‘La sal de la tierra’: la luz de Salgado

JOSÉ LUIS CELADA | Tras un título de resonancias evangélicas (La sal de la tierra), emerge la figura de uno de los cronistas contemporáneos que más y mejor ha iluminado las excelencias y miserias de este mundo nuestro: el fotógrafo brasileño Sebastião Salgado. Porque, camino de los 70, lleva más de media vida “escribiendo con la luz” –fiel a la etimología de su profesión– miles de historias que nos descubren de dónde viene y hacia dónde va el planeta y muchos de sus moradores.

Wim Wenders, reconocido cineasta alemán, y Juliano Ribeiro Salgado, primogénito del protagonista, ponen su talento –y su admiración por “el fotógrafo fotografiado”– al servicio de un documental que, de la mano de un guía de lujo, nos acerca a la obra del inquieto viajero. Aunque si algo enamora de este espléndido trabajo, es su habilidad para ir dibujando con cada foto seleccionada (incluidas las instantáneas del archivo familiar) los trazos de una biografía que derrocha compromiso y coherencia.

cine2La pareja de directores nos invita a seguir los pasos de Sebastião por los cinco continentes y asomarnos a través de su cámara para contemplar las más bellas estampas de la Creación o las peores pesadillas. Su mirada penetrante, capaz de atrapar en una fracción de segundo lo que piensa o siente quien se expone a su objetivo, se traduce en imágenes que nos trasladan a Papúa, a una isla desierta en el Ártico, a los Andes, al Sahel o a su Brasil natal. Lugares en los que ha tenido ocasión de convivir con muy diversas expresiones de la condición humana: desde “la esclavitud del oro” en las minas de Serra Pelada (1986) hasta el trabajo extenuante de aquellos bomberos luchando contra el infierno de los pozos petrolíferos en Kuwait (1991), sin olvidar su encarnación en las minorías de la América Latina profunda (con los saraguros ecuatorianos o los tarahumaras mexicanos) y su estrecha colaboración con Médicos Sin Fronteras saliendo al encuentro de hambrunas, enfermedades y guerras en el corazón de África.

Capítulo aparte merece en este punto todo lo que sus ojos llegaron a soportar en países como Ruanda y Congo (y la antigua Yugoslavia, porque “el odio es contagioso” y “no es patrimonio de territorios lejanos”), cuyas matanzas indiscriminadas y el posterior éxodo de supervivientes cuestionarían su labor como “fotógrafo social”, desengañado ante las atrocidades cometidas por “el más feroz de los animales”. Solo su comunión con la naturaleza (el Instituto Terra, puesto en marcha en la granja yerma de su abuelo con el inestimable impulso de su esposa, es su mejor exponente), a modo de una vuelta al paraíso del Génesis, ha puesto remedio a su desesperanza.

Que una imagen de Salgado vale más que mil palabras nuestras no es un socorrido adagio. Aquí es tan cierto como que su luz debería seguir alumbrando por muchos años todas las estancias de la casa común de la Tierra.

 

FICHA TÉCNICA

TÍTULO ORIGINAL: The salt of the heart.

DIRECCIÓN: Wim Wenders, Juliano Ribeiro Salgado.

GUIÓN: Wim Wenders, Juliano Ribeiro Salgado, David Rosier.

MÚSICA: Laurent Petitgand.

FOTOGRAFÍA: Hugo Barbier.

PRODUCCIÓN: David Rosier.

INTÉRPRETES: Debastião Salgado, Wim Wenders, Juliano Ribeiro Salgado, Hugo Barbier, Jacques Barthélémy, Lélia Wanick Salgado.

En el nº 2.916 de Vida Nueva

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