La Iglesia como estilo

El Instituto Superior de Pastoral alcanza medio siglo de una travesía apasionante

pliego_portadilla

JOSÉ LUIS CORZO, SchP | El autor, desde los 50 años cumplidos por el Instituto Superior de Pastoral (y desde su propia jubilación reciente), hace una panorámica compuesta por siete apartados de ese medio siglo, apoyado en el “estilo” –tan diáfano cuanto indefinible– de aquella Iglesia para el mundo que resurge con el papa Francisco.

Evangelio inculturado, ayer, hoy…

logo-50-anos-ISP
En bote, la travesía, eso sí, pero a salvo de naufragio y sin doblar el primitivo rumbo del Concilio, aunque algunos, boyantes y seguros en sus mejores navíos, se cruzaran sin ni siquiera mirarnos. A veces solos, como el muchacho indio de la película La vida de Pi (Ang Lee, 2012), aprendimos a tener en el bote al tigre. Aquella involución eclesial, ya un hecho a la luz de Francisco, era tan invasora y pertinaz

El Instituto Superior de Pastoral (ya ISP) llegó a Madrid desde Salamanca en 1964 con el Concilio y con una misión eclesial (que siempre ha cumplido), alentada por Roma y por los obispos: difundir la renovación pastoral del Vaticano II (1962-65). Cuando murió uno de nuestros profesores más conocidos, un titular de 2007 decía: “Jesús Burgaleta, el teólogo que enseñaba a los curas a dar misa”, pues ese era el viaje, desde dar misa, a celebrar la eucaristía en comunidad, con todo lo que ahí se encierra.

La historia, magistra vitae, luz del presente, nos anima al balance de dentro y fuera de la Iglesia. Balance, más que profecía, porque la bruma no deja prever el futuro, del que no sabemos nada. Tampoco lo sabíamos el 10 de septiembre de 2001, ni antes de renunciar Ratzinger a su pontificado. En realidad, el de los cristianos es el día final (Mt 24, 36), mucho más luminoso que el día de mañana, tan opaco (Mt 6, 34); pero el más rico en sabiduría, y cuyo memorial celebramos, nos emplaza a reconocer hoy al Señor, desnudo y hambriento y en la cárcel.
 
pliego15

I. La mar revuelta

Casimir Martí acaba de publicar un balance de esos mismos años en la Revista Pastoral Misionera (Frontera), en la que profesores del ISP también colaboraron como en muchas otras, y es un documento histórico indispensable para un estudio más detallado. También Antonio Fraguas (Forges) ha publicado sus 50 años de viñetas, que tanto ambientan nuestro repaso.

Pero nuestro balance se fija más en el estilo eclesial. Que lo religioso ha cambiado mucho salta a la vista, pero también ha cambiado, y cuánto, el mundo entero. Preguntemos a los abuelos de una familia cristiana por las novedades de su casa en estos 50 años y que responda también una familia ajena a la Iglesia; la lista será muy parecida: que los novios conviven antes del matrimonio, cada vez más frágil y temporal, es un hecho general y botón de muestra en ambos casos. No deberíamos encerrarnos en casa para buscar las causas del baldío eclesial.

El estado de la mar no se ve a simple vista. Casiano Floristán, el primer director del ISP en Madrid, dibujaba en 1989 los rasgos de aquel catolicismo español en el que brotó nuestro Instituto (posguerra y preconcilio). Alecciona leerlo hoy:

  • 1) Se identificaba con las derechas.
  • 2) Era beligerante e intolerante.
  • 3) Como religión de Estado, era un nacional-catolicismo.
  • 4) Poco ilustrado.
  • 5) Con gran vitalidad en devociones públicas, vocaciones, etc.
  • 6) Muy popular, colorista y plástico.
  • 7) Altamente clerical.
  • 8) Asociativo, pero poco comunitario.
Casiano Floristán y Luis Maldonado

Casiano Floristán y Luis Maldonado

Y lo enmarcaba en la mar revuelta de aquella España. Decía Casiano: hoy predominan la secularización, la mentalidad científico-técnica, la tolerancia civil y la economía capitalista; “las certezas no son fáciles, las prácticas religiosas han disminuido, las creencias costumbristas se han disgregado y las conductas son extraordinariamente plurales”.

A los pastoralistas nos importa mucho –y lo aprendimos poco a poco– aclarar si es primero el huevo o la gallina, es decir, con qué modelo de diagnóstico analizamos la situación: ¿acaso lo de antes siempre fue mejor?; la novedad, ¿se la trae el mundo al Evangelio, o al revés? La fe, ¿no tiene que inculturarse en cualquier imperio, por romano, neoliberal o cibernético que sea? Nuestra Iglesia española, por ejemplo, llegó al Vaticano II en una simbiosis con el Estado exhibida como ejemplar: aquí era católico ¡hasta el Estado! y, a partir de ahí, cualquier futuro sería peor.

Pero hace solo 40 años justos se ejecutaban penas de muerte en nuestro católico país. El pasado sí que era peor, e insistir en la inmutabilidad de la Iglesia en lo ético, por ejemplo, no parece ni conveniente. Confundir esto con indiferentismo o relativismo es, sencillamente, la ceguera; lo mismo que culpar al mundo de contagiarnos sus virus, en el falso supuesto de que la Iglesia vive aparte en su burbuja.

