Editorial

Un Sínodo conciliar que debate con valentía

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Lejos de lamentarse por un mundo que desprecia a la familia cristiana, el relator plantea sugerencias desde la acogida

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VIDA NUEVA | En el arranque del Sínodo sobre la familia, Francisco pidió a los 253 participantes en la Asamblea General generar un “debate sincero, abierto y fraterno, que nos lleve a hacernos cargo con responsabilidad pastoral de los interrogantes que este cambio de época trae consigo”.

Ni fueron palabras huecas ni han caído en saco roto. Prueba de ello son los ecos que han trascendido de las jornadas de trabajo y, sobre todo, algunas críticas encendidas a la Relatio post disceptationem que recopila las reflexiones principales que los padres sinodales han emitido y que servirá de base para el documento final que verá la luz en 2016.

Basta con leer los 58 puntos del informe para constatar la libertad con la que se han afrontando las sesiones. No hay nada en ellas que se aleje de la doctrina ni se vea contagiado por tintes ideológicos, aunque haya quien advierta fantasmas en el horizonte y afirme que se rompe con el magisterio de los papas anteriores. Sí se percibe, en cambio, mucho de escucha del contexto sociocultural y de confrontación ante las acciones pastorales que urge emprender con el Evangelio en la mano. En otras palabras, no se quiere examinar los desafíos de la familia desde un único mirador simplificando la realidad, sino que se ha dado un paso hacia adelante para tomarle el pulso en primera persona y acoger los problemas cotidianos a los que se enfrenta la institución dentro y fuera de la Iglesia.

Este cambio de actitud y de planteamiento, en donde no se eluden las dificultades, se percibe hasta en el lenguaje. Lejos de lamentarse por un mundo descreído que desprecia el modelo de familia cristiana, el cardenal Peter Erdö, relator general del Sínodo, presenta a la Iglesia como una “casa paterna” que busca ser “antorcha en medio de la gente”, especialmente “aquellos marcados por el amor herido y perdido”. “No es sabio pensar en soluciones únicas o inspiradas en la lógica del todo o nada”, escribe el relator.

En esta clave se plantea la polémica sobre el acceso al sacramento de la Eucaristía para los divorciados vueltos a casar, enumerando las sugerencias puestas sobre la mesa, manteniendo la indisolubilidad del matrimonio, pero “evitando cualquier actitud que les haga sentirse discriminados”. En esta misma línea, se aborda la cuestión de las personas homosexuales. Sin modificar el planteamiento sobre las uniones de personas del mismo sexo, se subraya que los gais tienen “dotes y cualidades que ofrecer a la comunidad cristiana”.

Todas estas ideas recogidas por Erdö no son decisiones tomadas. El sabio planteamiento de retomar este trabajo dentro de un año, del 4 al 25 de octubre, permitirá madurar estas iniciativas tanto en la Curia como en las Iglesias locales. El mensaje eminentemente conciliar lanzado por los padres sinodales es claro: la comunidad de creyentes no tiene miedo a sentarse en un foro, debatir sobre sí misma y ser luz en el mundo en el que se mueve. A partir de este domingo, cuando se clausure esta Asamblea Extraordinaria, la pelota pasa al tejado de las conferencias episcopales, llamadas a recoger con esta misma valentía estas propuestas, extrapolándolas y examinándolas en su realidad concreta. Ahora empieza el Sínodo.

En el nº 2.913 de Vida Nueva