Tras el tifón ‘Haiyán’, “necesitamos ayuda para reconstruir nuestros templos”

John Forrosuelo Du, arzobispo de Palo, Filipinas

La Iglesia filipina constata un fortalecimiento de la fe

iglesia y casas destruidas en Filipinas tras el paso del tifón Haiyán noviembre 2013

MIGUEL ÁNGEL MALAVIA. Fotos: AIN | Cuatro meses después del tifón Haiyán, que ocasionó en Filipinas 6.000 muertos, 2.000 desaparecidos y dejó a 3,8 millones de personas sin hogar, afectando a un total de 15 millones de filipinos, la reconstrucción sigue siendo el principal reto. Una labor en la que la Iglesia está absolutamente comprometida, como se aprecia en la Archidiócesis de Palo (la más afectada), donde el 95% de la población es católica y cuya principal ciudad, Tacloban, quedó destruida en un 80%. Con todo, su pastor desde 2012, John Forrosuelo Du, presente el pasado día 25 en la sede madrileña de Ayuda a la Iglesia Necesitada (AIN), contempla la situación “con mucha esperanza”.

En esta idea insistió el prelado en su encuentro con los medios: “Todos experimentamos momentos de mucho dolor. Pero todo esto también nos ha hecho más fuertes en nuestra fe. Al principio me preocupaba que la gente pensara que había sido un castigo de Dios, pero lo vemos como un medio para purificar nuestra relación con Él, sintiéndonos unidos al dolor de la Cruz”. Por ello, Du, que observa como “todos se ayudan y consuelan unos a otros”, se muestra “orgulloso y feliz”.

Pese al desolador panorama (gran parte de la población sigue viviendo en campamentos de refugiados, cubiertos solo por lonas), el arzobispo insiste en que, al igual que ocurrió desde el primer momento del tifón, “la población acude a las iglesias como principal espacio de refugio”. Y no solo van por cuestiones de seguridad –de hecho, de los 76 templos diocesanos, 70 resultaron dañados–, sino porque “aquí se hace vida de fe y de convivencia social”.

Así, aunque muchas de las iglesias (empezando por la catedral o por la propia residencia del pastor) se han quedado sin techo, “eso no es inconveniente para que se siga con el ritmo normal de las celebraciones litúrgicas, que en ningún momento se han interrumpido”.

John Forrosuelo Du, arzobispo de Palo, Filipinas

John Forrosuelo Du, arzobispo de Palo

Algo que, a juicio de Du, pone de manifiesto cómo está siendo la respuesta de los fieles, plena de fuerza y generosidad: “Tuvimos un gran ejemplo 20 días después del Haiyán. Esa jornada conmemorábamos los 75 años de la creación de la diócesis y, además, se ordenaban siete diáconos. Llovió tanto y se despertó un viento tan grande que hasta el cardenal Tagle, que presidía la Eucaristía, temió realmente que estuviera llegando otro tifón… Pero nadie se movió. Bajo el cielo abierto, en una catedral sin techo, la gente abrió sus paraguas y compartimos un momento único”.

Aunque explique que este recurso es ya una constante en sus templos, reclama su urgente reconstrucción: “El pueblo lo necesita. Se le debe un espacio digno donde celebrar su fe, pero también porque los fieles llegan hasta nuestras iglesias para convivir entre ellos en este tiempo de sufrimiento”. Sin embargo, lamenta, “casi ninguna de las asociaciones de las que nos prestan su ayuda para cuestiones humanitarias, nos ofrece apoyo para recuperar nuestras iglesias y seminarios. Algo que, por cierto, también ocurre con varias instituciones católicas…”.

No es el caso de AIN: “Ellos han sido muy generosos con nosotros en este sentido, entendiendo que esta también es una forma de ayudar al pueblo”. La delegación española de esta institución eclesial ha sido la que más ayuda ha enviado a Filipinas. De hecho, solo en la primera fase, se hicieron llegar 600.000 euros.

A la espera de un acuerdo de paz

Solo dos meses antes del Haiyán, en septiembre del pasado año, Filipinas ya había saltado a la palestra mediática por el enfrentamiento entre el ejército y los rebeldes del Frente Moro de Liberación Nacional, que entraron por la fuerza en Zamboanga (Mindanao) y secuestraron a una treintena de civiles. Después de tres semanas de cruentos combates, la crisis se cerró con un balance de 240 muertos, 120.000 desplazados y 10.000 hogares destruidos.

Aunque Palo presenta un contexto muy diferente de Mindanao (“aquí los musulmanes son clara minoría y son casi todos comerciantes, por lo que guardan buenas relaciones con los cristianos”), su arzobispo, John Forrosuelo Du, no duda en advertir que “no se trata de un conflicto religioso, sino político”. “Desgraciadamente –concluye–, aunque las conversaciones entre el Gobierno y los rebeldes llevan varios meses de recorrido, aún no llega el definitivo acuerdo de paz”.

En el nº 2.888 de Vida Nueva.

 

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