¿Pagano o cristiano?

Luis-Augusto-CastroLUIS AUGUSTO CASTRO QUIROGA | Arzobispo de Tunja (Colombia)

“Se es pagano cuando la guía principal en nuestra relación con Dios es el miedo y no el amor…”

La línea que separa al pagano del cristiano pasa por el centro del corazón de cualquier ser humano. Esto quiere decir que todos tenemos un tris de paganos y un tris de cristianos. Ante todo, un pagano no es lo mismo que una persona atea. La persona atea no cree en Dios, mientras que, por su parte, el pagano sí cree en Él. El paganismo se encuentra donde se conoce y se habla de Dios; el asunto está en la relación entre la persona y Dios.

Se es pagano cuando se habla mucho de Dios, pero para la propia gloria. Cuando el emperador Constantino escuchó la frase referida a la cruz –“con este signo vencerás”–, acogió el cristianismo de inmediato. Sin embargo, no actuó aún como un cristiano, sino como un pagano.

El emperador Constantino, por Rubens (1622).

El emperador Constantino, por Rubens (1622).

Acogiendo la cruz aseguraba la victoria sobre sus enemigos. Era Dios quien se colocaba al servicio del emperador, como uno más de sus súbditos, y no Constantino quien se ponía al servicio de Dios. Ahí no hay glorificación ni adoración, sino manipulación al servicio de la propia gloria.

Un cristiano sabe que no puede hablar de Dios sin darle gracias y gloria desde la humildad de su ser. Un cristiano deja que Dios sea Dios, reconoce su voluntad, lo alaba y lo bendice, lo adora, unido a Cristo, el perfecto adorador del Padre; no lo reduce a alguien contratado para sus propios fines.

Se es pagano cuando la guía principal en la relación con Dios es el miedo y no el amor. Los pueblos paganos (y he tenido una experiencia directa) viven en un mar de miedos: hacia lo incierto, hacia los espíritus, hacia las sombras, hacia el vecino, hacia los conjuros y los hechizos. Un cristiano tiene presente continuamente las palabras del apóstol Juan:

Donde hay amor, no hay miedo.
(Jn 4, 18)

Una espiritualidad del miedo lleva derecho al psiquiatra. Pero repito que la línea que separa al pagano del cristiano pasa por el centro de nuestro corazón. Por ello, nos toca examinarnos para identificar la porción de pagano que somos y evangelizarla.

Cuando en unas fiestas del Señor de los Milagros llegó al santuario un señor muy apresurado, que preguntó “¿es aquí donde hacen milagros?”, la persona que lo recibió le dijo: “Depende de qué entiende usted por milagro”. El señor respondió: “Pues un milagro es cuando Dios hace lo que uno le pide”. La otra persona le contestó: “Pues se equivocó de lugar. Aquí entendemos por milagro cuando hacemos lo que Dios nos pide”.

¡Qué buen comienzo para ir purificando la parte pagana con el fin de que empiece a ser más cristiana!

El filósofo cristiano Søren Kierkegaard (1813-1855) decía:

La oración es auténtica no en la medida en que Dios oye lo que le pedimos, sino en la medida en que, cuando oramos, seguimos orando hasta que escuchamos lo que Dios quiere de nosotros.

¿No es verdad que empiezas a reconocer en tu vida la cara pagana y la cara cristiana? Que el espíritu de Cristo te vaya transformando en un cristiano del todo y no solo en parte; un cristiano que sepa exclamar, como san Agustín de Hipona, el pagano que se volvió cristiano: “Me sedujiste, Señor, y yo me dejé seducir”.

En el nº 2.903 de Vida Nueva

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