Cada vez hay más formación en quienes, desde el ámbito eclesial, hacen de la escucha a los dolientes su opción de servicio
VIDA NUEVA | El sentido del dolor y del sufrimiento humanos es uno de los grandes desafíos para la vivencia de la fe. Tratar de comprender su porqué es una meta que no acaba de cruzarse.
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Sin embargo, mucho se ha caminado en el acompañamiento a quien padece el desgarro de la pérdida, el latigazo de un vacío paralizante, sea cual sea la causa o violencia que la origine.
Como se cuenta en el A Fondo, cada vez hay más formación en quienes, desde el ámbito eclesial, han hecho del cuidado a los enfermos, de la escucha a los dolientes, su opción de servicio. Pero no siempre ha sido así, y aún hoy encontramos a consagrados que acentúan el desconsuelo con comentarios inadecuados.
Afortunadamente, cuando se cumple los 400 años del nacimiento de su fundador, los camilos siguen atestiguando un extraordinario trabajo en la atención al enfermo y en el trato a quienes han de afrontar el duelo, y que debiera ser más imitado.
En el nº 2.902 de Vida Nueva
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