Francisco, inflexible en la lucha contra los abusos

Los casos de Wesolowski y Livieres, claros ejemplos de la “tolerancia cero” del Papa

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Francisco, inflexible en la lucha contra los abusos [ver extracto]

ANTONIO PELAYO (ROMA) | En la última crónica, llegamos a “alcanzar” la noticia de la detención del pederasta polaco de 66 años Józef Weseowski, exarzobispo y exnuncio en la República Dominicana. La noticia fue dada el 23 de septiembre por Federico Lombardi, director de la Sala de Prensa de la Santa Sede, con el siguiente comunicado:

Hoy, el promotor de Justicia del Tribunal de primera instancia del Estado de la Ciudad del Vaticano ha convocado al exnuncio monseñor Józef Wesolowski, sobre el que ya estaba en curso una investigación penal. Al prelado [ya condenado en primera instancia a la reducción al estado laical, al cabo de un proceso administrativo penal canónico emprendido por Doctrina de la Fe] le han sido notificados los capítulos de imputación del procedimiento penal instruido en contra suya por graves hechos de abuso con daño a menores sucedidos en la República Dominicana.

Josef Wesolowski.

Józef Wesolowski.

La gravedad de los cargos ha inducido a la comisión investigadora a disponer un procedimiento restrictivo que, a la vista de la situación sanitaria del imputado, comprobada por la documentación médica, consiste en el arresto domiciliario, con las correlativas limitaciones, en locales dentro del Estado de la Ciudad del Vaticano. La iniciativa tomada por los órganos judiciales es consecuencia de la expresa voluntad del Papa, a fin de que un caso tan grave y delicado sea afrontado sin retrasos, con el justo y necesario rigor, con plena asunción de responsabilidades por parte de las instituciones que forman parte de la Santa Sede.

El telediario vespertino de La 7, dirigido por Enrico Mentana, fue el primero en dar en Italia tan clamorosa noticia que, inmediatamente, escaló posiciones en todos los informativos y apareció al día siguiente en la primeras páginas de los principales diarios del mundo. L’Osservatore Romano la dio a dos columnas en su última página de la edición del 25 de septiembre.
 

El director de la gendarmería vaticana.

El director de la gendarmería vaticana.

Constante vigilancia

Sintéticamente, los hechos se sucedieron del siguiente modo: el martes 23, el fiscal del Tribunal, Gian Piero Milano, convocó a primeras horas de la tarde al exmonseñor (que desde hace algún tiempo vivía en Roma y había sido alojado en la residencia eclesiástica de Via della Scrofa) y le comunicó su decisión; intervino de inmediato el director del cuerpo de la gendarmería vaticana, Domenico Gianni, y, desde entonces, el polaco se encuentra internado en una habitación de la entreplanta del llamado Colegio de los Penitenciarios, edificio donde tienen también su sede la dirección de la gendarmería vaticana y el tribunal. Está sometido a constante vigilancia para evitar su fuga o –según algunos– un posible intento de suicidio. El edificio dista apenas cien metros de la Casa Santa Marta, donde reside el Pontífice.

Entretanto, prosiguen las investigaciones para determinar con precisión el grado y número de delitos que Wesolowski haya podido cometer en la República Dominicana (donde fue nuncio desde 2008 a 2013) o en los distintos países en los que estuvo destinado; ha sido descubierto, tanto en su ordenador personal como en el que utilizaba en la nunciatura de Santo Domingo, un monumental archivo con material pedófilo (se habla de 100.000 documentos) y se están estudiando algunos de sus viajes (en concreto, tres a Frankfurt), cuyo objetivo sería diversificar a sus víctimas entrando en comunicación con una red internacional de pederastas. En los interrogatorios a que ha sido sometido, él continúa negándolo todo y asegurando que se trata de una conspiración en su contra.

Judicialmente, está aún pendiente de decisión el proceso de apelación por la condena que le impuso la Congregación para la Doctrina de la Fe. Según fuentes fidedignas, el proceso penal contra él no tendrá lugar antes de finales de año y podría retrasarse hasta los primeros meses de 2015. La pena a la que podría ser condenado oscila entre los seis y los siete años. Parece del todo improbable que la Santa Sede conceda la extradición que han solicitado Polonia, su patria natal, y la República Dominicana, país que lo habría detenido si no se hubiese “refugiado” en Italia.

Todos coinciden en subrayar la decisiva voluntad del papa Francisco de ser inflexible en la persecución de tan horrendos delitos y de aplicar el máximo rigor de la ley tanto canónica como civil vigente en la Iglesia y en el Vaticano.

