La necesaria transparencia económica de la Iglesia

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La necesaria transparencia económica de la Iglesia [ver extracto]

RUBÉN GÓMEZ DEL BARRIO (BERLÍN) | El escándalo por el coste de las obras de la residencia del obispo de Limburgo ha puesto bajo lupa las finanzas de la Iglesia en Alemania, pero también ha provocado que otros obispados cambien su estrategia, rompiendo el silencio sobre su patrimonio.

El 20 de enero de 2003, Franz-Peter Tebartz-van Elst escribió una nueva e importante página en la historia de la Iglesia católica alemana al convertirse en el obispo más joven del país. Un mérito que vino a sumar un eslabón más en la fulgurante carrera eclesiástica del recién nombrado prelado, que veía con su nombramiento un pasaje casi seguro hacia metas más altas. Atrás, toda una vida dedicada de forma íntegra a la religión, y que veía su origen en un pequeño pueblo al noroeste de Alemania, en el año 1959.

El obispo Tebartz-van Elst.

El obispo Tebartz-van Elst.

Franz-Peter fue el mayor de dos hermanos, fruto de una familia que le alentó desde pequeño a crecer en su vínculo con la fe. A los 26 años fue ordenado sacerdote poco después de licenciarse en Filosofía y Teología en las universidades de Münster y Friburgo, donde destacó por su brillantez y por ser uno de los estudiantes más prometedores de su promoción. Unas aptitudes que no pasaron desapercibidas en el Vaticano. Tanto que, en el año 2003, Juan Pablo II le nombró obispo auxiliar de Münster, donde permaneció hasta 2007, cuando Benedicto XVI lo designó como titular de Limburgo.

En esta pequeña ciudad del sur de Alemania, en el Estado de Hesse, los ciudadanos recibieron con alegría al nuevo inquilino, que, amén de un importante conocimiento teológico, tan buenas simpatías había despertado en Roma. Sin embargo, cuando el clérigo tomó confianza en el cargo, fue también sonada su imperante autoridad, que algunos diocesanos llegaron a calificar de conservadora y dictatorial.

Buen ejemplo de ese estilo autoritario fue la orden que dio al poco de llegar a Limburgo para reconstruir a su antojo el edificio episcopal, que, curiosamente, ya había sido remodelado en el año 2005. Una decisión que contó con el desacuerdo de una mayoría de feligreses y que, desde la llegada de las primeras máquinas de obra, despertó además el interés de algunos medios de comunicación, testigos, junto al resto del pueblo, de la magnitud de la construcción.

Vista parcial de la residencia del obispo de Limburgo.

Vista parcial de la residencia del obispo de Limburgo.

Las obras de remodelación del Centro Diocesano de San Nicolás [ver proyecto], situado al lado de la catedral de Limburgo, se hicieron según los deseos del obispo.

No hubo transparencia aunque, según la prensa, los gastos se sextuplicaron desde los 5,5 millones de euros previstos hasta los 31. El escándalo fue a más conforme se iban conociendo detalles de un complejo que, entre sus diferentes departamentos, cuenta con una biblioteca, diferentes salas de conferencias, una capilla, un museo, un parque privado y, por supuesto, la residencia del obispo, en la cual, según medios alemanes, este invirtió unos 15.000 euros en una bañera, así como tres millones de euros en un comedor de 63 metros cuadrados.

Según datos del diario La Stampa, para equipar el departamento privado del obispo fueron necesarios 478.000 euros; 783.000 se usaron para construir un nuevo jardín y casi tres millones fueron a parar a la construcción de la capilla privada.

Con semejantes cifras, el nombre de Tebartz-van Elst ocupó los titulares de todos los medios. Incluso la canciller alemana, Angela Merkel, se llegó a pronunciar al respecto para calificar al obispo como una “gran carga” para los católicos y, por supuesto, el tema llegó hasta el Vaticano, donde se creó una comisión de investigación que, finalmente, se saldó con la dimisión del obispo.

Protesta en Limburgo: “No tengo palabras”, reza el cartel.

Protesta en Limburgo: “No tengo palabras”, reza el cartel.

