‘La isla mínima’: Cine que cala hasta los huesos

La última obra de Alberto Rodríguez presenta una historia de corte clásico que corta el aliento

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JOSÉ LUIS CELADA | La cámara de Alberto Rodríguez sobrevuela las marismas del Guadalquivir, planicie infinita que, contemplada desde lo alto, adopta el aspecto laberíntico del cerebro humano. Geografía y anatomía se funden en una bella metáfora con la que arranca La isla mínima, nuevo trabajo del director sevillano y confirmación definitiva de una trayectoria ascendente que alcanza aquí su cima. Al prometedor debut de 7 vírgenes (2005) le siguió el desenfreno nocturno de After (2009), hasta que las corruptelas policiales de Grupo 7 (2012) certificarían lo que muchos ya sospechábamos: estamos ante uno de los cineastas españoles a los que conviene no perder la pista.

Su última propuesta nos traslada a 1980, a un apartado rincón del sur peninsular donde el tiempo parece haberse detenido. La desaparición de dos adolescentes durante las fiestas locales dispara las alarmas de la familia, vecinos y autoridades, que resuelven encargar el caso a dos detectives de homicidios llegados desde Madrid (Raúl Arévalo y Javier Gutiérrez, reciente Concha de Plata al mejor actor en San Sebastián por un personaje de oscuro pasado que brilla con luz propia entre humedales anegados de secretos).

Como telón de fondo de los hechos, una huelga de jornaleros que hace peligrar la cosecha de arroz, en una tierra sometida al yugo de los señoritos, y una España que arrastra aún viejos usos del régimen anterior. Sobre este inestable e inquietante andamiaje, Alberto Rodríguez pone en pie una historia de presentimientos, recelos y silencios que corta el aliento y en la que cada detalle cuenta.

Ya conocíamos cuánto juego ofrecen localizaciones como los pantanos de Luisiana o el delta del Misisipi (baste recordar, por ejemplo, En el centro de la tormenta, del gran Bertrand Tavernier), pero nunca hubiéramos imaginado descubrir atmósferas tan irrespirables de este lado del Atlántico. Una escenografía a la que el realizador saca todo el partido posible gracias no solo al ajustado reparto o a la fina ironía de esos diálogos casi siempre ambiguos, sino también a la excelente (y premiada) fotografía de Álex Catalán.

La isla mínima constituye la feliz conjunción de tres aspectos que debería reunir toda película que aspire a ganarse el favor del público: un guión minuciosamente escrito, oportunas dosis de crítica social y el reclamo visual de unas imágenes por momentos hipnóticas. Hacía tiempo que nuestra cinematografía no nos deparaba una sorpresa tan agradable como esta, cuyo corte clásico (víctimas, sospechosos, agentes de la ley, una investigación en curso…) nos remite a los mejores filmes del género negro, a sus densas tramas y al ritmo intenso y sostenido de los grandes thrillers. Que el inminente estreno de Torrente 5 no nos impida reconocer el buen cine y, sobre todo, ser justos con él.

 

FICHA TÉCNICA

TÍTULO ORIGINAL: La isla mínima.

DIRECCIÓN: Alberto Rodríguez.

GUIÓN: Rafael Cobos López y Alberto Rodríguez.

MÚSICA: Julio de la Rosa.

FOTOGRAFÍA: Álex Catalán.

PRODUCCIÓN: José Antonio Félez, Mikel Lejarka, Mercedes Gamero, José Sánchez Montes, Mercedes Cantero.

INTÉRPRETES: Javier Gutiérrez, Raúl Arévalo, Antonio de la Torre, Nerea Barros, Salva Reina, Jesús Castro, Manolo Solo.

En el nº 2.911 de Vida Nueva

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