“Las fronteras no son un valor absoluto”

Nicolás y Lombardi celebran en Roma los 34 años del Servicio Jesuita a Refugiados

Syrian Kurdish refugees walk with their belongings after crossing into Turkey

DARÍO MENOR. ROMA | Los inmigrantes son una riqueza para el país que los acoge. Lo dice repetidas veces el papa Francisco y lo certifican los datos. En España, estudios como los que hace la Fundación la Caixa demuestran que aportan al Estado “mucho más de lo que reciben”: suponen alrededor del 12% de la población, pero solo son responsables de un 5,6% de la utilización de los servicios públicos. Su presencia en nuestro país tiene, además, la culpa del 30% del crecimiento del PIB en los últimos 20 años, según datos de 2011. En otras naciones de nuestro entorno, como Italia, la situación es similar. Según la Fundación Moressa, los inmigrantes aportan a las arcas públicas en impuestos y contribuciones sociales 3.900 millones de euros más del gasto que suponen.

Entre los inmigrantes, una categoría particular son los refugiados. De ellos lleva 34 años ocupándose el Servicio Jesuita a Refugiados (SJR), fundado en 1980 por Pedro Arrupe, entonces prepósito general de la Compañía de Jesús. Para celebrar el aniversario y debatir sobre la situación actual de este colectivo, el 20 de noviembre se celebró un coloquio en Roma en el que participaron Adolfo Nicolás, sucesor de Arrupe al frente de los jesuitas, y Federico Lombardi, director de la oficina de prensa de la Santa Sede.

“Es erróneo ver hoy a los inmigrantes como un problema porque vienen a aprovecharse de nuestro bienestar”, subrayó Nicolás, destacando que hay “mucho que aprender” de los refugiados. “Ellos han perdido todo excepto su humanidad. Nosotros tenemos más cosas, pero tal vez menos humanidad”. De ahí viene que, a su juicio, el encuentro entre el refugiado y el pueblo que lo acoge sea horizontal, no vertical, porque estamos “al mismo nivel y podemos aprender de ellos la humanidad”.

refugiados2En este “encuentro personal” –en el que no debe verse al refugiado como un peso, sino como a un ser humano– el prepósito general de los jesuitas recordó que “todos hemos sido refugiados”. “No hay ningún país en el mundo que no haya recibido ayuda de otros”, comentó. Puso como ejemplo a las naciones europeas. Fueron receptoras de ayuda de los Estados Unidos tras la II Guerra Mundial por medio del Plan Marshall, pero hoy controlan sus fronteras poniendo por delante la seguridad a la vida de las personas. Pero las fronteras no son un valor absoluto”, advirtió Nicolás, quien dejará las riendas de la Compañía de Jesús a finales de 2016. Es responsabilidad de la Iglesia y de los ciudadanos recordarle a los gobiernos esta idea, pues hasta ahora la Unión Europea no ha adoptado ninguna medida para garantizar la seguridad de los refugiados que huyen de sus países y tratan de alcanzar el Viejo Continente.

Es esa una de las líneas de trabajo del SJR, presente hoy en más de 50 países, donde responde a las necesidades educativas, sanitarias, sociales y asistenciales de casi 950.000 refugiados y desplazados. Quienes se benefician de su labor son de distintas razas, etnias y religiones, y más de la mitad son mujeres. A finales de 2013, trabajaban en este organismo alrededor de 1.400 personas, entre laicos, jesuitas y religiosos de otras congregaciones. Lombardi recordó que, cuando fue creado el SJR y en los años sucesivos, los jesuitas esperaban que dejaran de hacer falta sus servicios. “Por desgracia, con el paso del tiempo se ha convertido en algo cada vez más necesario”.

En el nº 2.919 de Vida Nueva

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