“El hombre se enseñorea de todo, se cree Dios”

En Todos los Santos, Francisco lamenta que se está “devastando la Creación”

ANTONIO PELAYO (ROMA) |Francisco ha querido respetar escrupulosamente las tradiciones vaticanas en la solemnidad de Todos los Santos y en la conmemoración de los Fieles Difuntos: misa el 1 de noviembre en el cementerio romano del Verano, visita a la grutas vaticanas el 2 para venerar las tumbas de los papas y eucaristía el 3 en la Basílica Vaticana en sufragio de los cardenales y obispos fallecidos el pasado año. Ritos heredados, pero que no dejan de tener una significación muy actual, como subrayó Bergoglio en sus alocuciones.

 

El 1 de noviembre, jornada soleada, la Plaza de San Pedro estaba una vez más abarrotada. “Hoy –dijo el Papa antes del ángelus– alabamos a Dios por la innumerable estela de santos y santas de todos los tiempos: hombres y mujeres comunes, sencillos, a veces los ‘últimos’ para el mundo, pero los ‘primeros’ para Dios”.

“La solemnidad de hoy –añadió– nos ayuda a considerar una verdad fundamental de la fe cristiana que profesamos en el Credo: la comunión de los santos. (…) Esta maravillosa comunión, esta maravillosa unión entre el cielo y la tierra se realiza del modo más alto e intenso en la Liturgia y sobre todo en la celebración de la Eucaristía, que expresa y lleva a cabo la más profunda unión entre los miembros de la Iglesia. (…) Esta realidad nos llena de alegría: es hermoso tener tantos hermanos en la fe que caminan a nuestro lado, nos sostienen con su ayuda y junto a nosotros recorren el mismo camino hacia el cielo. Y es un consuelo saber que hay tantos otros hermanos que ya han alcanzado el cielo, nos esperan y rezan por nosotros para que juntos podamos contemplar el rostro glorioso y misericordioso del Padre”.

Esa misma tarde, llegó el Papa al monumental cementerio del Verano, en el popular barrio de San Lorenzo (que sufrió los bombardeos aliados en julio de 1943); allí se habían congregado miles de romanos para asistir a la misa que Bergoglio concelebró con su vicario, el cardenal Agostino Vallini, y otros prelados en un altar donde estaban expuestas las reliquias de san Juan XXIII y san Juan Pablo II.

Pope Francis celebrates Mass at Verano cemetery in Rome on feast of All Saints

Inspirándose en las lecturas del día, evocó la destrucción por los ángeles de la tierra, el mar y las plantas anunciada en el Apocalipsis: “Nosotros somos capaces de devastar la tierra mejor que los ángeles. Y lo estamos haciendo: devastar la Creación, devastar la vida, devastar las culturas, devastar los valores, devastar la esperanza. Y cuánto necesitamos la fuerza del Señor para que nos pare con su amor y su fuerza, para detener esta loca carrera de destrucción. Destrucción de lo que Él nos ha dado, de las cosas más bellas que Él ha hecho para nosotros, para que nosotros las guardásemos, las hiciéramos crecer, para que dieran fruto”. Aquí, Francisco recordó las bombas caídas sobre Roma y aseguró que “esto no es nada en comparación con lo que hoy sucede. El hombre se enseñorea de todo, se cree Dios, se cree el Rey. Y las guerras, que continúan no precisamente para sembrar granos de vida. Pero es la industria de la destrucción. Un sistema de vida que, incluso, cuando las cosas no se pueden arreglar, se desechan: se desechan los niños, se desechan los ancianos, los jóvenes sin trabajo (…). Esta devastación ha creado esta cultura del descarte. Se descartan los pueblos”.

Siempre apoyándose en las imágenes de la Escritura, Bergoglio se refirió al drama de los refugiados: “Ahora comienza el frío: esos pobres que tienen que huir para salvar sus vidas, de sus casas, de sus pueblos, de sus aldeas, en el desierto… Y viven en tiendas, sienten el frío, sin medicinas, hambrientos… Sucede hoy. Diré aún más: parece que estas gentes, estos niños hambrientos, enfermos, parece que no cuentan, que sean de otra especie, que no sean humanos. Y esta multitud está ante Dios y pide: ‘¡Por favor, salvación, pan, pan. Por favor, trabajo!’”. Al día siguiente, al mediodía, nueva aparición papal desde la ventana del palacio apostólico para recordar a los difuntos: “Hoy estamos llamados a recordar a todos, incluso a aquellos que nadie recuerda. Recordemos a las víctimas de la guerra y de las violencias; tantos ‘pequeños’ del mundo aplastados por el hambre y la miseria; recordemos a los anónimos que reposan en los osarios comunes. Recordemos a los hermanos y hermanas asesinados por ser cristianos y a cuantos han sacrificado sus vidas para servir a los otros”.

