Mujeres que engendran justicia

Noland, país de 51,2 millones de refugiados, de los que ellas son “doblemente víctimas”

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MIGUEL ÁNGEL MALAVIA. FOTOS: ENTRECULTURAS. | Cuando la barbarie de la guerra se apodera de una tierra, el instinto de supervivencia empuja a la huida, con la esperanza de, tal vez, escapar de un destino que aboca a la violencia.

Solo tal vez, porque, de los 51,2 millones de refugiados y desplazados que hoy hay en el mundo –según hizo público ACNUR el pasado 20 de junio, Día Internacional del Refugiado, destacando que esta cifra supera ya a la registrada en la II Guerra Mundial–, la gran mayoría padece de todas formas la indignidad. Hacinados en campamentos, vagabundos indocumentados en grandes urbes, errantes por bosques cercanos al hogar perdido…

Todo esto ocurre frente a la ceguera de muchos estados. Sobre todo de los que más podrían acoger a quienes no tienen nada. Porque, si los devastados países de África son los que al fin acogen por cientos de miles a los habitantes del último país vecino que ha caído en el drama de la guerra, en Europa, por el contrario, es misión casi imposible obtener un visado de refugiado.

Por ello, a iniciativa de Entreculturas, hace tres años surgió Noland (VN, nº 2.807), una nación virtual que busca ser “el país de las personas que no pueden volver a su país”; esto es, el país, hoy, de esos 51,2 millones de personas, ciudadanos del mundo sin ningún derecho y con todas las oportunidades denegadas.

Así, con el fin de llamar la atención sobre la situación de emergencia de esta comunidad humana, desde la ONG jesuita inciden en la realidad de las mujeres y las niñas, “doblemente víctimas”. Porque, en contextos de dificultad, ellas son obligadas a casarse casi en la infancia, tienen más cerradas las puertas de la educación y son las víctimas propiciatorias de los bárbaros de la guerra, que abusan de ellas como arma bélica, para destruir los pueblos, etnias y culturas que aborrecen.

Dicen que el que huye de su casa ya no vuelve a ser el mismo. Algo de esto debe saber Elizabeth Waraga, religiosa de las Hermanas Misioneras de la Virgen María Bendecida. Natural de Sudán del Sur, ha sido hasta en tres ocasiones una persona desplazada:

Todo empezó con la primera guerra civil que vivió mi país y que no terminó hasta 1972. Era una niña y me fui con mis hermanos y mis padres a República Centroafricana. Pasábamos hambre, no teníamos nada. Pero conocimos a una monja en el campamento. Ella nos ayudó mucho: nos dio comida, ropa e insistió en que nuestro futuro estaba en la educación. Para mí, ella fue la gran inspiración en mi vida. También en la fe, pues con el tiempo acabaría siendo religiosa en una congregación en la que tenemos como uno de los fundamentos impulsar la educación de las niñas.

La segunda vez fue en 1983, al rebrotar de nuevo la contienda fraticida en Sudán, que ya no cesó hasta 2005. Entonces ya era religiosa y, junto a sus hermanas, sostenían una escuela para niñas sin recursos. La guerra las cogió de improvisto, cercándolas con toda su furia.

Mujeres que engendran justicia [íntegro solo suscriptores]

En el nº 2.900 de Vida Nueva

  • Noland: Refugiadas

Video provided by Entreculturas

© Entreculturas
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