Esta línea de firmeza parece ser igualmente la seguida por Bergoglio en el caso suscitado en Paraguay por Rogelio Ricardo Livieres Plano, acusado de haber encubierto casos de abusos sexuales por parte de un sacerdote y otros de malversación de fondos. El hasta ahora obispo de Ciudad del Este dejó de serlo el 25 de septiembre, cuando se publicaba la siguiente nota de la Santa Sede:

Después de un cuidadoso examen de las conclusiones de las visitas apostólicas efectuadas por la Congregación para los Obispos y la Congregación para el Clero al obispo, la diócesis y a los seminarios de Ciudad del Este, el Santo Padre ha procedido a la sucesión de monseñor Rogelio R. Livieres Plano, nombrando administrador apostólico de la misma sede, ahora vacante, a monseñor Ricardo Jorge Valenzuela Ríos, obispo de Villarrica del Espíritu Santo. La ardua decisión de la Santa Sede, determinada por serias razones pastorales, obedece al bien mayor bien de la unidad de la Iglesia de Ciudad del Este y de la comunión episcopal en Paraguay.

 

Superar la discordia

Rogelio Livieres.

Rogelio Livieres.

“El Santo Padre –prosigue el comunicado–, en el ejercicio de su ministerio de ‘fundamento perpetuo y visible de unidad tanto de los obispos como de la multitud de los fieles’ (Lumen Gentium n. 23), pide al clero y a todo el Pueblo de Dios de Ciudad del Este que acoja la decisión de la Santa Sede con espíritu de obediencia, docilidad y sin desavenencias, guiado por la fe. Por otra parte, se invita a toda la Iglesia de Paraguay, guiada por sus pastores, a un serio proceso de reconciliación y superación de cualquier sectarismo y discordia, para no herir el rostro de la única Iglesia. ‘adquirida con la sangre de su Hijo’ y para que el ‘rebaño de Cristo’ no sea vea privado de la alegría del Evangelio (Hechos de los Apóstoles 20, 28)”.

Para los no expertos en Derecho Canónico, conviene señalar que el término usado en el comunicado es la palabra italiana avvicendamento, traducida al castellano como “sucesión”, pero sería más exacto emplear el de “rotación” laboral; ambos indican que el obispo no ha aceptado la decisión papal, hecho rarísimo en la moderna historia de la Iglesia y que explica por sí solo su complejidad.

Vayamos por pasos. Rogelio Livieres, de 69 años de edad, pertenece al clero de la prelatura personal del Opus Dei y es sobrino carnal del obispo emérito de Encarnación, Jorge A. Livieres; fue nombrado obispo de la citada diócesis por Juan Pablo II en 2004, siendo nuncio Timothy Broglio, actual arzobispo castrense en los Estados Unidos. Muchas fuentes lo caracterizan como una personalidad autoritaria, con una orientación pastoral conservadora y una concepción demasiado amplia de sus poderes.

A la Santa Sede habían llegado desde hace algún tiempo informaciones preocupantes sobre la actuación del obispo y, de modo particular, sobre el “asilo” que había concedido a Carlos Urritigoity; este sacerdote argentino aterrizó en la diócesis paraguaya en 2008, después de haber estado algunos años en la de Scranton, sufragánea de Filadelfia, donde fue acusado de manifiestas actividades homosexuales que motivaron un desembolso de 300.000 dólares como resarcimiento a las víctimas. Livieres no solo le acogió, sino que lo nombró vicario general y principal colaborador. Urritigoity perteneció en su día a la lefebvriana Fraternidad Sacerdotal San Pío X; fue ordenado sacerdote en el seminario que la misma tiene en La Reja (Argentina) y el obispo ordenante fue nada menos que monseñor Williamson, conocido por su negación de la existencia de los campos de concentración nazis.

Santos Abril cardenal vicecamarlengo arcipreste Santa María la Mayor

Cardenal Santos Abril.

Como consecuencia de estas informaciones (y de otras relativas a ciertas alegrías financieras, a un seminario regido con criterios poco ortodoxos y a una pésima relación con la mayoría de sus hermanos obispos), Francisco decidió enviar una “visita apostólica” confiada al cardenal Santos Abril y Castelló, acompañado por el auxiliar de Montevideo, Milton Luis Tróccoli (ver VN, nº 2.904). Ambos permanecieron en Paraguay varios días durante el pasado mes de julio y concluyeron su trabajo el 24 de dicho mes. Antes de abandonar el país, el cardenal anunció que, por disposición del Papa y “hasta nueva orden”, quedaban suspendidas las ordenaciones sacerdotales y diaconales en la diócesis. Livieres dijo que aceptaba la decisión pontificia, pero la achacó a las calumnias versadas contra él por sus compañeros del episcopado, sostenidos además por el nuncio, Eliseo Antonio Ariotti.

