Jordania, ariete diplomático de Oriente Medio

La visita del Pontífice fue un símbolo de la trascendencia diplomática y del camino hacia la pacificación de esta zona

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FELIPE DE J. MONROY, director de Vida Nueva México | Tal como el santo que le inspiró su nombre pontificio, el papa Francisco hizo su primera estancia en Oriente Medio para su peregrinación en Tierra Santa portando la señal de la humildad; sin negociar, sino para manifestar el encuentro que pueden propiciar la fraternidad, la reconciliación y la solidaridad entre semejantes.

Desde el arribo del Papa a Jordania, el país que se yergue en la región como un oasis de estabilidad, el rey Abdullah II, referente del reino hachemita, quiso mostrar al mundo la visita del Pontífice como un símbolo de la trascendencia diplomática y del camino hacia la pacificación de esta zona: “Su Santidad, bienvenido a Jordania, la tierra de paz y armonía entre musulmanes y cristianos, casa de los santos y profetas”.

Durante la misa en el estadio de Amán.

Durante la misa en el estadio de Amán.

La visita se enmarcó en la conmemoración de aquella peregrinación del papa Pablo VI a Tierra Santa en 1964, y recordando las posteriores de Juan Pablo II y Benedicto XVI. En todas ellas, ambos líderes han abierto las puertas al camino de reconciliación entre aquella heredad de extenso debate bíblico y social. En su discurso al Pontífice (en inglés), el rey utilizó una expresión rica en significados para manifestar la ruta de pacificación entre musulmanes y cristianos: common ground, que se interpreta como “bases comunes” tanto como “tierra compartida”. Dos estrategias muy claras del país en la región: bases de inversión y desarrollo comunes entre la pujante economía del petróleo árabe y el turismo de Occidente; y tierra firme, que el país comparte con los más de 850.000 refugiados que histórica y constantemente han hecho de Jordania un hogar provisional.

Francisco ha elogiado este esfuerzo y el reconocimiento es evidente. Además de ser el único jefe de Estado que ha recibido en dos ocasiones de manera oficial en el Palacio Apostólico (junto a la presidenta de Argentina, Cristina Fernández), el rey Abdullah II recogió una inmejorable distinción en la víspera de la celebración del 68° aniversario de la independencia jordana: ser llamado por el Papa como “un hombre de paz, un artífice de la paz”.

Tras los saludos oficiales y el almuerzo, el Papa se dirigió hacia el estadio internacional de Amán, donde celebró la primera de las tres misas programadas durante este viaje. Horas antes de su llegada y bajo el sol, cerca de 20.000 personas (una cantidad de fieles significativa, tomando en cuenta que Jordania es un extenso país de casi ocho millones de personas donde apenas el 1,68% son cristianas) entonaban incesantemente el canto de bienvenida a Francisco: “¡Baba Francis Ahlan Wa Sahlan fi Amman!”.

Enmarcado por los santos Juan XXIII y Juan Pablo II, y bajo una haima (tienda) que simboliza el hogar jordano, el Papa hizo la petición de paz que se anticipaba y dibujó el camino hacia ella: “La paz no se compra, no se vende. Es un don que debemos buscar con paciencia y construir artesanalmente mediante pequeños y grandes gestos en nuestra vida cotidiana”.

Rezo en el río Jordán, donde se cree que se bautizó Jesús.

Rezo en el río Jordán, donde se cree que se bautizó Jesús.

Los 1.400 niños (provenientes del Líbano, Irak, Palestina, Jerusalén, Siria, Egipto y del norte de Jordania, donde se concentran principalmente las comunidades cristianas del país), que realizaron su Primera Comunión, escucharon al Pontífice recomendar a todos los presentes el “realizar gestos de humildad, de fraternidad, de perdón, de reconciliación. Estos gestos son premisa y condición para una paz auténtica, sólida y duradera”.

Para ratificar en gestos el deseo de sus palabras, el Papa se trasladó después a la ribera del río Jordán, al sitio que se toma por el lugar donde fue bautizado Jesús. Allí realizó una oración frente al recodo en el cruce de aguas y se reunió con cerca de 600 personas en la iglesia del Patriarcado Latino. Acompañado por Fouad Twal, arzobispo de origen palestino y patriarca latino de Jerusalén, escuchó los testimonios de niños y jóvenes enfermos o discapacitados, refugiados de Siria, Palestina e Irak. Francisco extendió su abrazo a estos jóvenes y pidió a la comunidad internacional cooperar en las labores humanitarias a favor de estas personas y “no dejar sola a Jordania” en la responsabilidad de auxiliarlos.

Al día siguiente, en el aeropuerto de Amán, antes de partir para proseguir su visita a Tierra Santa en Belén y Jerusalén, Francisco tuvo un detalle de alta sensibilidad que permanecerá por largo tiempo en la memoria: al cruzar por los pasillos del avión para saludar a los 70 periodistas acreditados al vuelo, este se detuvo junto al periodista israelí David Cohen Cymerman, que estaba sentado junto al colega palestino Imad Freij, y, con una palmada en el hombro, le dijo: “Protégelo durante el viaje”.

En el nº2.896 de Vida Nueva

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