas cuando era párroco en Peñarroya-Pueblonuevo, una pequeña localidad de Córdoba, y que ahora trabaja en el archivo diocesano.

“Hay una estrecha colaboración entre los directores del centro de rehabilitación y los superiores”, afirma Zollner, porque de ahí depende su reinserción en la sociedad de manera segura, y que siempre excluye la cercanía de niños.

Tras la denuncia

Davide Cito colabora con la llamada ‘Feria Cuarta’, el departamento encargado en la Congregación para la Doctrina de la Fe de llevar los casos relacionados con abusos cometidos por sacerdotes. En ella trabajan actualmente siete personas, un número del todo insuficiente para hacer frente a los más de 500 casos que se recibieron durante el año 2013. Por eso piden ayuda a expertos penalistas para hacer de jueces, abogados o consultores en los procesos penales.

Cito insiste en la importancia de la colaboración con las autoridades civiles, porque los pecados se purgan en el confesionario y los delitos en los juzgados. “El obispo debe seguir escrupulosamente las normas civiles del país, y siempre con espíritu de colaboración con la policía. En muchos casos, se anima a las víctimas a que denuncien por lo civil, porque puede ayudar mucho al esclarecimiento de lo sucedido. En algunos países existe la obligación de denunciar a las autoridades, como en los Estados Unidos, pero en otros no. La colaboración es fundamental siempre, pero sin violar el secreto de la confesión”, explica.

“El obispo debe comenzar a investigar desde el primer momento. En los Estados Unidos o Irlanda hay una oficina, un departamento nacional que pone en marcha la investigación y, por así decir, se encarga de todo. Desde ese momento ya pueden tomar algunas decisiones, como puede ser el alejamiento de las personas presuntamente relacionadas”, precisa Cito, a pesar de que reconoce que en la mayoría de los países no existe tal departamento, por lo que el obispo suele pedir ayuda a Roma para actuar.

Desde 2011, las conferencias episcopales tienen un protocolo definido de actuación que debe ponerse en marcha desde la llegada de la denuncia. “El caso que ha salido en España venía de hace mucho tiempo. Probablemente ha salido ahora por el incremento de la atención y la sensibilidad a la que han contribuido los medios de comunicación. Esto nos permite intervenir problemas y situaciones que estaban ahí y que no se habían resuelto”, explica Hans Zollner.

Acusaciones veraces

PROTESTA CONTRA ABUSOS SEXUALES DE SACERDOTES EN R.DOMINICANAEn el proceso canónico, tras la investigación previa, el obispo envía los resultados a la Congregación para la Doctrina de la Fe, y allí se decide si el caso sigue en la diócesis o si se lleva en Roma. “Normalmente, el proceso se hace en las diócesis por cercanía, pero a veces, por motivos de escándalo, porque hay un obispo relacionado o porque hay mucho clamor mediático, es Roma la que lleva el caso”, explica Cito.

“Hay un deber civil en todos estos casos, pero, sobre todo, un deber cristiano de evitar que esos casos ocurran. Hay que asegurar que el juicio se lleva a cabo con todas las garantías, tanto para la víctima como para el acusado”, insiste el colaborador de la Congregación para la Doctrina de la Fe.

“Hay que investigar y comprobar la veracidad de todas y cada una de las pruebas y testimonios. No existe un cuestionario fijo que haga saber si la denuncia es cierta. Hay que investigar, ver si es un caso aislado o hay más denuncias contra la misma persona. En ocasiones, esto es revelador, porque llegan testimonios de personas que no se conocen entre ellas y que coinciden en la descripción de los hechos”, explica Cito. “Se le pregunta al acusado si lo ha cometido por debilidad o imprudencia. Aunque todo se comprueba y verifica, se le da la oportunidad de explicarse. Estos actos pueden ser cometidos en un arrebato de locura, pero no es lo normal. Suelen ser la expresión de una actitud continuada, de una tendencia que viene de años y no de un momento puntual”, precisa.

Comprobar la veracidad de los hechos es muy difícil, “porque se consuman en secreto, en silencio y salen a la luz después de muchos años. Muchas personas no denuncian lo sucedido porque es un modo de protegerse y, al hacerlo, reviven todo el daño”.

En muchas ocasiones, como es el caso de Granada, la víctima no pide un resarcimiento económico, sino, simplemente, evitar que casos como el suyo sigan sucediendo dentro de la Iglesia, lo que aumenta la credibilidad del testimonio.

Aunque el número de acusaciones falsas es pequeño, también existen. “Si la acusación no es real y la persona era intachable, se le acogerá de nuevo en su comunidad sin problemas, porque había sido injustamente acusado. Por eso es muy importante verificar todas y cada una de las informaciones que nos llegan”, explica Cito.

En el nº 2.920 de Vida Nueva 

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