Adela Cortina: “La falta de ética es también falta de inteligencia”

Catedrática de Ética y Filosofía Política

JUAN CARLOS RODRÍGUEZ | ¿Para qué sirve realmente la ética? Esa pregunta se la han hecho muchas veces a Adela Cortina (Valencia, 1947), catedrática de Ética y Filosofía Política en la Universitat de Valéncia. Tanto que, con la complicidad de la editorial Paidós, aceptó responderla en 184 páginas (ver reseña en VN, nº 2.864). El libro ha ganado el Premio Nacional de Ensayo porque “acierta en aplicar el rigor de la filosofía a los interrogantes de la vida actual”, según el jurado del galardón que concede el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. Un ensayo, realmente divulgativo, que demuestra que la falta de ética “la seguirán pagando sobre todo los más débiles”.

Adela Cortina: “La falta de ética es también falta de inteligencia” [extracto]

La pregunta es inevitable: ¿para qué sirve realmente su libro?
En una ocasión me dijo alguien que el libro tendría que ser leído en todas las escuelas y en todos los hogares del mundo, porque es sencillo pero profundo y, al mismo tiempo, muy sugerente y muy práctico. Y me preguntaba si mi intención era hacer un auténtico “manual de vida”. Le contesté que, en principio, no era mi intención, que solo quería responder a esa pregunta: ¿para qué sirve realmente la ética a las personas corrientes y molientes?, presentando algunas sugerencias claras y concretas. Pero la verdad es que sí ha resultado ser un cierto “manual de vida”, si por “manual” entendemos un conjunto de orientaciones sencillas para vivir mejor.

¿Cómo se sintió al conocer la decisión del jurado?
Asombrada y muy contenta, claro. Asombrada, porque no lo esperaba en absoluto. No sabía nada sobre el Premio Nacional de Ensayo ni cómo se eligen los libros que se presentan como candidatos ni cuándo se reúne el jurado ni quiénes lo componen; mucho menos, que mi libro estaba propuesto. De hecho, cuando se pronunció el fallo yo estaba en clase, por lo que lo supe más tarde; de la facultad me fui directamente a nuestra Fundación ÉTNOR, porque teníamos una reunión, y allí fue donde me llegó la noticia, porque llamaban de distintas radios para pedir declaraciones. En la clase del máster de Ética y Democracias, que tuve inmediatamente, los alumnos me recibieron con un aplauso cariñosísimo, y lo mismo más tarde en ÉTNOR, donde teníamos un seminario. Fue todo realmente cordial.

¿Espera que sirva para que la ética tenga más eco?
Estoy muy contenta porque, con el premio, se reconoce que la ética y la filosofía tienen mucho que decir en la vida corriente. Ojalá tomen nota aquellos a los que corresponde y fomenten su enseñanza en la Secundaria, en el Bachillerato y en las carreras profesionales.

¿Siente que ahora es escuchada por fin?
La verdad es que hay mucha gente interesada por la ética desde hace mucho tiempo, pero son las editoriales, los periódicos y los medios de comunicación los que creen que no vende. De hecho, la persona que bregó en la editorial para que se publicara un libro sobre ética está feliz con el resultado, porque demostró tener un excelente olfato, a pesar del ambiente adverso.

¿Por qué esta travesía del desierto de la ética?
La travesía del desierto es la de quienes están pagando las consecuencias de la falta de ética. Los escándalos que afloran en los medios y en las redes constantemente son bien elocuentes de que una gran cantidad de personas se ha ligado a tramas depredadoras, de que en las instituciones se ha vivido con una cómoda sensación de impunidad. Afortunadamente, se están descubriendo casos, pero el daño causado en gran cantidad de excluidos es irreparable. En este punto, el Informe FOESSA 2014, que presentó Cáritas a finales de octubre, es demoledor. Y Cáritas es perfectamente creíble, porque tiene autoridad moral ganada a pulso.

