Dichosos los austeros

Alberto Iniesta, obispo auxiliar emérito de MadridALBERTO INIESTA | Obispo auxiliar emérito de Madrid

“Quienes han puesto su felicidad en los caprichos materiales, luego se encuentran vacíos y frustrados…”

Últimamente, ha aparecido en los medios de comunicación social una encuesta a las familias españolas sobre sus gastos de alimentación y, en general, se percibe una notable reducción respecto a tiempos anteriores.

Ahora se limitan a los productos más indispensables, evitando toda clase de caprichos, y hasta llevan de antemano una lista para evitar posibles tentaciones. Y todos estos datos se bañan de un tinte pesimista, como para destacar lo mal que estamos ahora, frente a los tiempos en que podíamos gastar y malgastar por capricho y a lo loco.

Pero vamos a ver: esa mala costumbre de vivir por encima de nuestras posibilidades, practicada generalmente por el Estado, las autonomías, diputaciones, ayuntamientos y familias, ¿no ha sido en gran parte la causa que nos ha llevado a esta situación de recesión económica, de recortes sociales y de paro? Creo que el consumismo, impulsado por el capitalismo, ha hecho más daño a la sociedad que el comunismo.

El gran problema de España es el paro, triste fruto de una economía financiera no suficientemente controlada por los gobiernos elegidos democráticamente, como sería su deber.

Pero la austeridad no es el problema, y deberíamos conservarla aun cuando salgamos de la crisis económica. La austeridad es connatural a la vida cristiana, según el ejemplo de Jesús de Nazaret y de todos los santos de la historia.

Y esto no supone necesariamente una vida triste y amargada. Quienes han puesto su felicidad en los caprichos materiales, luego se encuentran vacíos y frustrados. La pobre Marilyn tenía fama, amores y riquezas, pero parece que alguna vez intentó suicidarse. En cambio, Teresa de Calcuta, a quien pude tratar cuando vino a Vallecas a fundar una casa, vivía tan ricamente con su pobreza en favor de los pobres.

Por algo dijo Jesús de Nazaret: dichosos los pobres en el Espíritu. ¿No podríamos decir, al menos, dichosos los austeros?

En el nº 2.900 de Vida Nueva.

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