En España ya hay casi 12 millones de excluidos

El VII Informe FOESSA muestra que el modelo social y económico vigente ha propiciado una “generación expulsada” e “hipotecada” 

 

 

 

 

 

MIGUEL ÁNGEL MALAVIA | Aunando denuncia y una llamada enérgica a que las cosas pueden cambiar, el VII Informe sobre exclusión y desarrollo social en España 2014 –el anterior fue publicado en 2008, aunque cada año se presentan estudios parciales–, elaborado por la Fundación FOESSA y Cáritas Española, arroja datos dramáticos. El principal: hasta 11.746.000 personas, el 25% del conjunto de la población, padecen exclusión en nuestro país. De ellas, cinco millones la sufren de un modo severo.

El Informe, elaborado por 91 investigadores de 30 universidades, tras recabar datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) y más de 8.800 encuestas propias, fue presentado en Madrid el pasado 28 de octubre por su coordinador, Francisco Lorenzo, y por Sebastián Mora, secretario general de Cáritas. En su minucioso análisis, que se extiende a lo largo de casi 700 páginas, se detallan más aspectos para la urgente reflexión, como que el porcentaje de hogares afectados a la vez por la escasez material y económica ha aumentado en casi un 50%, que solo un 34,3% de la población está en situación de integración plena (por más del 50% que se registraba en 2007) o que –y esto resulta muy significativo– dos de cada tres de los ciudadanos excluidos actualmente ya padecían complicaciones serias en el año 2007, antes del inicio de la crisis.

A un nivel más específico, FOESSA desglosa el perfil de los excluidos según el área de cuyos beneficios se ven privados: un 77,1% la padecen en el empleo, un 61,7% en la vivienda y un 46% en la salud. Por edades, la juventud resulta especialmente afectada, al punto de que se habla de una “generación hipotecada”. Así, el 35% de los jóvenes viven en hogares excluidos y el 27% de los que están desocupados tampoco acceden al sistema educativo. Algo parecido acontece con los ancianos, “que han pasado de ser cuidados a reforzar su papel como cuidadores”, atendiendo a los nietos mientras sus padres pasan gran parte del día en el trabajo.

Lo que tampoco garantiza bienestar en las familias, pues se aprecia que, pese a contar con un empleo, “la tasa de trabajadores pobres se ha mantenido antes y después de la crisis entre el 15% y el 20% de la población asalariada”. Y es que, en contra de lo que se pudiera pensar, “el trabajo ha dejado de ser un espacio de consolidación de derechos para convertirse en un espacio de vulnerabilidad y de pérdida de capacidad económica, social y personal”. Una dura realidad que, de hecho, permite hablar ya de “una generación expulsada de trabajadores para los que ha mermado el tipo de puesto que desempeñaban y cuya cualificación es escasamente aplicable en otros sectores”.

En el caso de la infancia, se constata que las familias más ahogadas son aquellas con un mayor número de hijos. En este sentido, se lamenta un descenso de la tasa de natalidad que está “poniendo en riesgo el modelo social”, pues se entra en “una dinámica demográfica negativa” que podría cuestionar de un modo inexorable la propia sostenibilidad del país.

Respecto al trato a los inmigrantes, el Informe se muestra muy crítico: “El modelo vigente resulta rígido y atomizado. La gestión actual de los flujos migratorios implica una abusiva instrumentalización de seres humanos vulnerables, genera ineficiencias económicas claras, como la pérdida de ingresos fiscales por la proliferación de la economía sumergida vinculada a la falta de documentación, la explotación laboral de los trabajadores irregulares y, de rebote, empeorar las condiciones del resto, o la imposibilidad para los países menos adelantados de aprovechar las oportunidades de la globalización”. En definitiva, se trata de un modo de acción que refleja “el estrabismo ético que caracteriza las políticas migratorias de la UE”.

“Un nuevo contrato social”

Junto a su dimensión de denuncia, el órgano de análisis social de Cáritas Española habla de la necesidad urgente de configurar “un nuevo contrato social”, dado que el vigente se demuestra caduco, pues ha conducido a una sociedad mucho menos equitativa. Algo que ven reflejado en la “imagen parcial” y “distorsionada” que los distintos responsables políticos ofrecen cuando, intentando anunciar un supuesto inicio del fin de la crisis, exponen a la opinión pública unos indicadores de crecimiento y no otros; no es casual que los no elegidos sean, precisamente, aquellos que influyen más directamente en la vida diaria de las personas, tales como el acceso al empleo, a la vivienda, a la educación o a la sanidad.

Frente a este intento por “invisibilizar (y en ocasiones incluso culpabilizar) a los más desfavorecidos”, se reclama que “el verdadero desarrollo se construye dando prioridad a la vida digna de todos”. Y es que, concluyen, “la crisis no es causa, sino consecuencia” del estado de postración que padecen millones de personas. Además de ser “el fruto ineludible de un modelo social concreto al que la propia crisis retroalimenta y fortalece”. De modo que, aunque sea evidente “el carácter internacional de la crisis”, es obvio que en España se daban unas condiciones estructurales previas a esta situación que han ahondado en su daño a las comunidades más desprotegidas. Algo que se aprecia con toda su dureza en el desequilibrado modelo fiscal y en la opacidad de las grandes operaciones financieras. “Nuestro modelo de distribución de la renta –advierten– no reduce la desigualdad de manera sustancial en épocas de bonanza y, por contra, hace que esta aumente en períodos recesivos”.