Falta de ejemplaridad

ACortina-6La ética, insiste usted, es un producto de primera necesidad. ¿Qué ha fallado?
Ha fallado precisamente que las generaciones adultas no han creído, ni creen, que la ética es de primera necesidad. Se predican unas cosas y se hacen otras. Y como los jóvenes no son tontos, se dan cuenta de que las declaraciones no tienen nada que ver con las realizaciones y copian lo que hacen los mayores.

Ha importado más la cuenta corriente que la ejemplaridad, ¿no es así?
La ejemplaridad no ha importado nada. Pero, además, la ciudadanía contempla estupefacta cómo se forman tramas de políticos y empresarios, que son como telas de araña en que todos quedan prendidos, por la propia cuenta corriente, por la de la familia, por mantener el partido, o por todo a la vez. Sin ningún sentido de que la política debe estar al servicio del bien común y de que las empresas tienen que ayudar a formar buenas sociedades.

¿Dónde empieza el comportamiento ético?
La falta de ética es también falta de inteligencia. Cualquier persona razonable sabe que es mucho mejor vivir en una sociedad en la que se respetan las libertades, que las gentes tengan los medios económicos y culturales suficientes como para poder llevar adelante planes de vida en plenitud, que no haya dominación de unos sobre otros y se experimente la solidaridad, que vivir en una sociedad en la que reina la discordia. Lo inteligente es jugar esos juegos en los que todos ganan, y no esos otros en los que unos ganan cada vez más y otros quedan en la miseria. Es mucho más habitable un mundo que funciona con el aceite de la cooperación que con el vinagre del conflicto. Pero, además, un mundo esclavo y desigual es injusto, y la justicia es radicalmente exigente.

“Muchas personas han vivido con la sensación de impunidad”

Premio Nacional de Ensayo por su último libro, ‘¿Para qué sirve realmente la ética?’ (Paidós), la catedrática de Ética y Filosofía Política en la Universitat de Valéncia cree que las personas más vulnerables están pagando las consecuencias de la falta de valores que evidencia la proliferación de tramas corruptas en España. 

¿Cómo encontró en la ética el motor de su obra ensayística y académica?
Empecé mi carrera académica en la metafísica, pero a mediados de los 70, cuando se fue produciendo en España el tránsito del régimen franquista, que apostó por la moral del nacionalcatolicismo, a una sociedad sin código moral único, empecé a dedicarme a la ética para tratar de averiguar si era posible una ética cívica que uniera a todos los ciudadanos. Sí que era posible, porque el nuestro era realmente un país moralmente pluralista, y era urgente reforzar esa ética de los ciudadanos, precisamente para que justicia y felicidad pudieran darse la mano en España y en el contexto mundial. Es incomprensible que aquel sueño no prendiera en una gran cantidad de personas e instituciones. Si hubiera sido así, no tendríamos que lamentar ahora la pobreza, la creciente desigualdad y la falta de cohesión social.

Sus raíces están en Kant, en Apel, en Aranguren. Pero, ¿qué referentes éticos hemos olvidado por el camino?
En lo que hace a la filosofía moral, Kant, Aranguren y Apel siguen presentes en la Academia, como también Aristóteles, Rawls, Habermas y tantos más. En la vida cotidiana hay una gran cantidad de referentes que algunos olvidan, pero otros no. Jesús de Nazaret sigue siendo una referencia indiscutible, como también Buda, Gandhi, Luther King, Aurovindo, Nelson Mandela o la Madre Teresa. En España, gentes lúcidas y entregadas, como Ricardo Alberdi o Rafael Belda, que me han sido –y me son– tan cercanas, forman ya parte de nuestra vida. Pero sigue habiendo también en nuestros días, en todos los países del mundo, grupos y personas que siguen trabajando día a día, asociaciones y organizaciones que se dejan la piel por mejorar la vida de todos. Todos ellos son la auténtica esperanza.

En el nº 2.916 de Vida Nueva.

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