Chibly Langlois: “En Haití sabemos que Dios interviene todos los días para ayudarnos”

Entrevista con el primer cardenal haitiano

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Chibly Langlois: “En Haití sabemos que Dios interviene todos los días para ayudarnos” [ver extracto]

DARÍO MENOR (ROMA) | En el consistorio del pasado febrero, el papa Francisco creó por primera vez en la historia bimilenaria de la Iglesia un cardenal de Haití. El elegido fue Chibly Langlois, obispo de Les Cayes y presidente del Episcopado de este castigado país caribeño.

Poco antes del verano, el joven purpurado (56 años) viajó a Roma para tomar posesión de la parroquia que le había asignado el Pontífice, reservando un hueco para atender a Vida Nueva.

Langlois considera que la gran riqueza del catolicismo haitiano es la “forma de contar con la Providencia”, una actitud de la que pueden aprender los creyentes de otros pueblos.“Sabemos que en nuestro país hay unos límites que solo pueden ser superados por la intervención de Dios. Es lo que nos ayuda a seguir viviendo, a seguir sobreviviendo”.

P: ¿Considera su nombramiento una señal para sus compatriotas haitianos?

R: Con esta decisión, el papa Francisco muestra que quiere que estén representados todos los rostros de la Iglesia. La Iglesia haitiana tiene su propia identidad, es la Iglesia de un pueblo que sufre mucho, que tiene sus dificultades. Al elegir a un cardenal de allí, el Papa hace ver cuál es su idea de Iglesia universal. Logra llamar la atención de la comunidad cristiana y de toda la sociedad sobre la situación de Haití.

Además, pone en valor a la Iglesia haitiana y reconoce el trabajo que estamos desempeñando. Igualmente refuerza la autoconfianza de la Iglesia en mi país. Es una comunidad eclesiástica iniciada por los misioneros y hoy compuesta por diversas realidades. Supone, por tanto, un respaldo para seguir siendo misioneros dentro del país.

La creación del primer cardenal haitiano no solo es un mensaje para la Iglesia local, sino también para la de todo el mundo. Para mí significa, además, una mayor participación en la Iglesia universal y una mayor colaboración con el Santo Padre en el gobierno de la Iglesia. Haití debe aportar su propia piedra para la construcción del edificio de la Iglesia. Es, igualmente, un llamamiento a la comunidad cristiana haitiana para acoger en su espacio lo que la Iglesia universal puede aportarle.

P: El 12 de enero, cuando se supo que su nombre estaba en la lista de cardenales que iban a ser creados por el Papa, era el día en que se cumplían cuatro años del terremoto de Haití…

R: Efectivamente. Estábamos recordando con tristeza aquella tragedia cuando se supo la noticia. La celebramos como una muestra de reconocimiento y de fe. Con esa decisión, el Papa transformó aquella situación de tristeza en una situación de alegría. Decimos que provocó con esta noticia un terremoto en el corazón de todos los haitianos, quienes celebraban que hubiera un compatriota suyo que iba a ser creado cardenal.

P: Como cristiano, cardenal y presidente de la Conferencia Episcopal de su país, ¿cómo explica a sus connacionales la cantidad de catástrofes que les ha tocado vivir? ¿Le preguntan si es Dios quien les manda todos estos desastres?

R: Hay que decir que la mayoría del pueblo haitiano no le echa la culpa a Dios de su sufrimiento. No obstante, hay gente que piensa que Dios está castigando al país. Algunos dicen que el terremoto fue un castigo. Nosotros, como cristianos, debemos decir que no es ningún castigo; debemos decir que Dios es bueno, que nos ha creado para estar bien, para ser felices y disfrutar, pero que el mal y el sufrimiento están en el origen del mundo.