Así lo decidió el papa Francisco, quien aceptó la renuncia, nombró como administrador de la diócesis a Manfred Grothe y pidió a los fieles que acogieran su decisión con sosiego y con el compromiso de querer encontrar un clima de caridad y reconciliación.

Sin duda, la actitud de Tebartz-van Elst chocaba de bruces con el talante del actual Papa, que, desde su nombramiento, ha instado a líderes católicos, políticos y empresarios a poner más atención en los pobres del mundo. El obispo había estado suspendido por el Vaticano mientras se desarrollaba una investigación de la Conferencia Episcopal Alemana (DBK).

Lo que está claro es que esta decisión zanja la carrera eclesiástica de Tebartz-van Elst, pero, sobre todo, ha puesto bajo lupa las finanzas de la Iglesia católica en Alemania.
 

Los fieles financian

En el país donde Martín Lutero inició la Reforma hace cinco siglos –en respuesta a lo que, según él, eran los excesos y los abusos dentro de la Iglesia–, la falta de transparencia financiera que supone este escándalo ha tocado la fibra sensible de buena parte de la opinión pública alemana y ha puesto en tela de juicio el impuesto eclesiástico, que en Alemania aporta miles de millones al año a la Iglesia católica.

Pero, ¿cómo se financia la Iglesia católica en Alemania? ¿Saben los fieles a dónde va su dinero? ¿Existe transparencia? Preguntas como estas están en el sentir de la población y, desde hace semanas, en la mayoría de los medios de comunicación germanos. Los católicos en Alemania tienen que pagar alrededor de un 9% de sus ingresos a la Iglesia (el 8% en los estados federados de Baden-Württemberg y Baviera).

La canciller Angela Merkel, en un acto religioso.

La canciller Angela Merkel, en un acto religioso.

Una asignación que se remonta a tiempos de Napoléon, cuando, en el marco de la secularización de comienzos del siglo XIX, muchas Iglesias de toda Europa perdieron buena parte de sus posesiones a través de las expropiaciones. Como indemnización, la Iglesia en Alemania recibe desde entonces pagos del Estado.

Unas aportaciones que están estipuladas en los tratados con el Vaticano, contempladas en la Constitución y que, llevadas a cifras, se traducen en los 650 euros que cada fiel aporta aproximadamente cada año en Alemania. Para algunos expertos, unos pagos que deberían haberse quedado sin efecto desde hace tiempo o que deberían volver a debatirse, pero que, mientras, siguen ahí.

Además, la Iglesia también recaba fondos gracias a los servicios educativos que presta o por donaciones y rentas de propiedades e inversiones. Según datos del año 2012, la cuenta corriente de la Iglesia católica alemana sumaba un total de 5.200 millones de euros. Algunos, como el diario sensacionalista Bild, van más allá y cifran el patrimonio de la Iglesia católica en 170.000 millones de euros y sitúa al Obispado de Colonia como uno de los más ricos del mundo.

Tras el escándalo de Limburgo, muchos católicos alemanes abogan ahora por una reforma de las finanzas eclesiásticas. Una petición que, en muchos casos, va acompañada, además, de deserciones.

El papa Benedicto en Colonia durante la JMJ 2005.

El papa Benedicto en Colonia durante la JMJ 2005.

Por ejemplo, la Diócesis de Limburgo ha visto crecer de forma fulgurante las peticiones de apostasía desde que comenzaron las obras de remodelación ordenadas por el obispo. Una actitud que no solo se plasma en esa diócesis, sino en el conjunto de un país donde la Iglesia católica cada vez cuenta con menos adeptos.

Según datos publicados por la Conferencia Episcopal Alemana, un total de 118.288 personas decidieron abandonar en 2012 la fe católica, frente a los 126.488 que lo hicieron el año anterior. Según otros datos, y de acuerdo a las estadísticas eclesiásticas de 2012, 24,32 millones de personas pertenecen a la Iglesia católica en Alemania (en 2011 eran 24,47 millones), por lo que se puede decir que pierden más de cien mil miembros al año.

