Protase Rugambwa: “Hay que apoyar a las Iglesias que crecen, porque podrán reevangelizar Europa”

Entrevista con el presidente de Obras Misionales Pontificias

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FRAN OTERO. FOTOS: LUIS MEDINA | Protase Rugambwa es un obispo tanzano que, desde hace dos años –se cumplen el 26 de junio–, es secretario adjunto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos y, por lo tanto, presidente de Obras Misionales Pontificias.

Accedió a este cargo con Benedicto XVI, que le había nombrado obispo en 2008 tras años de labor sacerdotal; un servicio que puso en marcha Juan Pablo II en 1990, pues fue ordenado por el Pontífice polaco en Dar-es-Salam, durante su viaje a Tanzania.

Recientemente, visitó España para participar en la Jornada de Delegados de Misiones y en la Asamblea de OMP-España, donde constató algunas de las dificultades que vive la misión, como la caída de vocaciones misioneras ad vitam, la disminución de Fidei Donum, la casi desaparición de vocaciones ad vitam de laicos consagrados y la multiplicadión de experiencias de pocos meses en misión.

Rugambwa cree que esta situación es producto, entre otras cosas, de una compresión limitada de la Iglesia local, la reducción de la misión a proyectos de desarrollo o la crisis de identidad de la personas. Cree que la Iglesia no puede existir sin misioneros y, por ello, ve urgente recuperar la dimensión religiosa y, con ella, cambiar la mentalidad y la formación, y ser conscientes de que la tarea de la Iglesia es hoy más difícil, pero también más inspiradora.

P: La situación que usted describe es muy complicada…

R: Pero como Iglesia debemos tener siempre esperanza. Estamos llamados a ser gente de fe, porque con fe siempre hay esperanza. Tenemos que tener claro que la salvación está en Jesús, que es nuestra guía, y que la Iglesia debe llevar a los demás esta Buena Noticia. Debemos tener fe y esperanza, incluso ante la crisis de vocaciones.

P: ¿Cuáles son las prioridades de la congregación en la que trabaja?

R: Nosotros trabajamos en territorios específicos promoviendo la misión ad gentes: casi toda África, Asia, Oceanía… son territorios dependientes de nuestra Congregación, pero tenemos trabajo en los cinco continentes. En este contexto, nuestra mayor prioridad es la formación de todos y a todos los niveles, comenzando por los superiores y siguiendo por los agentes pastorales, los colaboradores de cada diócesis y los laicos. Es un gran desafío. Debemos invertir mucho en este sentido, porque ayudará a descubrir la fe y a vivirla.

P: ¿Cree que los territorios de misión, que son ya muy importantes en la Iglesia, tienen el peso que le corresponde o todavía sigue predominando Europa a pesar del proceso de secularización que sufre?

R: La Iglesia es universal. Es necesario establecer diferentes planos en la evangelización. No hablo de la nueva evangelización, porque no entra en nuestra área, pero es necesario ver cómo se puede afrontar esta realidad moderna: el problema de la secularización, la indiferencia…

En cualquier caso, hay esperanza, porque hay Iglesias que están creciendo, y aquí entra la cooperación misionera. Porque una buena y programada cooperación misionera puede ayudar mucho. Las Iglesias están abiertas.

Primero hemos enviado a los misioneros y ahora vienen a nosotros, tenemos que pensar cómo aprovechar esta situación. Hay que promover y apoyar a las Iglesias que están creciendo, porque en el futuro, quién sabe, pueden ser una buena fuerza para reevangelizar Europa.
 

Crisis vocacional

P: ¿Se convierte en una obsesión el número de vocaciones?

R: La Iglesia tiene que garantizar que el trabajo continúe con pocas personas. Lo importante es la calidad, no el número. Es mejor tener una o dos personas que cien que no hacen nada. Dos o tres personas con dedicación pueden ser una gran fuerza. Como Iglesia, debemos promover que haya personas de este tipo, que puedan hacer cualquier cosa. Repito, se trata de una cuestión de calidad.

P: Es importante que todos se sientan miembros de la misma Iglesia, ¿no?

R: Esto es lo que intentamos llevar a cabo, porque la Iglesia es siempre la misma, porque un creyente en Europa y un creyente en África están bajo el mismo credo. Tenemos que caminar juntos y así será más fácil afrontar estos cambios de los que hablamos. Juan Pablo II ha hablado mucho de esto, de la Iglesia única.

P: ¿Les preocupa la situación de los misioneros que viven en países donde se persigue a los cristianos o donde hay conflictos?

R: Hay una preocupación, pero nos agrada que allí donde la gente sufre estén los misioneros. En Centroáfrica, donde tanto están sufriendo persecución, también en Camerún… Si uno es un misionero verdadero, que quiere dar toda su vida, seguramente habrá preocupación, pero es Dios el que sostiene en el trabajo. Además, los misioneros no quieren volver a su país. Lo he visto en Tanzania: sufren, pero no quieren volver a casa, quieren morir allí.

P: También es cierto que los misioneros siempre se quedan cuando existen circunstancias difíciles y cuando los diplomáticos y cooperadores internacionales ya no se han marchado.

R: Es así. El cardenal prefecto para la Evangelización de los Pueblos, con quien trabajo, estuvo como nuncio en Irak durante la guerra, no se fue. Nosotros creemos en la fuerza de Dios y también en nuestro trabajo. Es una obligación para nosotros hacer este trabajo sin tener en cuenta las circunstancias. Estamos obligados a sufrir e incluso a morir por esta gente. No se trata de una cuestión de carrera, de trabajo, sino de dejar traslucir una identidad misionera.

P: ¿Cómo evangeliza un misionero cuando en el país en el que vive está completamente prohibido?

R: Debemos buscar los medios, trucos… pero siempre desde el amor. A veces, con la sola presencia se generan preguntas y se transmite el mensaje.

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P: En ocasiones se contraponen evangelización y proyectos sociales…

R: La Iglesia habla de desarrollo integal, es decir, humano, material, espiritual… Cuando hacemos acciones caritativas o sociales no lo hacemos como algo filantrópico, sino porque nace del amor de Dios. Es el amor de Dios el que nos lleva a trabajar en este sentido, el que nos mueve. Esta es la gran diferencia con respecto a otras organizaciones. Así, y porque nuestros centros se rigen por la fe y el amor, aceptamos a todos, porque nuestro amor no acepta divisiones.

P: Al aceptar a personas de confesiones e incluso religiones diferentes, ¿se produce algún tipo de diálogo interreligioso?

R:
Tenemos que hacer algo al respecto, establecer algún tipo de foro donde encontrarse y compartir aquello que nos une. Lo primero que hay que hacer es buscar el modo de encontrarnos, y en eso estamos. Con las confesiones cristianas trabajamos en obras comunes, mientras que con las demás religiones hablamos de paz.

En el nº 2.899 de Vida Nueva

 

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