‘Marsella’: veletas de cartón

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JOSÉ LUIS CELADA | Sangre o afecto, parir o criar, madre biológica o madre de acogida… En torno a estas y otras disyuntivas transcurre el viaje que emprenden una niña y su progenitora en busca del padre de la pequeña camino de Marsella, ciudad que da título al segundo largometraje de Belén Macías.

Tras su fallido estreno con El patio de mi cárcel (2008), la guionista y realizadora catalana vuelve a ponerse detrás de la cámara para contarnos otra historia de mujeres, aunque centrada ahora en uno de los argumentos del universo femenino más explotados por el cine: la maternidad, con sus derechos y sus deberes, sus recompensas y sus pérdidas…

Una llamada telefónica marca el punto de partida del nuevo trabajo de Macías, cuando “la hija de la discordia” (sorprendente debut de Noa Fontanals) debe abandonar el régimen de acogida en el que vive felizmente desde hace cinco años porque su madre biológica (una espléndida María León, erigida en alma de la cinta) ha obtenido la custodia legal sobre ella.

Es momento de conocerse mejor y recuperar el tiempo perdido. También de responder a preguntas incómodas: “¿Por qué me abandonaste?”, le inquiere la niña. “No estaba preparada para ser madre”, admite la joven mamá entre arrepentida y avergonzada.

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La metrópoli portuaria del sur de Francia es el destino de ambas. Sin embargo, más que una meta, Marsella es la distancia que las separa, la travesía que recorren juntas hasta encontrarse.

Un trayecto que nos deja personajes y situaciones interesantes o, cuanto menos, necesarias para entender ciertas decisiones del pasado y no pocas reacciones del presente. Otras no lo son tanto, como esa subtrama criminal totalmente prescindible que pone en peligro el propósito inicial de nuestras protagonistas.

Más oportuna y enriquecedora resulta la presencia del abuelo (qué decir de Manuel Morón), anfitrión de una fugaz visita en la que no solo descubriremos cómo se inocula el virus de la desestructuración familiar, sino que aprenderemos la importancia de saber por dónde sopla el viento.

Sabio consejo el de este maestro forjador, víctima él mismo de una fragilidad tan humana que nos expone a la intemperie cual veletas de cartón. Y, por supuesto, el auxilio de dos transportistas (la aparición aquí y allá del gran Eduard Fernández llena de verdad la pantalla), convertidos en improvisados ángeles de la guarda que emergen como un oasis en la tensa relación establecida entre las tres mujeres (mención también para la sufrida Goya Toledo, dispuesta a ayudar a “la madre de nuestra hija” aunque el cuerpo le pida otra cosa).

Con todos estos mimbres, la directora pone en pie una road movie que desprende olor a realidad, que desnuda sin artificios –ni juicios– las miserias y bondades de dos mujeres dispuestas a recuperar o conservar el rumbo de sus vidas a base de coraje y generosidad. Seguramente, dos de los rasgos distintivos de esta película y que deberían guiar los pasos de Macías dentro de la profesión.

 

FICHA TÉCNICA

TÍTULO ORIGINAL: Marsella.

DIRECCIÓN: Belén Macías.

GUIÓN: Verónica Fernández, Aitor Gabilondo y Belén Macías.

FOTOGRAFÍA: Aitor Mantxola.

MÚSICA: Juan Pablo Compaired.

PRODUCCIÓN: Gerardo Herrero.

INTÉRPRETES: María León, Goya Toledo, Eduard Fernández, Álex Monner, Noa Fontanals, Óscar Zafra, Manuel Morón.

 
En el nº 2.904 de Vida Nueva

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