El “lío” llega a Arganda

Siguiendo al Papa, una parroquia de la localidad madrileña celebra su Semana de Evangelización

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MIGUEL ÁNGEL MALAVIA. FOTOS: ELISA GARAN | Rosa Martínez Fernández, a sus 78 años, es una parroquiana “de toda la vida”. De misa diaria, es de esas mujeres que pasan horas en los bancos de la iglesia, haga frío o calor, postrada ante el Santísimo o participando en distintos grupos y talleres que le ayudan a vivir su fe. Como muchas, lamenta que sus nietos ya no quieran ir a misa.

Pero no se resigna. Sabe que el papa Francisco ha pedido a todos los cristianos que salgan y hagan “lío” en las calles, testimoniando su alegría a los alejados de la Iglesia. Ahora, cuando le ha llegado la oportunidad, no ha dejado de dar un paso al frente. Audaz, valiente.

La suya es la parroquia San Juan Bautista, en Arganda del Rey (Madrid). Ella y muchas de sus compañeras, de toda edad y condición, han participado activamente en una iniciativa misionera sin precedentes en este municipio de unos 50.000 habitantes, cuya rutina se vio alterada entre el 23 de marzo y el 6 de abril.

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Rosa Martínez, misionera de 78 años.

Se trató de la Semana de Evangelización, coordinada por el Grupo Misionero de Primer Anuncio Kerygma, promovido por la Diócesis de Alcalá, a la que pertenece Arganda.

Guiados por 14 voluntarios de la organización (que, desde su creación en 2009, buscan realizar esta experiencia en todos sus pueblos), contaron con la implicación de un alto número de parroquianos y a distintos niveles, siendo muy significativo el hecho (no tan habitual en otras iniciativas de este tipo, protagonizadas más por jóvenes) de que, a la hora de salir a la calle e invitar a rezar en el templo a todos los que se encontraban a su paso, la gran mayoría eran mujeres de mediana y elevada edad, con varias de ellas rebasando los 80 años.

¿Y cómo evangelizan las parroquianas “de toda la vida”? Pues desde la campechanía y la ternura de quienes son el sostén de toda comunidad de fe, empezando por las familias. Así, sentarse un momento en un banco de la parroquia, una tarde de diario y junto a los numerosos fieles que interceden por su acción y velan ante el Santísimo, permite presenciar algo especial: el silencio se interrumpe constantemente, cada vez que la vieja portezuela de madera se abre y estas mujeres, sonriendo, se hacen acompañar por gentes de toda edad que entran con ellas a poner una vela, arrodillarse ante el altar y permanecer un tiempo de recogimiento.

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Algunas de esas personas volvían a pasar a una iglesia por primera vez en muchos años. Un rato antes caminaban por la calle, inmersas en sus quehaceres. Hasta que alguien les paró y les dijo: “¿Por qué no te vienes un ratito conmigo a la iglesia? Está aquí al lado. Ven, te hará sentirte bien. ¿Sabes que Dios te quiere mucho?”. Al salir, un joven, tras abrazar a Rosa y darle las gracias, le promete, al menos, ayudar a Cáritas.

Los misioneros admiten que es difícil cuantificar lo que para las personas interpeladas haya podido suponer esta experiencia, pero el objetivo, sembrar en sus corazones la oportunidad de volver la vista a Dios, se cumplió con creces. El tiempo dirá cuántas de esas semillas germinarán o no, pero lo cierto es que, además, los evangelizadores fueron evangelizados.

El “lío” llega a Arganda [integro solo suscriptores]

En el nº 2.891 de Vida Nueva.

 

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