La ecología, asunto de familia

Alberto Iniesta, obispo auxiliar emérito de MadridALBERTO INIESTA | Obispo auxiliar emérito de Madrid

“Mientras que la cultura griega adoraba lo espiritual y rechazaba lo material, el cristianismo parte del Espíritu pero, por Encarnación del Verbo, asume la materia…”

El Universo es la fuente primera de toda religión. Los cristianos, además, no lo vemos solo como naturaleza, sino como regalo de un Dios creador
y cuidador
.

En cambio, hay ocasiones en las que la madre naturaleza parece comportarse como una madrastra cruel y violenta. Y entonces viene la insidiosa pregunta: ¿Dónde estaba Dios?

De todos modos es verdad que después de la tempestad, viene la calma, y un desorden ocasional no debe hacernos olvidar el orden admirable que sigue en la tierra y en el mundo.

Aun así, el misterio más profundo quizá radique en el hecho de que en la creación se da como un desorden inevitable, como un error de fábrica, que consiste en que entre los animales la vida necesita matar para vivir; por ejemplo, la ballena azul, que se alimenta de innumerables animalitos que forman el krill. Aquí podría darnos algo de luz el misterioso pasaje de san Pablo a los Romanos, 8, 19, que dice:

El jardín del Edén (Lucas Cranach, sXVI). [ampliar]

El jardín del Edén (Lucas Cranach, sXVI). [ampliar]

Porque la creación misma espera anhelante lo que serán los hijos de Dios, condenada al fracaso no por propia voluntad, sino por aquel que así lo dispuso. La creación vive la esperanza de ser también ella liberada de la servidumbre de la corrupción, y participar así de la gloriosa libertad de los hijos de Dios.

Mientras que la cultura griega de aquel tiempo adoraba lo espiritual y rechazaba lo material, el cristianismo parte del Espíritu pero, por la Encarnación del Verbo, asume la materia y la redime.

En este pasaje de san Pablo se podría rastrear una cierta comunión entre el hombre y la naturaleza. Según el Génesis, Dios puso al hombre en el Paraíso para que lo cuidara, lo disfrutara y fuera como el sacerdote, el mediador entre el Creador y la creación.

Por el pecado original, se había roto esa relación, aunque la encarnación de Cristo está salvando al hombre y al mundo. Como se ve, para el cristiano, la ecología no solo es cuestión de supervivencia, sino ante todo asunto de familia.

En el nº 2.908 de Vida Nueva.

 

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