Antonio Arregui: “Ecuador quiere a la religión fuera del espacio público”

Entrevista con el arzobispo de Guayaquil y ex presidente del Episcopado ecuatoriano

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Antonio Arregui: “Ecuador quiere a la religión fuera del espacio público” [ver extracto]

DARÍO MENOR (ROMA) | Hay “una suerte de tensión” en la relación entre la Iglesia católica y el Gobierno de Rafael Correa, para quien el espacio público o las actividades sociales “no deberían estar contaminadas con una infiltración de orden religioso”.

La advertencia es de Antonio Arregui Yarza, arzobispo de Guayaquil y ex presidente del Episcopado del país andino. Nacido en la localidad guipuzcoana de Oñate, pero de nacionalidad ecuatoriana, Arregui pasó por Roma el pasado mes de junio para participar en el encuentro del consejo de administración de la Fundación Populorum Progressio para América Latina, de la que es vicepresidente.

PREGUNTA: Ecuador está viviendo un fuerte crecimiento económico en los últimos años. ¿Se nota una mejora de las condiciones de vida de la población?

RESPUESTA: No hay tanto un boom económico, sino un crecimiento, que no es exagerado ni se produce de forma tan clara. El crecimiento está sostenido por el gasto público, orientado en buena parte hacia sectores como la salud y la educación. Aún es muy insuficiente, aunque no quiero ni pensar en cómo estarían las cosas sin ese esfuerzo.

Rafael Correa.

Rafael Correa.

P: ¿Cómo es la relación entre el Episcopado y las autoridades civiles?

R: Es una relación de respeto, aunque con una suerte de tensión, debido a que el Estado considera que la educación es un servicio público que debe estar íntegramente en sus manos. La misma concepción tiene de la salud. Creen que no debería estar contaminado con una infiltración de orden religioso cualquier espacio público o actividad de orden social: esa es la filosofía imperante. Esto causa dificultades.

Nos han privado de las capillas que había en los hospitales, en las cárceles y en otros lugares similares. Hay dificultades para la atención pastoral a las Fuerzas Armadas y presión sobre los centros educativos. Pero todo esto también nos ayuda a estar un poco más comprometidos y a ser más generosos en el esfuerzo. Ciertamente, tampoco se llega a extremos persecutorios, de modo que se puede vivir.

P: ¿Cómo valora la cierta estabilidad institucional que vive hoy el país?

R: Eso ha sido lo mejor de este último período. Antes nos encontrábamos en una situación insostenible, en una inestabilidad tan dramática que hacía ver que el país era ingobernable. Lo que no puede ser es que la estabilidad de la que gozamos ahora se consiga por medio de la privación de libertades y de la falta de vitalidad de la sociedad civil. Ahora se anuncia la posibilidad de ser reelegido indefinidamente en el poder. Son factores que llevan a una cierta preocupación sobre el futuro de nuestra democracia.

P: ¿Está produciéndose un retorno de antiguos emigrantes a Ecuador? ¿Cómo está ayudando la Iglesia a su reintegración en la sociedad ecuatoriana?

R: Fundamentalmente ha sido la crisis en Europa y, de forma particular, en España, donde se produjo una desocupación masiva, la que ha obligado a algunos a regresar. La Iglesia tenía siempre una particular preocupación por la inmigración, dado que la salida de la gente del país suele ser traumática para las familias. Salen el padre, la madre o ambos, y quedan los hijos con los abuelos. Esos niños realmente no tienen quién se ocupe de ellos. Los papás les mandan dinero, pero con eso no es suficiente. A veces, incluso, se puede causar un daño, porque no se les enseña a gastarlo adecuadamente.

Siempre hemos tenido un servicio para migrantes. En Guayaquil, concretamente, hay una pastoral bastante amplia, que acude a las familias con algún miembro fuera del país. Otra dimensión de esta pastoral es la atención a los refugiados llegados desde Colombia, expulsados por la guerra. Están entrelazadas las dos problemáticas; consisten, al final, en familias desarraigadas y desestructuradas. Lo que suele suceder con los que regresan ahora es que traen algún ahorro y alguna idea de lo que pueden hacer. Montan negocios.

P: Hablaba de la cuestión de las remesas. ¿No ha sido entonces solo positivo su efecto para el país? ¿Han hecho daño?

R: Claro. Si hablamos fríamente de ellas, tenemos que decir que contribuyen a sostener la balanza de pagos. Y ayudan al sostenimiento de muchas familias, pero se repiten los casos del marido o de la mujer que se gastó el dinero en cualquier cosa menos en llevar adelante la casa. También tenemos casos de niños malcriados porque solo recibieron dinero y no afecto ni orientaciones. Claro que las remesas producen efectos poco deseables…
 

Iglesia y medioambiente

P: ¿Cómo está actuando la Iglesia en la protección del medioambiente en Ecuador? ¿Hay mayores amenazas con el aumento de las explotaciones de recursos naturales?

R: Lo que hay en Ecuador es un salto hacia una prospección petrolífera que profundiza en la selva, en espacios que fueron declarados parques naturales. Existe también un comienzo de una extracción minera industrial y con inversiones extraordinariamente poderosas.

El Gobierno necesita esos recursos y su explotación forma parte del desarrollo natural del país, porque no era lógico que siendo tan ricas en minería Perú, Bolivia o Colombia, Ecuador no lo hubiera explotado. Pero el desafío consiste en hacerlo siguiendo unas regulaciones y unas precauciones que minimicen el impacto para el medioambiente. Eso se puede hacer, pero es mucho más caro. Ahí está la necesidad de que la sociedad exija. En la Iglesia ya sacamos hace dos años un escrito sobre este tema, que tuvo una buena aceptación entre mucha gente pensante. Estamos acompañando a todas las comunidades que se resisten a recibir en su seno este tipo de explotaciones.

P: ¿Por qué no funcionó la campaña para conseguir dinero entre la comunidad internacional a cambio de que el Gobierno no explotara con prospecciones petrolíferas la zona selvática de Yasuní?

R: No se sabe muy bien por qué no fue bien. Tal vez se deba a la mezquindad de los donantes o a la falta de confianza en lo que haría el Gobierno con esos fondos.

P: ¿Fue aprobado por la Fundación Populorum Progressio algún proyecto que esté localizado en su archidiócesis?

R: El año pasado me aprobaron uno excepcionalmente voluminoso: un banco de alimentos. Eso implicaba una inversión bastante fuerte. Estamos ahora en pleno desarrollo, que implica a muchos voluntarios y beneficia a un sinnúmero de colectivos necesitados de apoyo, como instituciones que atienden a ancianos, niños, desayunos escolares en zonas deprimidas, etcétera. Esta año me han apoyado especialmente proyectos de salud, porque existe en Guayaquil una realidad de una inmigración muy fuerte.

La ciudad está creciendo al doble de velocidad que el resto del país porque viene mucha gente del campo, donde la agricultura no les sostiene. Eso genera conglomerados urbanos donde hace falta de todo. Me han aprobado un proyecto para un centro médico en un espacio llamado Isla Trinitaria. Son tierras rodeadas de mar y que tienen dos puentes. Cuando se hicieron los puentes, se invadió todo este lugar. En los últimos 10 o 12 años se han instalado más de cien mil personas. El centro médico podrá prestar mejor servicio a la mujer gestante, en el parto y en la atención al niño. El Estado no alcanza a atender de forma adecuada.

En el nº 2.910 de Vida Nueva

 

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