Libros

Un drama sabio y creativo


“He aquí la obra de un avezado maestro en teología”

A la luz del pasado de la teología, el autor ofrece pistas para su futuro. Y lo hace de modo sugerente, aunque quizá su mensaje no sea tan novedoso como aparenta. Obra de David Frank Ford (PPC, 2013) la recensión es de Alfonso Novo.

Título: El futuro de la teología cristiana

Autor: David Frank Ford

Editorial: PPC, 2013

Ciudad: Madrid

Páginas: 269

ALFONSO NOVO | Titular un libro con las palabras El futuro de… puede parecer una maniobra arriesgada y hasta presuntuosa. Se entiende mejor el atrevimiento de David F. Ford si se tiene en cuenta que el original inglés forma parte de la colección Blackwell Manifestos, que se presenta con la intención de enganchar y retar al lector en los temas más variados, y en donde encontramos otros “futuros”, como los de la religión, la guerra o la sociedad. En esta línea, Ford, anglicano irlandés bien conocido por el público teológico de lengua inglesa, ofrece, a la luz del pasado de la teología, pistas para su futuro.

Uno de los temas favoritos de Ford es el de la sabiduría, al que ya dedicara un libro anterior. La teología ha de ser sabia, en el sentido que tiene la palabra inglesa wise: inteligente, avisada y sensata. Pero ha de ser también creativa, de modo que, haciendo justicia a la Escritura y a la tradición, sepa explorar nuevas maneras de buscar la verdad. Gracias a la teología del siglo pasado, podemos sospechar para el presente una ampliación en las teologías ecuménicas, basadas en el diálogo, y en las particularistas, que ayudan a ver que toda teología pertenece a un contexto.

Si bien esto puede presentar un peligro de fragmentación, la respuesta no puede ser una nueva totalidad, integradora o hegemónica, sino una diversa ecología de búsqueda de la sabiduría en la que las conexiones no son mantenidas por conformidad con una visión de conjunto, sino por asociación de la diferencia. Algo que, por lo demás, trasciende el ámbito del cristianismo para abrirse a un diálogo entre las distintas fes. No en vano, Ford es miembro fundador de la Society for Scriptural Reasoning, donde judíos, cristianos y musulmanes se reúnen para estudiar sus escrituras sagradas en común, buscando aplicaciones para el tiempo presente.

Como prueba de la riqueza de la teología del siglo XX, toma seis figuras de distintas confesiones (De Lubac, Barth, Bonhoeffer, Tillich, Von Balthasar y Rahner) para mostrar cómo se ha practicado esa sabiduría creativa: recuperando los conceptos del pasado; en el compromiso con Dios, la Iglesia y el mundo; en el modo de pensar; y en la forma de expresarse. Estos cuatro elementos se integran en una teología dramática. El teodrama cristiano (y aquí es inevitable ver la huella balthasariana) tiene un autor que es también protagonista: Dios. La trama se inicia con la creación, prosigue con la historia de Israel, tiene su clímax en el Evangelio, prosigue en el tiempo de la Iglesia y apunta al acto final: un futuro centrado en Dios.
 

Ni épico ni lírico

La elección del drama como modelo para la teología intenta superar las limitaciones de otros dos modelos: el épico y el lírico. El modo épico de la teología narra en tercera persona hechos, ideas y personajes, Dios incluido, intentando dejar de lado la subjetividad del narrador. Los individuos se someten a la trama, que se encamina a una conclusión necesaria. La teología lírica es subjetiva, y Dios es un tú al que se dirige un yo. Solo el drama puede abarcar lo objetivo y lo subjetivo, manteniendo el sentido de la trama sin descartar lo individual y particular. La Biblia no carece de objetivo, pero tampoco da sensación de inevitabilidad. Atisbamos aquí el viejo problema de la conciliación de la gracia divina con la libertad humana.

La secularidad moderna puede ser vista también como una lectura épica, un metarrelato sobre el progreso lineal de la antigüedad religiosa a la modernidad secular. Ello puede llevar como reacción a una religión lírica, centrada en el individuo y su subjetividad, o a sustituir una épica por otra. La respuesta atinada, sin embargo, es pensar en clave dramática con un final abierto. La sabiduría teológica no se conforma con respuestas preparadas, como traían los amigos de Job, sino que ha de conjugar todos los estilos: indicativo, interrogativo, imperativo, subjuntivo y optativo, aceptando el experimento, la posibilidad y el deseo.

Otro concepto fundamental, aparecido ya en obras anteriores, es el de “grito”, que desarrolla de modo particular la reivindicación de una teología no solo enunciativa. Él señala en concreto siete parejas de gritos o exclamaciones, donde el primer elemento del par es un grito que debe ser principalmente escuchado (el anuncio que recibe la Iglesia) y el segundo es un grito que debe ser principalmente proferido (la respuesta de la Iglesia a ese grito). Cabe destacar cómo el “venga tu reino” es la respuesta a todos los gritos en los que el mundo expresa su sufrimiento, alegría, protesta, odio, amor, etc.

Sendos capítulos abordan el tema de la Iglesia desde la perspectiva de la pertenencia –pertenencia a Dios en el marco de la alianza a través del diálogo y el trabajo en grupo– y en sus relaciones con la sociedad, que a veces puede provocar un choque de lealtades entre la pertenencia a la Iglesia y la fidelidad a otras instancias sociales.

La Biblia es una referencia constante en este manifesto, y en varias ocasiones se adentra en libros concretos, sobre todo Job y el Evangelio de Juan, para ilustrar sus ideas con comentarios más allá de la mera exégesis, ofreciendo una lectura en la línea de las ideas clave que se van apuntando (sabiduría, creatividad, drama…). Antes de la conclusión, dos capítulos abordan el modo de ejercer y formar en teología, reivindicando su papel en la sociedad.

He aquí la obra de un avezado maestro en teología, que expresa sus intuiciones e ideas de modo sugerente, aunque a veces el lector pueda sospechar que, más allá de las ideas clave, quizá el mensaje sea menos novedoso de lo que aparenta. La traducción no es todo lo cuidada que uno desearía, pero quien esté interesado en una teología sensata y creativa disfrutará con la lectura de este libro.

En el nº 2.892 de Vida Nueva
 

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Actualizado
30/04/2014 | 13:04
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