Cuando las barbas del vecino…

YAGO DE LA CIERVA | Ex director ejecutivo de la JMJ de Madrid. Autor del libro La Iglesia, casa de cristal (BAC)

“La gente no razona en términos de diócesis, órdenes, movimientos… Piensa: un cura, un obispo. Somos una institución universal”

 

Me puede pasar a mí. Como bien sabe la policía, el crimen no se puede erradicar. Menos aún si sucede en entornos de confianza como el contexto familiar, educativo, religioso. ¿Poniendo cámaras de seguridad en los hogares y vigilantes en las guarderías? Imposible. Casos así son siempre posibles, y el pastor prudente tiene que estar preparado para actuar con urgencia.

Contra el crimen sí funciona la prevención: no dejar que los pequeños problemas crezcan, no tolerar descuidos en temas graves, reforzar la formación permanente, escuchar mucho. Y en una institución católica, cuidando la vida espiritual de cada sacerdote, de cada persona que trabaja para la Iglesia. Como escribió Cervantes: “A olla que hierve, ninguna mosca se atreve”.

Nos afecta a todos. La gente no razona en términos de diócesis, órdenes, movimientos… Piensa: un cura, un obispo. Somos una institución universal. Este año hemos sabido de tristísimos casos de abusos sexuales de parlamentarios ingleses, de periodistas de la BBC, de policías de Bristol, de funcionarios del Foreign Office, y a nadie se le ocurre pedir a Isabel II que abdique, pero con la Iglesia llueve sobre mojado. Lamentarse es inútil; pensemos qué hacer al respecto.

El primer público son los míos. Atender a los medios, sí y bien, porque es tema de interés general. Pero más prioritario aún es llegar a los católicos: a los demás obispos, a los sacerdotes, a los fieles en general. Hay que tomar la iniciativa e informarles por canales propios. No es curiosidad malsana: quieren saber porque les afecta, tienen derecho a saberlo –lo ha dicho el Papa–, y por ellos, la versión de la Iglesia llega a la ciudadanía mejor que a través de los medios.

Las percepciones importan tanto como los hechos. Hay que mirar con los ojos del de fuera, ponernos emotivamente en su lugar y responder con el tono y la rapidez acordes al dramatismo de lo sucedido. Cuando lo único seguro es una acusación no probada, solo se pide tomársela en serio, adoptar la opción más segura sin afirmar ni negar, y prometer que se llegará al fondo del asunto cueste lo que cueste.

En el nº 2.920 de Vida Nueva

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