“La vida interior es una asignatura pendiente”

Carlos Esteban, exdirector de ‘Religión y Escuela’

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

J. LORENZO | Carlos Esteban Garcés, responsable de formación del profesorado de Religión de centros públicos en la Archidiócesis de Madrid, cree que la enseñanza de la Religión en la escuela se sigue confundiendo con catequesis, “y buena parte de la responsabilidad la tenemos nosotros”. Aun así, este especialista en pedagogía de la evangelización y director durante casi 20 años de la revista Religión y Escuela, que edita PPC, crítico con la forma en que se ha legislado sobre este asunto en las últimas décadas, y con gobiernos distintos, vislumbra un “renacimiento antropológico” que se preocupe por la interioridad de la persona del que se beneficiará también la enseñanza de la Religión.

Estrenamos reforma educativa. ¿Qué le parece el trato que da la LOMCE a la asignatura de Religión?
Ha mantenido casi la misma consideración que la LOGSE y la LOE; en consecuencia, no ha mejorado. Lo más grave de este modo de plantear la enseñanza de la Religión en estas leyes es que la hace depender de los acuerdos que el Estado tenga con las religiones, y no por la contribución de esa enseñanza a la formación integral de los alumnos. Esto es un reduccionismo que hipoteca nuestro futuro.

¿Por qué la religión, que debería ser fuente de concordia, siempre despierta polémica en el ámbito educativo?
La controversia obedece a que aún se identifica con los tiempos en los que el Catecismo era obligatorio y ejercía un excesivo control moral sobre la escuela y la sociedad. Esta situación ha cambiado, pero no hemos sido capaces de explicar las características de la nueva situación. Hemos puesto el acento en los Acuerdos de 1979 y eso, para algunos, es solo un nuevo capítulo del Concordato de 1953. Debemos explicar las clases de Religión desde un punto de vista más pedagógico y no tanto desde el derecho individual, aunque este sea una realidad inalienable.

¿Es hoy necesaria una asignatura de Religión?
La respuesta a esta pregunta es, precisamente, lo que tenemos pendiente de explicar a la comunidad educativa y a la cultura actual. Las aportaciones educativas de la enseñanza de las religiones vienen a alimentar –educar– ese interior personal donde nacen las motivaciones, la responsabilidad, el sentido de las cosas, las actitudes y virtudes… Todo ello está en la raíz de buena parte del fracaso escolar de nuestro sistema educativo, y que no responde tanto a problemas de aprendizaje, sino a la motivación del alumno. Es ahí donde la experiencia cristiana se hace fecunda en su germen humanizador para elevar lo humano hasta la transcendencia, hasta el encuentro con el Dios de la Vida.

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