Por la tarde, acompañado por el cardenal Angelo Comastri, arcipreste de la basílica, el Papa descendió a las grutas vaticanas, donde se encuentran, entre otras, las tumbas de Pío XI, Benedicto XV, Pío XII, Pablo VI y Juan Pablo I. Recitó un responso ante cada una de ellas y las roció con agua bendita. El último acto de conmemoración tuvo lugar el lunes 3 con la eucaristía celebrada en sufragio de los cardenales y obispos desaparecidos los últimos doce meses (en 2013 fallecieron los cardenales Ricardo María Carles y Domenico Bartolucci; en 2014, entre otros, los arzobispos de Venecia, Lisboa y Babilonia de los Caldeos).

“Tierra, casa, trabajo, derechos para todos”. Así sintetizaba L’Osservatore Romano el largo discurso que Bergoglio pronunció el 28 de octubre en el Encuentro Mundial de Movimientos Populares (VN, nº 2915). Eran unos 150 asistentes, provenientes de 80 países, y los recibió el Papa en la vieja Aula del Sínodo, restaurada en tiempos del beato Pablo VI y donde Francisco reconoció que no había estado nunca antes.

 

La pregunta

Hasta dónde llegará Francisco?”, es la pregunta del millón que nos hacemos todos y a la que intenta responder en un magnífico libro Jean Marie Guénois, experto en cuestiones religiosas de Le Figaro. Estas son sus últimas líneas: “Francisco considera que después del trabajo sistemático de enseñanza magisterial llevado a cabo por Benedicto XVI, lo urgente es hablar un lenguaje comprendido por todos, el del corazón y la misericordia de Dios. Las masas lo comprenden y quieren más. Lejos de ser hostil, esta OPA es amistosa. Ama al mundo”.

Derechos sagrados

El suyo fue un discurso insólitamente amplio y valiente, como refleja esta parte de su intervención: “Es extraño, pero si hablo de esto, para algunos resulta que el Papa es comunista. No se entiende que el amor a los pobres está en el centro del Evangelio. Tierra, techo y trabajo, eso por lo que ustedes luchan son derechos sagrados. Reclamar esto no es nada raro, es la Doctrina Social de la Iglesia”. Recogemos tres afirmaciones sobre cada uno de estos tres temas:

Icono_Flecha_Adelante“Cuando la especulación financiera condiciona el precio de los alimentos tratándoles como cualquier mercancía, millones de personas sufren y mueren de hambre. Por otra parte, se desechan toneladas de alimentos. Esto constituye un verdadero escándalo. El hambre es criminal, la alimentación es un derecho inalienable”.

Icono_Flecha_Adelante“Vivimos en ciudades que construyen torres, centros comerciales, hacen negocios inmobiliarios… Pero abandonan a una parte de sí en los márgenes, las periferias. ¡Cuánto duele escuchar que a los asentamientos pobres se los margina o, peor, se los quiere erradicar! Son crueles las imágenes de los desalojos forzosos, de las topadoras derribando casitas, tan parecidas a las de la guerra. Y esto se ve hoy”.

Icono_Flecha_Adelante“No existe peor pobreza material que la que no permite ganarse el pan y priva de la dignidad del trabajador. El desempleo juvenil, la informalidad y la falta de derechos laborales no son inevitables, son resultado de una previa opción social, de un sistema económico que pone los beneficios por encima del hombre”.

Entre los asistentes se encontraba el presidente de Bolivia. El portavoz vaticano, Federico Lombardi, puntualizó que la entrevista “privada e informal” que Evo Morales mantuvo con el Papa esa tarde era “una expresión del afecto y la cercanía al pueblo y a la Iglesia boliviana”. Dos días después, tuvo igualmente lugar la audiencia con Martin Schulz, presidente del Parlamento Europeo, cuya sede en Estrasburgo visitará Francisco el día 25.

 

El el nº 2.916 de Vida Nueva.

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