Humberto Miguel Yáñez: “Queda mucho por hacer en el campo de los abusos a menores”

Humberto Miguel Yáñez, de la Comisión para la tutela de menores, que se reúne del 1 a 3 de mayo

COMODIN3_SILUETA

“Queda mucho por hacer en el campo de los abusos a menores” [extracto]

DARÍO MENOR Y ÁLVARO ESPINOSA (ROMA) | Del 1 al 3 de mayo se reúnen por primera vez los ocho miembros de la Pontificia Comisión para la Tutela de los Menores, creada por el papa Francisco el pasado marzo para combatir los abusos sexuales a niños cometidos por eclesiásticos. Uno de los integrantes del grupo es el jesuita argentino Humberto Miguel Yáñez, director del Departamento de Teología Moral en la Pontificia Universidad Gregoriana Roma y que mantiene una larga relación de amistad con Jorge Mario Bergoglio.

PREGUNTA: ¿Qué ha hecho la comisión hasta ahora?

RESPUESTA: Aún no hemos empezado a trabajar, aunque sí que nos hemos comunicado entre nosotros. En nuestro primer encuentro, a principios de mayo, que será a puerta cerrada, no tenemos muy claro lo que tenemos que hacer, porque tampoco el Papa nos dijo mucho. Nos dejó mucha libertad para pensar sobre el tema y actuar en base a ello. En primer lugar, se trata de una comisión incompleta: tenemos que buscar a nuevos integrantes.

P: ¿Ya los encontraron? ¿Cuál es el perfil que buscan?

R: Una de las primeras cosas que discutiremos es sobre los nuevos integrantes. No hay nadie de África ni de Asia, y sería bueno integrar a alguien de estos continentes. Luego hay que pensar en diversas competencias. La comisión es bastante plural, el punto de partida es interesante: hay una víctima, un cardenal, sacerdotes, gente que trabaja en el campo de prevención y tratamiento de los abusos sexuales a menores

Respecto a los nuevos miembros, es importante su origen, porque una de las tareas de la comisión será asesorar a las conferencias episcopales en la redacción de las líneas guía para prevenir abusos y en su puesta en práctica. Hay un trabajo enorme de prevención que hacer, con el que resulta importante tener una conexión al menos en cada continente, aunque sea algo demasiado amplio. Tampoco hay que tener una comisión muy numerosa, pues sería demasiado lenta a la hora de trabajar y ejecutar políticas. La otra posibilidad sería tener subcomisiones o delegados en los distintos países.

P: El trabajo de la comisión no empieza de cero. Se cuenta con el amplio bagaje de sus miembros. Uno de ellos es el cardenal Seán P. O’Malley, arzobispo de Boston, quien tiene una gran experiencia en este campo. ¿De dónde van a partir?

COMODIN4

R: La experiencia de Boston es muy interesante. También va a estar la de Irlanda, con Marie Collins. Luego está el simposio sobre abusos a menores que tuvimos en la Gregoriana en 2012. Tras ese encuentro, se fundó un centro para la protección de menores con un proyecto piloto en ocho países del mundo. A mí me parece que potenciar ese centro sería una herramienta muy útil. El tema de la formación es fundamental. En la Gregoriana estamos pensando cómo ofrecer una formación más completa en ese ámbito.

P: ¿Qué cursos universitarios quieren ofrecer?

R:Ya se ofrece uno en el Departamento de Teología Moral en e-learning durante la licenciatura. Estamos pensando cómo ampliarlo a toda la universidad y ofrecer algo más profundo y completo. Más allá de la afectividad, que ya se trata dentro del plan de teología moral, este problema tiene tipologías propias. Hay información muy útil para prevenir y acompañar los eventuales casos.

P: ¿Cuál es su experiencia en la cuestión de los abusos sexuales en el clero?

