La Europa de las personas no es una utopía

Visita del papa Francisco a Estrasburgo

ANTONIO PELAYO (ESTRASBURGO) | En su visita a Estrasburgo, donde ha dirigido sendos discursos al Parlamento Europeo y al Consejo de Europa, el papa Francisco ha lanzado un llamamiento urgente: la Europa “cansada” y “replegada sobre sí misma” puede volver a ser un modelo para el mundo. No tanto para imponer un economicismo sin rostro, sino, precisamente, para demostrar que el ser humano y su dignidad han de ser el referente de todo sistema de convivencia.

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Pope Francis addresses the European Parliament in Strasbourg, FranceFrancisco esta vez ha ido a lo esencial: venía a Estrasburgo a pronunciar sendos discursos ante el Parlamento Europeo y el Consejo de Europa, y no ha querido perder tiempo. De las cuatro horas que ha pasado en la ciudad alsaciana ha dedicado hora y media a hablar y el resto a las inevitables ceremonias protocolarias con las autoridades.

El 25 de noviembre comenzó, pues, muy temprano para él; el avión de Alitalia despegó de Fiumicino a las ocho de la mañana e, impulsado tal vez por la prisa de su más importante pasajero, llegó a destino con media hora de antelación sobre el horario previsto.

En el aeropuerto de Estrasburgo-Entzheim tuvo lugar una sencilla ceremonia de acogida. Puesto que no se trataba de una visita a Francia –aunque se desarrolló en territorio galo–, el Gobierno de París se hizo representar por el secretario de Estado Harlem Desir, que se ocupa de Asuntos Europeos.

El séquito eclesial lo conformaban el cardenal Peter Erdö, presidente del Consejo de Conferencias Episcopales Europeas; el cardenal Reinhard Marx, presidente del COMECE (Consejo de las Conferencias Episcopales de la UE); los nuncios ante la Unión Europea, Alain Paul Lebeaupin, y ante el Gobierno francés, Luigi Ventura; así como el Observador Permanente ante el Consejo Europeo, Paolo Rudelli, y, naturalmente, el arzobispo de Estrasburgo, Jean-Pierre Grallet, un poco apesadumbrado por el hecho de que el Papa no haya visitado su famosa catedral, que cumple su primer siglo.

Los dieciocho kilómetros que separan el aeropuerto de lo que podríamos denominar “polígono europeo” de Estrasburgo, fueron recorridos a gran velocidad, puesto que no se había previsto la presencia de fieles a lo largo del trayecto. Era una mañana gris y fría, pero afortunadamente sin lluvia.

En la puerta principal del inmenso edificio que es la sede del Parlamento de la UE (en realidad las sedes son dos, la de Bruselas y la de Estrasburgo) le esperaba el socialdemocráta alemán Martin Schulz, que desempeña el puesto de presidente por segunda vez, al ser reelegido para tan importante función en las últimas elecciones europeas. Entre Schulz y Bergoglio la relación es muy fluida, como ya se vio en la visita que realizó el presidente al Papa hace algunos meses. Ambos escucharon los respectivos himnos y, sin intercambio de discurso alguno, penetraron en el interior, donde les esperaban los representantes de los diversos grupos. El número total de parlamentarios es de 751, en representación de los 28 países miembros.

FRASES RECIBIDAS CON APLAUSOS

¿Qué dignidad podrá encontrar una persona que no tiene qué comer o el mínimo necesario para vivir o, todavía peor, que no tiene el trabajo que le otorga dignidad?
El ser humano corre el riesgo de ser reducido a un mero engranaje de un mecanismo que lo trata como un simple bien de consumo para ser utilizado.
Una Europa que no es capaz de abrirse a la dimensión trascendente de la vida es una Europa que corre el riesgo de perder lentamente la propia alma.
Una Europa capaz de apreciar las propias raíces religiosas puede ser más fácilmente inmune a tantos extremismos.
No podemos olvidar las numerosas injusticias y persecuciones que sufren cotidianamente las minorías religiosas, y particularmente cristianas.
Mantener viva la realidad de las democracias es un reto de este momento histórico, evitando que su fuerza real sea desplazada ante las presiones de intereses multinacionales.
Dar esperanza a Europa no significa solo reconocer la centralidad de la persona humana, sino que implica también favorecer sus cualidades.
La familia unida, fértil e indisoluble trae consigo los elementos fundamentales para dar esperanza al futuro.
Los jóvenes de hoy piden poder tener una formación adecuada y completa para mirar al futuro con esperanza, y no con desilusión.
No se puede tolerar que millones de personas en el mundo mueran de hambre, mientras toneladas de restos de alimentos se desechan cada día de nuestras mesas.
Es hora de favorecer las políticas de empleo, pero es necesario, sobre todo, volver a dar dignidad al trabajo, garantizando también las condiciones adecuadas para su desarrollo.
No se puede tolerar que el mar Mediterráneo se convierta en un gran cementerio. (…) Es necesario actuar sobre las causas y no solamente sobre los efectos.
Ha llegado la hora de construir juntos la Europa que no gire en torno a la economía, sino a la sacralidad de la persona humana, de los valores inalienables.
Ha llegado el momento de abandonar la idea de una Europa atemorizada y replegada sobre sí misma, para suscitar y promover una Europa protagonista, transmisora de ciencia, arte, música, valores humanos y también de fe.

Artículo íntegro para suscriptores en el nº 2.919 de Vida Nueva

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