El sufrimiento que conocemos en Haití, venga a través de enfermedades y catástrofes o de la propia organización de la sociedad, de personas que no pueden vivir una vida digna, se debe a nuestros límites. Es causa de nuestras debilidades, está motivado porque no nos hemos organizado bien. No es culpa de Dios. Él nos ha dado la posibilidad de vivir bien y de salir de estas situaciones. Los errores en la organización no se dan solo en Haití. Vivimos dentro de un concierto de naciones en el que los problemas organizativos afectan de unos países a otros.

Hay, además, que tener en cuenta las contribuciones de otros Estados y de otras Iglesias hacia Haití. El pueblo haitiano, como le decía, no le echa las culpas a Dios y ve el futuro como una oportunidad. Piensa que mañana será un día mejor que hoy. Hay mucha esperanza en nuestras vidas, se sabe que Dios interviene todos los días para ayudarnos a salir de nuestras situaciones.

P: ¿Qué pueden aprender los cristianos de otros países de la forma de vivir la fe en Haití?

R: En Haití contamos mucho con la Providencia. Sabemos cada día que Dios no va a abandonarnos. Nuestra fe sabe apreciar mucho la capacidad de intervención de Dios en nuestras vidas. Sabemos que en nuestro país hay unos límites que solo pueden ser superados por la intervención de Dios. Es lo que nos ayuda a seguir viviendo, a seguir sobreviviendo. Creo que esta forma de contar con la Providencia es un recurso del que pueden aprender los cristianos de otros países.

P: ¿Existe en Haití competencia para la Iglesia católica por parte de Iglesias pentecostales o evangélicas?

R: Claro que sí, es algo que se da en todo el Caribe y en América Latina. Hay muchas sectas protestantes que vienen de Norteamérica y tratan de implantarse en Haití. Para responder a ellas intentamos reforzar la fe de los cristianos católicos. Cuanto más convencidos estemos los cristianos de nuestra fe, mayor es nuestra esperanza y, por tanto, más difícil resulta caer en estas sectas.

El cristiano puede así reafirmar su identidad y resistir a la agresividad de las sectas. Hay una suerte de comunión entre los cristianos católicos para intentar reforzarse entre ellos y aguantar la llegada de estos otros grupos.
 

Trabajando por la reconciliación

P: ¿Cómo es su trabajo para la reconciliación nacional entre los distintos grupos políticos del país?

R: La Iglesia haitiana se ofreció para propiciar un diálogo entre los diversos actores políticos. La última vez que se quisieron organizar elecciones, finalmente no se celebraron y la Iglesia, por medio de la Conferencia Episcopal y de un equipo que hemos formado, ha acompañado a los políticos para firmar un acuerdo que prevé la celebración de elecciones este año.

Hay dificultades por parte de algunos políticos para aplicar de forma completa el acuerdo, pero a día de hoy sigue siendo la referencia. Estamos ahora mismo buscando la vía que lleve a la convocatoria de comicios este mismo año. Por mi parte, puedo decir que hemos hecho un trabajo apreciado por todos, tanto la comunidad nacional como la internacional.

El acuerdo ha centrado la atención y evitado mucha violencia en el país, buscando de forma razonable una solución que pueda desbloquear la situación. Si no se acude a las urnas antes de acabar 2014, nos dirigiremos hacia una crisis el año que viene. Hay que cambiar el Senado y la Cámara de los Diputados.

P: ¿Por qué decidió hacerse sacerdote? ¿Cómo influenció la pobreza su vida personal y sacerdotal?

R: Mi vocación sacerdotal se vio favorecida por el ambiente en el que me crié. Nací dentro de una comunidad cristiana de gente de fe, implicada en la catequesis y en el acompañamiento a otras personas. Yo me impliqué mucho en esta comunidad y pude encontrar un sacerdote que me dio una base sólida. Mi familia y mi escuela eran cristianas. Todo esto me fue formando y preparando para el momento en el que le dije al Señor que quería hacerme sacerdote en Haití. A la vuelta a mi país, tras mis estudios en Francia, trabajé en la pastoral y la catequesis de los jóvenes. Ocho años después fui elegido obispo de Les Cayes y de ahí fui creado cardenal.

En el nº 2.903 de Vida Nueva

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