Esta cifra llegó a alcanzar incluso los 180.000 en 2010, debido a los numerosos escándalos de abusos sexuales a menores en instituciones cercanas a la Iglesia. Asimismo, el número de bautismos descendió hasta los 167.616, frente a los 169.599 de 2011. Unas cifras alarmantes, pero que dejan patente que en un país donde reina la burocracia y donde la transparencia, tanto de organizaciones como de entidades, viene a ser uno de los principales puntos de diferenciación y de orgullo frente a otros países, las cuentas de la Iglesia católica siguen siendo un punto negro, difícil de dilucidar, y sus fuentes de ingresos, una confusa red de propiedades y derechos obtenidos hace siglos.

La Iglesia católica en Alemania tiene, además, un número aún no establecido de inmuebles, empresas y fundaciones. Asimismo, a lo anterior hay que agregar que las diócesis alemanas llevan una “doble contabilidad”, una práctica que bajo la jurisdicción del derecho civil sería punible. Así, mientras en la mayoría de las comunidades cristianas del mundo, las Iglesias católica y luterana dependen de las donaciones de sus seguidores, en Alemania estas confesiones obtienen del Estado grandes sumas del fisco y reciben dinero de tres fuentes: de los fondos estatales, del impuesto eclesiástico y de las donaciones.
 

Una Iglesia solidaria

Unas fuentes que han convertido a la Iglesia católica alemana en una de las más ricas del mundo, pero, asimismo, en una de las más opacas en cuanto a información sobre la fortuna y la riqueza que posee. Una maraña que, en su complejidad, ha sido objeto de algún estudio, como el realizado por el politólogo alemán Carsten Frerk, cuyas conclusiones fueron plasmadas en su libro Las finanzas y la fortuna de las Iglesias en Alemania (Alibri Verlag, 2002). Una obra en la que se dan a conocer públicamente las propiedades de las Iglesias católica y protestante, sus ingresos y ganancias.

Deutscher Dom, en Berlín.

Deutscher Dom, en Berlín.

El autor ha llegado a constatar una fortuna global que asciende a más de 500.000 millones de euros, repartidos entre bienes inmobiliarios, capitales, centros asistencia o de diversas fundaciones. Pero también se alude a la riqueza de las órdenes religiosas, a las obras de misión o a las corporaciones que engloban diferentes negocios tan dispares como: Canales de televisión, imprentas, librerías, empresas de filmación, emisoras de radio, empresas de seguros, universidades y bancos.

En su conjunto, emplean a 1.300.000 personas y tienen un movimiento anual de operaciones que asciende a 125.000 millones de euros. Unas cifras que, en comparación con otras empresas germanas, la colocan en el segundo lugar del ranking de ganancias, solo después de la automotriz Daimler-Chrysler.

Si bien la Iglesia católica recibe grandes cantidades de dinero, también es una de las que más apoya a comunidades en países pobres. Según la Conferencia Episcopal Alemana, en 2012 fueron invertidos unos 600 millones de euros en proyectos sociales fuera de Alemania. Números que, sin embargo, no apaciguan ni el ánimo ni las críticas de muchos fieles alemanes, que, tras el escándalo de Limburgo, exigen cambios en el seno de la Iglesia alemana, a pesar de que los grandes partidos políticos no hayan tocado esos privilegios.

Por lo menos, hasta ahora, la estructura es difícil de romper. Pero algunas diócesis ya han reaccionado a las críticas y, a raíz del escándalo, este secretismo está cambiando y el voto de silencio de las diócesis se desvanece para dejar paso a otra estrategia de comunicación: hacer públicas las cuentas. Essen, Münster y Speyer fueron las primeras, acompañadas después por otras diócesis como Múnich y Freising.

Algunos dicen que el caso Tebartz-van Elst, el ya conocido como “el obispo del lujo”, ha supuesto un cambio de conciencia el seno de la Iglesia católica alemana. Otros se muestran algo más escépticos; de hecho, mientras el fiscal alemán sigue recabando información sobre este caso, la diócesis de Limburgo acaba de anunciar que invertirá otros cinco millones de euros para renovar el seminario de la ciudad.

En el nº 2.895 de Vida Nueva

 

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