Ya puede imaginarse que la reacción de Livieres ha estado a la altura de su talante. Después de haber mantenido dos reuniones con el cardenal Marc Ouellet, prefecto de la Congregación para los Obispos, con la intención de parar la orden del Papa, ha hecho pública una carta dirigida al purpurado canadiense en la que acusa a la Conferencia Episcopal de Paraguay (a cuyo presidente calificó de “homosexual” en un debate televisivo) de oponerse “sistemáticamente” a él. Una misiva [ver íntegra] que concluye con estas palabras, que no tienen desperdicio, dirigidas contra el mismísimo Francisco:

Acepto esta decisión por más que la considero infundada y arbitraria y de la que el Papa tendrá que dar cuentas a Dios, ya que no a mí.

 

Con los jesuitas y los ancianos

Como no todo va a ser tomar decisiones penosas, a Bergoglio la semana le ha regalado al menos dos momentos de alegría. El primero lo vivió el sábado 27, cuando presidió en la histórica iglesia romana del Gesù una liturgia de acción de gracias por el 200º aniversario de la restitución de la Compañía de Jesús, decretada por Pío VII con la bula Sollicitudo omnium ecclesiarum.

Refiriéndose a las tribulaciones que tuvieron que sufrir los jesuitas cuando, en 1773, Gregorio XIV publicó el breve Dominus ac Redentor, que suprimía la Compañía de Jesús, el primer papa jesuita de la historia dijo en su homilía:

La nave de la Compañía ha sido zarandeada por las olas y no hay que maravillarse por eso. También la barca de Pedro puede serlo hoy. La noche y el poder de las tinieblas están siempre cerca. Exige una gran fatiga remar. Los jesuitas deben ser ‘remadores expertos y valientes’ (Pío VII, Sollicitudo omnium ecclesiarum). ¡Remad, pues! ¡Remad, sed fuertes incluso cuando el viento es contrario! Remamos al servicio de la Iglesia. Todos remamos juntos. Pero, mientras remamos (todos remamos, también el Papa en la barca de Pedro), debemos rezar tanto: ‘¡Señor, sálvanos! ¡Señor, salva a tu pueblo!’. El Señor, aunque seamos hombres de poca fe, nos salvará.

Como escribe con su habitual lucidez Luigi Accatoli en el Corriere della Sera:

Por primera vez desde que es papa, ha parecido que Bergoglio mira con cierta alarma el papel que desde hace año y medio está sosteniendo con extraordinarios consensos… Parece que Bergoglio presiente la llegada de tiempos difíciles, después de un primer momento como papa que ha debido parecerle insospechadamente sereno, después del tsunami que había azotado el pontificado precedente.

Más gozoso aún fue el encuentro con los ancianos organizado el domingo 28 de septiembre por el Pontificio Consejo para la Familia, cuyo presidente es el siempre animoso Vincenzo Paglia. Cuarenta mil personas entradas en años y peinando canas se dieron cita en la Plaza de San Pedro, que ese día, por fortuna, era acariciada por un clima muy clemente.

A las nueve comenzó el “espectáculo”, si así podemos definir un acto en el que hubo canciones, lectura de textos, testimonios (algunos conmovedores, como el de la pareja llegada desde Qaraqosh, en Irak) y muchos aplausos y abrazos del Papa a los que intervinieron. En su alocución, tuvo palabras de elogio para esos ancianos que, en tiempos de persecución, “han sido los que han llevado a los niños para que fuesen bautizados a escondidas, a darles la fe”.

Antes de esas palabras, Bergoglio había dirigido su mirada a Benedicto XVI, al que había saludado y abrazado nada más llegar para agradecerle su participación en el acto. “Yo he dicho muchas veces –afirmó sonriéndole– que me gusta mucho que viva aquí en el Vaticano, porque es como tener en casa al abuelo sabio”.

Después expuso, una vez más, una idea que le es muy querida:

Existe la realidad del abandono de los ancianos: ¡Cuántas veces se descarta a los ancianos con actitudes de abandono, que son una verdadera y auténtica eutanasia escondida! Es el efecto de esa cultura del descarte que tanto mal causa a nuestro mundo.

En el nº 2.911 de Vida Nueva

 

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