Entrevista con el secretario encargado de la vicepresidencia de la Comisión Pontificia para América Latina
TEXTO Y FOTOS: DARÍO MENOR. | El pasado mes de mayo, el Papa ascendía a Guzmán Carriquiry, hasta entonces secretario de la Comisión Pontificia para América Latina, como encargado de la vicepresidencia de este organismo. Este uruguayo que lleva más de 40 años trabajando para la Santa Sede se convertía así en el primer “número dos” laico de un dicasterio de la Curia romana.
P: ¿Cómo valora el momento actual que vive América Latina?
R: Llevamos 10 años de crecimiento económico sostenido en la mayoría de los países. Es un fenómeno extraordinario si se tiene en cuenta que coincide con la crisis económica global. Entre 30 y 40 millones de latinoamericanos han dejado el umbral de la pobreza y han pasado a formar parte de las clases medias populares.
Por desgracia, este crecimiento económico no ha acabado con el gravísimo problema de la falta de equidad. Las desigualdades sociales incluso crecen y se profundiza el abismo de los descartados. Crece también la violencia, alimentada sobre todo por el narco-negocio. Hay, además, que tener en cuenta que desde hace casi 40 años se está viviendo un proceso de democratización que ha hecho de algunos países democracias maduras. Otros son democracias más frágiles. Y en algunos casos, hay riesgo de tendencias autocráticas.
El tercer punto importante para definir la América Latina de hoy es que se han dado pasos de gigante en su integración. Mercosur es fundamental, es el único eje propulsor y atractivo, pero está empantanado. Ahora emerge la Alianza para el Pacífico, pero hay que buscar cómo conjugar la América Latina de los dos océanos.
Se han intensificado las relaciones económicas y políticas entre nuestros países. Pese a las diferencias, si se quiere que América Latina cuente en la escena internacional, es fundamental sumar.
P: América Latina vive una época de crecimiento económico unido a una relativa calma política y social, excepto en unos pocos focos. ¿Está apareciendo al mismo tiempo la descristianización?
R: Se está viviendo un fortísimo proceso de urbanización desde los años 50. Hoy, la mayor parte de la población es urbana. Existen gigantescas metrópolis, como Ciudad de México, São Paulo y Buenos Aires. Tenemos muchas ciudades con un crecimiento enorme.
El paso de la cristiandad rural a la ciudad provoca un proceso de secularización en América Latina, con fuertes ímpetus de secularismo. América Latina está así más integrada dentro de la cultura global dominante, marcada por ímpetus relativistas, hedonistas y utilitaristas. Vivimos un proceso de secularización, pero todavía la Iglesia en América Latina es Pueblo de Dios entre los pueblos.
Más del 80% de los latinoamericanos están bautizados en la Iglesia católica. Eso quiere decir mucho. Aquella primera evangelización caló profundamente en la génesis de nuestros pueblos. Según el Latinobarómetro de 2013 [ver informe], la institución que goza de mayor prestigio es la Iglesia católica. Eso, pese a todas sus miserias y problemas.
La secularización de América Latina es especial. Se concentra en las grandes ciudades, pero hay todavía una reserva y potencial de facto, que se expresa en la religiosidad popular.
El papa Francisco, tocado con el cocar de los indígenas brasileños.
P: ¿Qué efecto está teniendo la figura del papa Francisco?
R: Los pueblos latinoamericanos tienen una alegría, unas expectativas y un legítimo orgullo con este pontificado impresionantes. Es casi unánime la atracción que despierta.
Sabemos que este fenómeno es complejo. No puede encasillarse solo en categorías sociológicas, culturales o comunicativas. Está la simpatía natural que suscita su imagen mediática. Hay, por otra parte, el derrumbe de muchas resistencias y prejuicios de personas alejadas de la Iglesia que ahora se sienten atraídas. Hay en otras un reflorecer de inquietudes en el alma.
Después está un fenómeno de revitalización de la tradición católica en muchos cristianos. En América Latina hemos visto que hay más participación en las manifestaciones de religiosidad popular. En los santuarios se ha dado un salto.
P: ¿Hay cifras?