 

PROPUESTAS PARA UNA RESPUESTA CIUDADANA


En su apartado final, el VII Informe FOESSA incluye un amplio espacio dedicado a las propuestas concretas que podrían configurar el nuevo modelo económico y social que reivindican para España. Algo para lo que, entienden, es necesario que haya una respuesta social importante y capitaneada por las asociaciones ciudadanas, como alternativa paralela de acción que luche por implementar “una agenda donde no participen únicamente los actores tradicionales: Gobierno, empresarios y sindicatos”. Sin embargo, lamentan, “España, con un 30% menos de asociacionismo que la media europea, adolece de baja participación ciudadana, lo que no contribuye a la recuperación ni a la reducción de la desigualdad”. En espera de que se canalice el “capital solidario” que sí se percibe en el auge del voluntariado (de lo que Cáritas, en plena época de crisis, puede dar buena cuenta), el estudio se cierra con propuestas de acción prácticas como estas:

→ Prestar especial atención a aquellas políticas que contribuyen al auténtico desarrollo: sanidad, educación, empleo, redistribución de la riqueza, garantía de ingresos (pensiones, rentas mínimas). En definitiva, considerar el gasto social como “inversión social”.
→ Conseguir que la protección social alcance estándares básicos en todo el territorio y que se haga operativa a través de un sistema de “garantía de mínimos”.
→ Construir un compromiso redistributivo ético que nos acerque a la media europea. Los impuestos no pueden quedar al margen de la obligada y necesaria cohesión social, ni se puede poner en peligro la suficiencia de recursos para asumir los riesgos colectivos.
→ Eliminar la sobrecarga que recae sobre los hogares, tanto por el debilitamiento de los servicios públicos como por el impacto de la crisis.
→Implementar políticas familiares eficaces y con recursos suficientes que contrarresten, entre otras cosas, el riesgo actual que conlleva la presencia de menores en el hogar.

La Iglesia que sale al abrazo de las periferias

Un centenar de personas se dieron cita, este sábado 25 de octubre en la parroquia de Santa Maravillas de Jesús, en Getafe (Madrid), para participar en el Foro de las Periferias, dentro de los actos con los que los Hijos de la Caridad están celebrando en este curso su 50º aniversario de presencia en España. En el encuentro, a lo largo de casi cinco horas y en un clima cálido y fraterno, se sucedieron los testimonios de varias personas cuya existencia está marcada, a distintos niveles, por acudir al paso de los instalados en los márgenes de la sociedad.

Abrió la jornada Teresa Ruiz, religiosa auxiliadora y teóloga, que ha aunado durante décadas su trabajo pastoral en destinos como Ruanda o Carabanchel con la reflexión sobre todo tipo de temáticas, siempre con el eje de retornar a lo esencial del Evangelio y, en lo social, construir sociedad. Disertó sobre El Dios de las periferias, haciendo un repaso por las Escrituras que evidenció cómo los ámbitos de exclusión siempre han sido los predilectos entre los grandes personajes del Antiguo y el Nuevo Testamento, en especial para Jesús de Nazaret.

A continuación, Pedro José Gómez, laico comprometido y director del Departamento de Economía Internacional de la Universidad Complutense de Madrid, ofreció su visión sobre Los rostros de la periferia. Con un tono irónico y mordaz, desnudó el modo en el que nuestras sociedades “descartan” a cientos de miles de personas que sobreviven con cada vez menos soportes: parados, pensionistas, jóvenes sin futuro… La denuncia causó impacto cuando Gómez, miembro del equipo que ha elaborado el VII Informe FOESSA, adelantó algunos de los datos del último estudio, presentado este martes.
Inma Soler, religiosa auxiliadora del Buen Pastor, explicó el carisma de su congregación, que consiste en crear hogares (conocidos como Villas Teresita) en los que conviven con mujeres excluidas (y sus hijos), mayoritariamente prostitutas y víctimas de la trata. En su caso, después de 23 años con este compromiso de vida, aseguró que “todas estas personas son un regalo que me han hecho crecer como mujer y como creyente”.

Ernesto Morales, profesor y músico, detalló cómo, a sus 32 años, casi toda su vida, desde que era pequeño, ha estado sazonada por su labor en la Juventud Obrera Cristiana (JOC), de la que ha sido presidente hasta hace unos meses. Así, especificó, “al ya casi ni existir lo que podríamos definir como obreros, por no haber apenas trabajo”, la mayor parte de la acción de los voluntarios consiste en el acompañamiento de comunidades en contextos de marginalidad.

El último en hablar fue Antonio Cano, responsable de los Hijos de la Caridad en España, que mostró cómo la identidad histórica de su congregación, basada en el acompañamiento cercano a la gente sencilla en los barrios populares de grandes ciudades, continúa hoy con plena ilusión en las localidades madrileñas de Getafe y Leganés, donde mantienen su presencia. Así, tras un pasado de “curas obreros” en los años 60 y 70, hoy siguen siendo una compañía concreta y fraterna que conoce de primera mano los problemas de “las periferias geográficas y existenciales”, en habitual expresión de Francisco.
Precisamente, el reconocimiento de la figura del Papa y la llamada a las jerarquías eclesiásticas a que prioricen este compromiso con los más excluidos marcaron el coloquio final con los presentes. La cita concluyó con un íntimo y emotivo concierto-oración del grupo Ain Karem.

 

En el número 2.915 de Vida Nueva.

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