Del crucifijo de Don Fernando y Sancha al báculo del papa Luna

Recorrido por el arte sacro del Museo Arqueológico Nacional tras su remodelación

Museo Arqueológico Nacional remodelado

JUAN CARLOS RODRÍGUEZ | Seis años y 65 millones de euros después, el Museo Arqueológico Nacional (MAN) reabre sus puertas asombrando a sus primeros visitantes. El gran museo de la historia de España luce totalmente renovado con una exposición permanente que suma 13.000 piezas, 40 salas distribuidas en cuatro plantas y 10.000 metros cuadrados, 3.000 más que en 2011, cuando se cerró al público su última exposición temporal.

“Ha sido una remodelación integral con criterios de calidad, innovación y accesibilidad”, según su director, Andrés Carretero. Creado en 1867 por Isabel II y abierto al público cuatro años después, en 1871, en el Casino de la Reina, el Museo Arqueológico Nacional no llegó hasta 1895 a su actual sede, el denominado Palacio de Bibliotecas y Museos –obra de Francisco Jareño–, que comparte con la Biblioteca Nacional (Paseo de Recoletos).

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El edificio correspondiente al Museo Arqueológico, con entrada por la calle Serrano, se ha reconstruido totalmente en su interior, con una visión moderna que también ha incluido una notable revolución en el concepto expositivo de la colección, que recorre desde la Prehistoria al siglo XIX. También se han limpiado y restaurado la mayor parte de piezas de la exposición.

“Hemos dado un repaso general”, explica Ángela Franco, conservadora jefe del departamento de Medieval, de quien dependen los indudables tesoros de arte sacro del Museo. “El visitante va a encontrar muchísimo, porque la Edad Media está vinculada de manera sustancial en el arte sacro. Es casi excepcional lo que no es arte sacro. Lo religioso, sobra decirlo, ha sido fundamental en la Edad Media y en la historia de España”.
 

Antigüedad tardía

Franco emprende una visita para guiar a los lectores de Vida Nueva –de la que es suscriptora– por las joyas del arte religioso que exhibe un museo imprescindible. “Dada la amplitud y las dimensiones tan grande del museo lo conveniente es hacer una visita por partes. Las salas de Medieval están en las plantas 1 y 2. En la primera se encuentran la sala que recoge la Antigüedad tardía, la 23, y la Huella andalusí, de la 24 a la 26. Y seguimos en la planta 2 con la sala de los Reinos cristianos, que es la 27”, explica.

Crucifijo de D. Fernando y Doña Sancha (1063).

En las salas siguientes, 28, 29 y 30, discurre la Edad Moderna, desde el Renacimiento hasta comienzos del siglo XIX, también con un importante contenido sacro. En estas salas que muestra la conservadora se encuentran algunas de las piezas más significativas del ahora denominado MAN, como, por ejemplo, el “crucifijo de Don Fernando y Doña Sancha”, una de las diez obras más singulares de su colección, según el propio museo.

“Es una pieza emblemática que formó parte del llamado Tesoro de la Colegiata de San Isidoro de León”, dice Franco. Esta cruz relicario formó parte del tesoro donado por Fernando I y Sancha a la Colegiata en torno al año 1065, mide 54 centímetros y está considerada como la obra cumbre de la eboraria del siglo XI.

“En el arte paleocristiano o lo que ahora llamamos Antigüedad tardía podemos ver un montaje con sarcófagos, todos de temas bíblicos. Entre ellos dos góticos que formaron parte del conjunto de Aguilar de Campoo. Otro procedente del desaparecido convento de Santo Domingo el Real, de aquí de Madrid, de donde también proviene la estatua orante de Pedro el Cruel”, explica la conservadora en la sala 23, origen de su visita.

“Luego, continuando con el mundo visigodo –añade–, también tenemos una vitrina que hemos montado con valiosos objetos litúrgicos”. Grosso modo el museo también exhibe algunas referencias fundamentales de arte islámico, sobre todo vinculado a mezquitas.

Museo Arqueológico Nacional remodelado

“Exponemos la llamada lámpara maravillosa de 1204, procedente de la Mezquita de la Alhambra, que fue llevada a África y luego recuperada por el cardenal Cisneros en la conquista de Orán”, apunta. Todo ello se puede ver junto a algunas piezas de arte mudéjar del siglo XV, por ejemplo, un grupo de puertas eucarísticas realmente maravillosas.

“Todas tienen la característica común de su vinculación con la Eucaristía, y servían de acceso a la estancia emplazada detrás del presbiterio destinada a guardar el tesoro litúrgico y los ornamentos sagrados. Las inscripciones en caracteres góticos alemanes dan fe de ello. Unas veces están tomadas del capítulo Sexto del Evangelio de San Juan y otras de himnos de Santo Tomás de Aquino, como los Pange Lingua o Tantum Ergo, además de los Carmina Burana”.

Extraordinaria es la sala 27, dedicada a Reinos cristianos, iniciada con algunos elementos prerrománicos procedentes de Asturias y de algunos otros lugares, como, por ejemplo, la provincia de Palencia, con una espléndida lápida funeraria, o León.

“Aquí destacan, además del llamado Tesoro de San Isidoro –señala Franco–, algunas arquetas de reliquias, algunas reaprovechadas del mundo islámico y traídas a León en las conquistas de Fernando I. También otras, como la denominada Arqueta de las Bienaventuranzas, que está vinculada con la liturgia hispánica. Podemos ver, por ejemplo, un ara portátil de marfil procedente de San Millán de la Cogolla”.

El arte románico goza de un amplio espacio en el que destacan dos estatuas procedentes del coro pétreo del Maestro Mateo en la catedral de Santiago, una cantidad muy respetable de capiteles románicos del claustro del monasterio de Santa María La Real de Aguilar de Campoo, el arco de San Pedro de las Dueñas y la Virgen con el Niño del Monasterio de San Benito de Sahagún, del que también proviene la lauda sepulcral de Alfonso Ansúrez, que el museo madrileño recuperó en 1933 del Fogg Museum de Harvard.
 

Gótico

Ya del Gótico, destaca un espacio habilitado como una iglesia donde se exhiben “diversos retablos”, como el procedente de Nueno (Huesca), de finales del siglo XV, dedicado a San Martín de Tours, con tablas de Pedro de Zuera y Juan de la Abadía. “Luego tenemos también un amplia zona de pintura gótica, evidentemente siempre de carácter religioso, así como una vitrina exenta con objetos litúrgicos, fundamentalmente de plata, entre los que destacan algunas cruces excelentes.

Museo Arqueológico Nacional remodelado

Por ejemplo, una con marca de Burgos similar a otra que procede de Requena de Campos y que se conserva en el Museo Diocesano de Palencia. También exhibimos una capa pluvial que fue donación del papa Luna a la colegial de Daroca, que es de opus anglicanum”, describe Ángela Franco.

Hay objetos procedentes de fuera de España, como el propio báculo del papa Luna, reaprovechado de otro anterior cuando fue nombrado pontífice. O un cáliz magnífico con la representación del “Doble credo” que tiene marca de Estrasburgo. “Tenemos además –añade la conservadora– un espacio funerario muy interesante, donde hemos montado lápidas y osarios, como los dos procedente de Santo Domingo de Valencia.

Incluso la capa del infante Don Felipe, hermano de Alfonso X el Sabio, que se exhumó de los sepulcros de Villalcázar de Sirga”. El itinerario renacentista pone el colofón a las obras maestras de arte sacro de un museo hoy más visual y moderno, con una colección más deslumbrante que nunca.

jcrodriguez@vidanueva.es

En el nº 2.890 de Vida Nueva

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