R: Soy teólogo moral. En el tema específico comencé con la participación en el simposio de 2012. A partir de ahí, me impliqué colaborando con el centro de protección de menores en la redacción de textos y en el curso que mencionaba. Le pregunté al Papa que por qué me había elegido y me dijo que porque era latinoamericano. Yo no me hubiera elegido a mí mismo, pero tengo que aceptarlo. Desde el punto de vista pastoral, he tenido que acompañar a víctimas en Argentina en casos de abusos en familias.

P: ¿Cómo explica que un sacerdote o religioso llegue a cometer abusos, que es la negación de todo lo que debería ser?

R: Ese es el punto, la contradicción tan fuerte entre lo que significa el ministerio sacerdotal, que pretende unir a las personas con Dios, y un comportamiento que lo contradice totalmente. Tenemos que pensarlo a fondo desde el punto de vista disciplinar. Por otro lado, hay que tener en cuenta que estamos ante personas enfermas, dentro de una tipología de las parafilias. Lamentablemente, es muy difícil de curar, si no imposible. También hay que atender a estas personas. Eso no significa en ningún modo descuidar a las víctimas, quienes han de ser privilegiadas.

El problema es muy complejo, porque empezaría desde la selección de candidatos al sacerdocio. Aunque es difícil, hay instrumentos para detectar este tipo y otros de parafilias. Hay otros problemas psicológicos que también son motivo para no aceptar a un candidato al sacerdocio. La formación del sacerdote hoy pide la colaboración de los psicólogos. Hay mucho por estudiar, por hacer y por dar a conocer. Por otro lado, hay que ser conscientes –no para desligarnos, sino para trabajar con otros– de que es un problema social. Está, sobre todo, en otros ambientes.

Por desgracia, es algo que pasa en el ámbito familiar, deportivo… Según las estadísticas, los números mayores se dan en estos ámbitos. Obviamente, la contradicción es mayor cuando un ministro de la Iglesia actúa de esta manera.

 

Cambio de política

P: ¿Cómo explica el silencio que imperó durante décadas en la Iglesia frente a este problema?

R: Esta postura venía en gran parte de la ignorancia. Y no solo dentro de la Iglesia. Hay testimonios de obispos que mandaron hace 30 o 40 años a sacerdotes con este problema a hacer terapia a un centro especializado. Allí les dijeron que estaban curados, por lo que el obispo los mandó a otra parroquia, donde volvían a caer. Hoy en día se ha progresado en el conocimiento de esta parafilia.

COMODIN5

Se sabe que es prácticamente imposible curarla. Es como un alcohólico. Puede abstenerse, pero si vuelve a probar el alcohol vuelve a caer. Además, la ignorancia se asocia a una idea equivocada de querer mantener el prestigio de la Iglesia ocultando estos casos. Gracias a Dios, al menos a nivel de la Iglesia institucional, ha habido un cambio de política. Hasta el simposio de 2012, yo estaba insatisfecho por lo que se había hecho en la Iglesia. Todavía queda mucho por hacer, sobre todo a nivel educativo.

El giro que dio Benedicto XVI y que mantiene Francisco tiene que penetrar en la estructura jerárquica de la Iglesia y en las comunidades. Hay mucho por hacer a nivel educativo. Si una parroquia, desde el niño hasta el párroco y al catequista, tiene una información precisa del perfil del pedófilo, a este le resultará mucho más difícil abusar de un niño. Son conductas fáciles de reconocer.

P: Usted convivió con Bergoglio en el Colegio San Miguel. ¿Hubo entonces algún caso de abuso? ¿Se les daba indicaciones de cómo prevenirlos?

R: En aquellos años hicimos campamentos con niños, tratamos con adolescentes y nunca surgió ningún caso. Ni se hablaba de ello. Luego supimos de casos que se daban en el barrio, pero por parte del clero jesuita en la época nuestra, gracias a Dios, no hemos sabido de ningún caso. En la época de Bergoglio como arzobispo sí sé de algún caso en el que intervino con mucha decisión, incluso forzando la reducción al estado laical de un sacerdote.

En el nº 2.892 de Vida Nueva
 

INFORMACIÓN RELACIONADA:

Compartir