Caridad e inteligencia

Carlos Amigo, cardenal arzobispo emérito de SevillaCARLOS AMIGO VALLEJO | Cardenal arzobispo emérito de Sevilla

“Gracias a Dios, vivimos en una Iglesia libre, porque la Palabra de Dios no está encadenada…”

 

Sabio y buen consejo es el que nos dieron para unir la ciencia y la virtud: que la doctrina sin la vida virtuosa conduce a la arrogancia; y la vida sin la doctrina hace al hombre poco menos que inútil. La verdad os hará libres, y la caridad, inteligentes para saber y comprender el misterio de Dios. Si quieres comprender la Trinidad, practica la caridad.

Para ello contamos con la Iglesia, que es manantial y cátedra en la que se ha depositado la sabiduría de Jesucristo. Gracias a Dios, vivimos en una Iglesia libre, porque la Palabra de Dios no está encadenada; una Iglesia viva, pues su manantial está en los sacramentos; valiente, por la fuerza de la caridad; joven, por el sentido de esperanza, como recordaría el papa Benedicto XVI.

Una Iglesia que ofrece, pero que no impone; que no se retira a los cuarteles de invierno ante la dificultad; que no claudica para adaptarse a nuevos tiempos y situaciones, pero se integra en la cultura de los pueblos; que ni tiene nostalgias del pasado ni miedo al futuro; humilde, pero no escondida; dispersa, pero no desunida; convencida de su mensaje, pero dialogante con todos… En este año de santa Teresa suenan muy oportunas las palabras de la santa de Ávila: “La tierra que no es labrada llevará abrojos y espinas aunque sea fértil; así es el entendimiento del hombre”. También las de san Juan de Ávila: “Sembrar espinas y querer recoger buen trigo, no es razón”.

Inseparables son el conocimiento de Cristo y la caridad fraterna. Si deseas conocer y amar a Dios, sirve a tu hermano. Este es el verdadero camino de la reconciliación, no del pobre con el rico o del pudiente con el menesteroso, sino de todos en Cristo. Es el signo distintivo del cristiano, de aquel que orienta toda su vida en la palabra y el ejemplo de Jesucristo.

La inteligencia es luz y la caridad, amor. “Quien dice que está en la luz y aborrece a su hermano, está aún en las tinieblas. Quien ama a su hermano permanece en la luz y no tropieza. Pero quien aborrece a su hermano está en las tinieblas, camina en las tinieblas, no sabe a dónde va, porque las tinieblas han cegado sus ojos” (1 Jn 2, 9-11).

En este mandamiento del amor se encuentra el más rico y profundo manantial de la verdadera madurez espiritual e intelectual, de los principios morales, de una verdadera cultura de la justicia y de la solidaridad. Porque el amor del mandamiento nuevo es encarnación viva con el hombre, con su realidad personal y con su historia, su situación, su dignidad herida y sus aspiraciones y derechos.

Ciencia y virtud, doctrina y vida son inseparables, igual que la verdad y la inteligencia. El esplendor del conocimiento de las cosas de Dios lleva necesariamente al encuentro con el prójimo. Del mismo modo que meterse en la práctica de la caridad es camino llano para el acercamiento a Dios.

 

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