El legado del “obispo peregrino”

La actividad de Carlos Osoro en tierras valencianas

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JOSÉ RAMÓN NAVARRO PAREJA (VALENCIA) | Carlos Osoro llegó a Valencia con una política de gestos que inmediatamente le desmarcaron de su predecesor, el cardenal Agustín García-Gasco. Comenzaron en la catedral, en la misma toma de posesión, con el significativo abrazo con que recibió al obispo auxiliar emérito, Rafael Sanus, a quien las diferencias con García-Gasco le habían llevado a dimitir.

Y continuaron con la apertura del palacio arzobispal a todas las corrientes eclesiales de la diócesis, los paseos a pie por las calles de Valencia con los constantes saludos de la feligresía, las visitas por sorpresa a los sacerdotes ancianos o enfermos, las convocatorias a los jóvenes para rezar con ellos una vez al mes o la reapertura del Centro de Pastoral Vocacional. Tras unos primeros meses marcados por la hiperactividad, dejó claro qué tipo de arzobispo no iba a ser, que no iba a repetir los esquemas de tiempo pasado.

Sin embargo, en los asuntos de gobierno de la diócesis los pasos fueron más lentos. Osoro, que llegó a una diócesis con tres obispos auxiliares, ha visto cómo estos han sido promovidos a otras sedes sin que, en cinco años, llegara un relevo para ellos. Tras un año en la diócesis, modificó su estructura administrativa en cuanto a número de arciprestazgos y vicarías, momento en que Osoro aprovechó para cambiar a los vicarios territoriales. Unos meses antes, había buscado una figura de consenso para sustituir al anterior vicario general.

Los cambios en la Vicaría de Evangelización han sido menos significativos. A día de hoy, todavía continúan al frente de algunas delegaciones sacerdotes nombrados por García-Gasco y las renovaciones han venido marcadas más por el fallecimiento o secularización de sus titulares que por el cambio en una línea de actuación. Y es que, más allá de los gestos, el estilo de gobierno de Osoro se ha caracterizado por depositar las responsabilidades en sus hombres de confianza. Un hecho que algunos han interpretado como colegialidad y otros como tibieza.

Una de las prioridades de Osoro en su paso por Valencia han sido los jóvenes. Ha manifestado:

Son para mí algo especial, me he jugado muchas cosas con la juventud para que tuviese grandes ideales mes tras mes.

Y lo cierto es que una de sus primeras acciones fue convocar un encuentro mensual con ellos, además de prestar una gran atención a movimientos juveniles como Scouts o Juniors. Además, su preocupación se ha centrado en el seminario. Como pastor, ha sufrido las consecuencias de una errada pastoral vocacional. Cuando llegó a Valencia, apenas había una treintena de seminaristas y en estos años las ordenaciones han sido muy escasas. Ha tomado casi personalmente las riendas de la pastoral vocacional, reuniéndose con cada uno de los candidatos al sacerdocio, lo que ha ampliado hasta la cincuentena el número de seminaristas, aunque los sectores más progresistas critican el alto número de candidatos provenientes del Camino Neocatecumenal.

La pastoral en las parroquias ha estado dirigida por el Itinerario Diocesano de Renovación, que comenzó hace cuatro años y finalizó el curso pasado. Ha sido “un tiempo de oración, de estudio y de acción que ha llevado a consolidar las bases de la tarea evangelizadora” de la diócesis, y que ahora, si el nuevo arzobispo lo considera oportuno, tendría su continuación en el Itinerario Diocesano de Evangelización.

En definitiva, Osoro ha sido en Valencia el obispo “peregrino” como lo bautizó el papa Francisco en la reciente visita ad limina, al comprobar, gracias al semanario diocesano, que ha recorrido de forma constante cada pueblo de la diócesis. No en vano se despide afirmando que en “Valencia me he sentido muy querido, y yo he querido a la gente”

En el nº 2.907 de Vida Nueva

 

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