Corea e Irak ocupan el corazón de Francisco este verano

El Papa reivindica la apuesta real por la diplomacia como el “arte de lo posible”

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ANTONIO PELAYO (ROMA) | La mente y el corazón del papa Francisco han estado divididos durante todo el mes de agosto entre los mártires de ayer y los de hoy; los de ayer son Paul Yun Ji-chung y sus 123 compañeros mártires, bárbaramente ejecutados hace dos siglos en Corea y a los que beatificó en Seúl el 16 de agosto; los de hoy son los miles de cristianos salvajemente asesinados u obligados al exilio por las hordas del Estado Islámico (ISIS). Estos serán, en consecuencia, los temas de nuestra crónica del mes.

El mejor balance de su viaje a Corea del Sur (13-18 de agosto) lo realizó el propio Jorge Mario Bergoglio en la audiencia del miércoles 20:

Los dos acontecimientos principales de mi visita –la beatificación de 124 mártires y el encuentro con los jóvenes– me han permitido presentar a la Iglesia como una familia que transmite a las nuevas generaciones la fe recibida de sus antepasados. La memoria de los mártires que fueron capaces de entregar sus vidas por aquello en lo que creían constituye un ejemplo para los jóvenes de hoy y les da motivos para vivir con esperanza.

El Papa con la presidenta surcoreana.

El Papa con la presidenta surcoreana.

“La Iglesia coreana –añadió Francisco– nació de la fe de algunos fieles laicos que, fascinados por la sabiduría de las Escrituras, las estudiaron y las adaptaron como regla de vida. Sus aldeas se inspiraron en la comunidad apostólica de Jerusalén, que tenía todo en común. Por eso he animado a los cristianos de hoy a ser solidarios con los más pobres y marginados”. “Además –concluyó su resumen–, he tenido la oportunidad de hacer un llamamiento y una oración por la reconciliación de todos los hijos de la tierra coreana que aún sufren las consecuencias de guerras y divisiones”.
 

Comunidad dinámica y vital

La vitalidad de la Iglesia coreana (son católicos el 10,7% de una población de 50 millones; es decir, 5.393.000 habitantes, según las últimas estadísticas) se manifestó de modo muy especial en la Eucaristía en la que el Santo Padre beatificó a los mártires coreanos. Fueron, según fuentes oficiales, 800.000 los fieles que asistieron a esa misa celebrada junto a la puerta de Gwanghawamun, monumento símbolo de la historia antigua y contemporánea del país; a ellos hay que añadir los que presenciaron otras ceremonias presididas por Bergoglio en Daejeon, Solmoe, Kkottongnae y Haemi, lo cual permite suponer que al menos una quinta parte de los católicos surcoreanos han visto personalmente al sucesor de Pedro durante esta visita (san Juan Pablo II ya estuvo en 1984 y 1989).

A esta vitalidad (son 4.000 los sacerdotes, 10.000 las religiosas y muy numerosas las vocaciones) se refirió el Pontífice en su homilía, considerándola fruto de la “semilla” que fue la sangre de los mártires:

En la misteriosa providencia de Dios, la fe cristiana no llegó a las costas de Corea a través de los misioneros, sino que entró por el corazón y la mente de los propios coreanos. En efecto, fue suscitada por la curiosidad intelectual, por la búsqueda de la verdad religiosa. (…) Esta historia habla de la importancia, la dignidad y la belleza de la vocación de los laicos.

En otro pasaje de su alocución, el Papa destacó que el ejemplo de los mártires:

Tiene mucho que decirnos a nosotros, que vivimos en sociedades en las que, junto a inmensas riquezas, prospera silenciosamente la más denigrante pobreza, donde rara vez se escucha el grito de los pobres. (…) La herencia de los mártires puede inspirar a todos los hombres y mujeres de buena voluntad a trabajar en armonía por una sociedad más justa, libre y reconciliada, contribuyendo así a la paz y a la defensa de los valores auténticamente humanos, en este país y en el mundo entero.

En esta ceremonia de beatificación estuvo presente Park Geun-hye, elegida primera presidenta de su nación en diciembre de 2012. Bautizada católica y alumna de instituciones escolares católicas, esta ingeniera electrónica rompió sus vínculos con la Iglesia ante las críticas que esta lanzó contra su padre, el presidente Park, acusándolo de métodos dictatoriales. Su hija, pese a todo, ha reservado al Pontífice un trato muy deferente, acudiendo a recibirle al aeropuerto (cosa muy poco frecuente en el protocolo oficial) y ofreciendo en su honor una recepción en el Palacio Presidencial o Blue House.

En presencia de la presidenta, del Gobierno y del cuerpo diplomático, el Papa abordó algunos de los temas candentes de la política surcoreana de cara a su hostil vecino del norte (que “saludó” la llegada papal a la península con una salva de misiles) y expresó su reconocimiento “por los esfuerzos hechos a favor de la reconciliación y la estabilidad en la península coreana, animando estos esfuerzos, porque son el único camino seguro para una paz estable. La búsqueda de la paz por parte de Corea es una causa que nos preocupa especialmente, porque afecta a la estabilidad de toda la región y del todo el mundo, cansado de las guerras”.

Corea e Irak ocupan el corazón de Francisco este verano [íntegro solo suscriptores]

En el nº 2.906 de Vida Nueva

 

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