Desde aquella ponencia de C. Floristán han pasado 25 años más, muy bien documentados en las semanas anuales del ISP (1989-2014), que surcó dos mares muy diferentes: la absorción del Concilio y la modernidad y, después, la mala digestión de todo ello, es decir, la involución iniciada en los 80. En los análisis pastorales de la realidad (ver, juzgar y actuar) abundan las estadísticas de sacramentos, de cumplimiento dominical, de inscritos en las asociaciones eclesiales, de seminaristas, de ingresos económicos… Es necesario, pero, si “el estilo es el hombre”, también el cristianismo y la Iglesia lo son.
 

II. El estilo es la Iglesia

José Luis Segovia, actual director del ISP.

José Luis Segovia, actual director del ISP.

Aunque lo difícil es definir el estilo. Con “el modo característico de hacer las cosas”, ya vale. En mis estantes guardo varios manuales por el estilo, casi todos literarios, y sería fácil encontrar muchos más sobre el gótico, el barroco…, la pintura, la música y las artes en general. Y ¿qué otra cosa, sino estilo, es el toreo, que tan bien simboliza nuestras vidas?. ¿Y no es estilo lo que han perdido los políticos actuales? También el Evangelio parece aludirlo cuando pone en labios de Jesús: “Yo en cambio os digo” (Mt 5, 21 ss), “entre vosotros no sea así…” (Mc 10, 43). No solo normas éticas, también estéticas.

Durante el noviciado nos traducían estilo por modestia, una actitud corporal y visible en cualquier situación. Con ella trataban de desbravarnos y, por la modestia (nos decían), algunos religiosos y religiosas –aun sin hábitos– no lograron escapar de los milicianos durante la guerra. A algunos, en cambio, la sotana nos rebotaba (¡con lo que ayudan los distintivos, si la modestia no basta!), así que yo me fabriqué mi propia definición de eso tan sutil, “que distingue a un religioso hasta en la playa”. [Y ¿no podríamos volver allí a comprobarlo?].

Cuando llegué a Roma –en pleno final del Concilio– me topé con el estilo vaticano de la Iglesia y… me gustó. En la Gregoriana –además de modestia– usábamos la sotana de cada colegio nacional o religioso y los turistas nos hacían fotos en el recreo. Los legionarios iban de dos en dos y con clergyman, pero no se hablaban con nadie. “Han nacido para las clases altas de México”, me dijeron. ¡Ay va!, pues eso sí que es “otro estilo” (que me los definió para siempre).

Juan Martín Velasco y Julio Lois.

Juan Martín Velasco y Julio Lois.

Pronto perdí mi identificación plástica con aquella Iglesia y volví menos al Vaticano. Confieso no haber recuperado el orgullo de mi pertenencia visible hasta que vi a bote pronto a Francisco en Lampedusa. ¡Cuánto me hubiera gustado estar allí! (de sotana o en bañador), como asistir a la canonización de Juan XXIII que, de un plumazo, cambió el estilo eclesial, sin ni siquiera bajarse de la silla gestatoria (que le mareaba).

Para ir a esa doble canonización papal acaricio, mientras escribo, el tríptico de una peregrinación diocesana: en la foto solo han puesto a Juan Pablo II. Eso también es “otro estilo”. Porque no depende de la doctrina ni de la ortodoxia ni de las normas canónicas. El estilo se pega a las paredes del templo donde estás y, sin saberlo, distingues si es carmelita o franciscano, o de los jesuitas o del Opus. A veces, hasta huele y, de repente, percibes que te echa p’atrás o que te atrae. Seguro que hay abandonos por olfato.

El estilo es lo inútil, más que lo “eficaz”. La novedad del Evangelio son sus signos: una noticia, una interpelación, una llamada que ha de percibir cada pecador (como nosotros) para convertirse. Hasta por la izquierda salpica la crítica al papa Francisco: “Ya vale de gestos, ahora la gestión, los nombramientos, las reformas”; lo leí en El País hace poco. Como los más conservadores, también piden nombramientos y cánones, por si la Iglesia fuera una empresa, o las congregaciones religiosas donde entró hace años el management –¡maldita sea!– que a más de un superior/a mayor le convirtió en director/a general.

A Angelo Giuseppe Roncalli los gestos le brotaban con facilidad; él supo mirar a los ojos de los presos, como les dijo en la Navidad del 58 en la cárcel romana, y a los niños del hospital infantil, y a los hermanos separados, y hasta a la luna, asomada a la plaza aquella noche, y al colegio episcopal congregado antes de apelar a su magisterio infalible. Con su estilo campechano de gordito feliz, inauguró la misión entre la gente (más que a las gentes) y acabó la Iglesia de Cristiandad. “Ya más atrás no hay que ir: papa Hildebrando y papa Pacelli parecen hermanos”, escribió mi amigo y maestro, el escolapio italiano Ernesto Balducci (1922-1992), que describía lo sucedido con una escena del éxodo:

“Si la nube permanecía quieta sobre el tabernáculo durante dos días, o un mes o más, los hijos de Israel permanecían acampados y no se movían; pero si se alzaba, entonces se ponían en camino. A la orden del Señor acampaban y a la orden del Señor empezaban a caminar” (Num 9, 22-23).

Hace unos años, la nube se alzó y en el campamento del Pueblo de Dios tocaron a rebato.

Resto de capítulos (solo suscriptores):

  • III. Una tripulación que soltó amarras
  • IV. …Y la tripulación actual
  • V. Con un estilo propio
  • VI. Temporales y zozobras
  • VII. El nublado

Pliego íntegro, publicado en el nº 2.892 de Vida Nueva. Del 3 al 9 de mayo de 2014

 

LEA TAMBIÉN:

Compartir