Libros

El binomio del Reino


El itinerario de tres décadas de eficaz trabajo del Centre d’Estudis Cristianisme i Justícia en el seno de la sociedad y la Iglesia españolas

Trabajo de síntesis de Vitoria Cormenzana, que combina la historia de la institución y los ejes que la han guiado. Recensión de Diego Tolsada.

Título: Una teología arrodillada e indignada, al servicio de la fe y la justicia

Autor: F. J. Vitoria Cormenzana

Editorial: Sal Terrae / Cristianisme i Justícia, 2013

Ciudad: Santander

Páginas: 320

DIEGO TOLSADA | En 1981 los jesuitas de Cataluña promovían el Centre d’Estudis Cristianisme i Justícia (CJ), como acción concreta a la propuesta de la XXXII Congregación General de la Compañía de Jesús (1975), que había proclamado la unidad indisoluble de fe cristiana y lucha por la justicia.

Este libro pretende trazar el itinerario y el trabajo realizado por el Centro ahora que cumple 30 años, y constituye en sí mismo una manera sugerente y profunda de celebrarlo. De la calidad de la empresa puede dar una idea que vaya enmarcado por un prólogo de Gustavo Gutiérrez y un epílogo de Nicolás Castellanos.

En medio, el magnífico trabajo de síntesis llevado a cabo por Vitoria Cormenzana, que ha tenido el acierto de no caer en una simple historia de las realizaciones de la institución (aunque ahí queden, como él dice, los 182 cuadernos CJ, los 241 Papeles, los 68 cuadernos EIDES y una veintena de libros), sino de proponernos los ejes que han movido la reflexión del Centro y los fundamentos teológicos de esa unión indisoluble entre fe y justicia.

El capítulo primero, de carácter más metodológico, quiere hacer ver que la teología que ha intentado desarrollar CJ está marcada profundamente por ese binomio, que puede aspirar a servir de eje articulante y transversal del conjunto de la reflexión cristiana. Nada menos se nos dice que los actuales retos que se le plantean a la reflexión cristiana podrían incluso jerarquizarse con coherencia y fidelidad desde esa perspectiva.

Los capítulos 2, 3 y 4 ofrecen el enfoque bíblico que sirve de fundamento a la unidad de fe en Dios y justicia. Se recoge en el capítulo segundo la larga tradición del Antiguo Testamento, con insistencia especial en el Dios liberador de la esclavitud y en el mensaje profético sobre un Dios sistemáticamente del lado de los pobres y acusador de los ricos y poderosos, y que ofrece a los suyos un Reino futuro de paz e incluso una nueva creación.

El capítulo tres se centra en Jesús, en sus palabras y en su praxis al servicio del Reino, como una mística de la misericordia, que abre la posibilidad de un mundo distinto y basada en el Abbá del Reino.

El capítulo cuarto, de hondas resonancias paulinas, analiza primero el sentido de la afirmación que Jesús es “justicia de Dios para nosotros” (1 Cor 1, 30), para insistir en un segundo momento en que su divinidad, lejos de suponer, como ha sucedido en muchos momentos de la historia de la Iglesia, un adormecimiento de la conciencia crítica de los seguidores de Jesús, es y debe ser el aguijón permanente de la memoria peligrosa que supone la historia del Crucificado y Resucitado. Es esa divinidad reconocida en Jesús la que le permitirá a la fe recuperar la peligrosidad crítica y liberadora de Jesús.
 

Iglesia pobre

Es lógico encontrar a continuación un capítulo, el quinto, dedicado a la Iglesia como sacramento de la fraternidad universal. En primer lugar, se subraya el modelo de comunidad que Jesús quería, resumido y condensado para sus seguidores en el seguimiento. Esa Iglesia no es un fin en sí misma, sino germen del Reino, y está en función de él. Por eso, también ella está llamada a ser de un modo muy especial la Iglesia de y para los pobres, lo que le exige un continuo y permanente esfuerzo de reforma y conversión. Resultan muy sugerentes las páginas dedicadas a recordar El pacto de las Catacumbas que un reducido grupo de padres conciliares hizo durante el Vaticano II o el trasfondo de la figura de Rosmini cuando se habla de las “llagas” actuales de la Iglesia.

El capítulo sexto y último traza las líneas maestras de la praxis cristiana en el mundo de hoy. Solo un cristianismo liberador y mesiánico tendrá futuro. Requiere del creyente, primero, una espiritualidad profunda, marcada de un modo especial por la experiencia del Dios del Reino y del Reino de Dios. Esa espiritualidad se manifestará hacia fuera en una acción y un compromiso decididos y explícitos por un mundo fraterno y justo, frente a los ídolos actuales del capital y la patria, praxis vital sostenida por la esperanza firme de que Jesús ha abierto un horizonte nuevo que es posible vivir, al menos en parte, ya aquí abajo, y animada por la larga serie de testigos que siguen seduciendo y contagiando la alegría del Reino.

El libro es algo más que la consabida publicación para la conmemoración de una efeméride. Bendita sea esta si ha permitido la realización de una obra así, pues –como dice G. Gutiérrez– es “un texto apasionante y apasionado”, atravesado por la pasión que suscita en el corazón descubrir en Jesús de Nazaret una Buena Nueva de liberación y de plenitud para todos.

N. Castellanos subraya otro logro de esta obra. Cree que Vitoria ha conseguido llevar a cabo algo muy necesario: en nuestra Iglesia no se había hecho aún la hermenéutica desde el logos de la modernidad. Pues bien, cree que esta obra es una importante contribución para cubrir esa carencia. Junto a ello, insiste también en que en ella hay un esbozo de los caminos que la comunidad cristiana debería recorrer en este siglo XXI.

Y es que los dos adjetivos que enmarcan en el título la palabra “teología” son todo un programa condensado para el creyente y la comunidad eclesial de hoy: la mística expresada en la oración profunda, arrodillada ante el Misterio de Jesús; y la indignación ante tanto dolor injusto, fruto de los egoísmos de unos y otros, y que debe transformarse en una práctica vital al servicio de la liberación del sufriente y de una acción eficaz a favor de la justicia.

Es de agradecer, por ello, el trabajo tan eficaz que CJ desarrolla en la sociedad y la Iglesia españolas, trabajo cuyas líneas fundamentales pueden y deben servirnos de referencia en nuestro caminar hacia una comunidad cristiana más fiel a su Señor.

En el nº 2.893 de Vida Nueva

Actualizado
09/05/2014 | 11:30
Compartir