R: En los santuarios de Guadalupe, Aparecida y Luján ha habido un crecimiento importante este año. Hay, además, muchos obispos y párrocos que señalan que hay más presencia y participación en los templos. Hay confesiones por doquier. Estamos atentos para ver qué es lo que sucede con muchos católicos que pasaron a comunidades evangélicas, neopentecostales o, incluso, a sectas.
P: ¿Cómo explica el auge de estas Iglesias?
R: Viene de los años 70, con un crecimiento exponencial. En Brasil se pasó de un 80% de católicos en los años 60 al 65% de hoy. En Chile, el porcentaje disminuye un 1% anual. Algunos dicen que los evangélicos y neopentecostales son 50 millones. Otros rebajan la cifra a 25 ó 30 millones. La primera reacción fue denunciar a estas comunidades. Se decía que provenían de los Estados Unidos y que usaban un proselitismo agresivo, engañando a la gente. Después, la Iglesia católica tomó una actitud más seria. Hizo un examen de conciencia de por qué la sed religiosa no se satisfacía con su propuesta. La tercera etapa, de la que fue protagonista el arzobispo Bergoglio, es un establecimiento de diálogo entre católicos y estas comunidades (¡las más serias, porque hay un poco de todo!), que comienza en diversos lugares.
P: ¿Colocó la Conferencia de Aparecida a América Latina en la vanguardia pastoral y teológica de la Iglesia?
R: Aparecida fue un signo de madurez de la Iglesia en América Latina. Fue un acontecimiento que, no por nada, se dio en el interior de un santuario mariano. Nuestra Iglesia es mariana. Hubo una gran comunión entre los obispos latinoamericanos que no se había dado en otras ocasiones.
Y su documento final suscitó grandes convergencias en el Pueblo de Dios en América Latina. Aparecida fue un paso fundamental de la trayectoria que llevó al padre Bergoglio a la sede de Pedro.
La Pastor Bonus y los laicos
P: Relaciona usted todo…
R: Sí. Como decía Ortega y Gasset, la persona es el yo y su circunstancia. Al Papa no lo eligen por motivos geopolíticos. Lo eligen por su persona para un determinado momento de la Iglesia. Pero la persona no está aislada a sus circunstancias. La Providencia de Dios fue preparando a Bergoglio para ser papa.
Viene de un nuevo mundo donde la gran tradición católica quedó arraigada profundamente en su sustrato cultural. Viene de una Argentina con un proceso de resurgimiento católico desde la década de 1930 y donde se manifestó desde los años 40 un gran movimiento popular como el peronismo. Viene de una experiencia de forja severa a través de los ejercicios espirituales de los jesuitas. Viene de una experiencia de gobierno difícil en una época turbulenta. Viene de ser arzobispo de una gran metrópolis, en la que los problemas del norte y del sur estaban presentes. También viene de Aparecida, donde jugó un papel protagonista.
P: Recientemente fue ascendido a secretario encargado de la vicepresidencia de la Comisión. ¿Considera el nombramiento un anticipo de los cambios que vendrán para los laicos dentro de la estructura de la Santa Sede
R: Benedicto XVI, en un primer momento, quiso nombrarme vicepresidente de la Comisión, pero según la Pastor Bonus, el cargo de vicepresidente puede ser solo para prelados.
Se creó entonces el cargo de secretario. Durante estos tres años he sido siempre el segundo del presidente, el cardenal Ouellet. Al nombrarme secretario encargado de la vicepresidencia, Francisco reconoce que, de hecho, asumo las funciones de vicepresidente. Es un gesto de estima y confianza.
Muestra, más allá de mi persona, que cambiando la Pastor Bonus podremos tener laicos, varones y mujeres, como vicepresidentes en algunos dicasterios.
En el nº 2.902 de Vida Nueva
- Entrevista con Guzmán Carriquiry en el programa Por mí, por él (1ª parte):
Video provided by Canal 21 Buenos Aires
© Canal 21
- Entrevista con Guzmán Carriquiry en el programa Por mí, por él (2ª parte):
Video provided by Canal 21 Buenos Aires
© Canal 21
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