‘Relatos salvajes’: catarsis de la barbarie

Cine1

JOSÉ LUIS CELADA | Alguien podría preguntarse qué tienen en común un aspirante a músico metido a piloto, una camarera de bar de carretera, un ejecutivo urbanita, un ingeniero especialista en demoliciones, un industrial con posibles y una novia en su banquete de boda. Todos ellos son individuos aparentemente normales, envueltos en situaciones cotidianas, aunque dispuestos a esgrimir una defensa casi animal de su territorio cuando se sienten amenazados por otros ¿ejemplares? de su misma especie.

Porque, si hay algo que distingue a unos y otras, no es solo su condición social o su momento personal, sino, sobre todo, su capacidad de respuesta –a menudo violenta, casi siempre desproporcionada, pero peligrosamente familiar e incluso comprensible– frente a un entorno agresivo y hostil. Y también, por supuesto, que son los protagonistas de los seis Relatos salvajes escritos y dirigidos por el argentino Damián Szifron: una suerte de antología sobre lo que supone perder los estribos en el marco de una civilización que educa para reprimir los instintos más primarios mientras experimenta una placentera liberación cada vez que uno de sus miembros cruza la frontera de lo permitido arrastrado por un ataque de sinceridad.

Abre el fuego Pasternak, un breve y sorprendente prólogo a bordo de un avión con Darío Grandinetti como detonador. Las ratas y, especialmente, El más fuerte (con un Leonardo Sbaraglia a lo cowboy por las solitarias rutas camino de Salta) cargan las tintas hasta extremos escatológicos, con sanguinolentas reminiscencias tarantinianas. En el ecuador de la cinta, Bombita (ese ciudadano corriente llamado Ricardo Darín) conduce el más sólido de los relatos y el que quizá despierte una mayor empatía en el espectador. Contribuye a ello el cuestionable papel que aquí desempeña la implacable maquinaria administrativa, y que La propuesta traslada a un sistema judicial corrupto y promotor de desigualdades. Cierra este explosivo cóctel una despechada Érica Rivas en un episodio (Hasta que la muerte nos separe) que es puro exceso y descontrol, un derroche de ironía que aligera los golpes recibidos e invita a seguir bailando la extraña melodía de la vida.

Quienes hayan llegado a pensar que Relatos salvajes es un disparatado ensayo en capítulos sobre los extravíos derivados de confundir justicia y venganza, con esa sed tan suya que no conoce límites, habrán desaprovechado todo el potencial catártico que atesora su impagable humor negro. Tampoco apreciarán en su justa medida este ejercicio cinematográfico de primer nivel (atención a la estética individualizada de cada una de las partes, a la cámara juguetona del propio Szifron o a la música del oscarizado Gustavo Santaolalla), que pone el dedo en la llaga de muchos de los males que aquejan a esta humanidad nuestra –dual, egoísta y miserable–, sin dejarnos perder la sonrisa. ¡Qué más se puede pedir!

 

FICHA TÉCNICA

TÍTULO ORIGINAL: Relatos salvajes.

GUIÓN Y DIRECCIÓN: Damián Szifron.

MÚSICA: Gustavo Santaolalla.

FOTOGRAFÍA: Javier Juliá.

PRODUCCIÓN: Hugo Sigman, Pedro Almodóvar, Agustín Almodóvar, Esther García, Matías Mosteirín.

INTÉRPRETES: Ricardo Darín, Darío Grandinetti, Leonardo Sbaraglia, Érica Rivas, Diego Gentile, Óscar Martínez, Rita Cortese, Julieta Zylberberg, César Bordón, María Marull.

En el nº 2.914 de Vida Nueva

Compartir